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Mostrando entradas de octubre, 2010

Un pensamiento de Hodding Carter

Hola, corazones. Morral o zurrón, talega o faltriquera, costal o cartera, macuto o bandolera, mochila o mariconera, lo cierto es que no es la primera vez que un hombre utiliza una bolsa o contenedor para portar sus pertenencias personales en sus desplazamientos cotidianos. Ahora se les llama «bolso de caballero», y poco a poco he acabado sucumbiendo al asunto. Aún no estoy muy seguro de ello, y me veo raro, y me siento extraño, como si llevara algo ajeno a mi ser, y pienso en mi fuero interno que todo el mundo me mira al cruzarse conmigo y se sonríe una vez ha pasado a mi lado. Me ha costado mucho decidirme, y ha contribuido a ello la prohibición facultativa de llevar nada en los bolsillos traseros del pantalón para preservar mi nervio ciático. Y he mirado muchos antes de decidirme: el modelo «aventurero en el Gobi» o «explorador en las riberas del Uele» no van mucho con mi personalidad urbana y acomodaticia; los modelos «extrafashion guay», «superdiseño megamolón» o «y qué más da si v

Un pensamiento de Blaise Pascal

Hola, corazones. Ya lo tengo dicho en mi Facebook : «De nuevo en la poesía mística enfrascado ando...», con esa especial y poética manera de desordenar o reubicar las palabras en su orden más sonoro y efectista. Y esa elevación me tiene como me tiene porque hallo lo que no hallo y duelo lo que no duele. Y ganas pocas ostento de comentar hoy la frase ni de darle al vil teclado más sustancia que la justa para terminar temprano. Así que, ¡hale, al grano! «Muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan» (Blaise Pascal). ¿Cualo, lo qué? ¿Cómo? Pero, ¿qué dice? Nontiendo niente, Blas Pascual . ¿Será entonces que mi razón es fuerte? Mira que lo dudo. No me está invitando Blas a no preguntarme nada, a no indagar soluciones, a no buscar la verdad. No va por ahí la cita. Más bien –intuyo, colijo– lo que busca nuestro amigo es que dejemos pasar, cuando raciocinio y mente nos quieran aconsejar, a la duda, a la pregunta, a la fe y a la esperanza, al amor y a

Un pensamiento de Will Durant

Hola, corazones. ¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? ¿Qué fue antes, la contractura o la hernia? No, no es mi intención quejarme lastimeramente para levantar compasión en vuestros generosos y solidarios corazones. Simplemente, constato que ni hernia ni contracturas, ni siquiera espolones, son lo primero. Antes de eso viene una mala postura, un mal hábito. Eso es lo que dicen los profesionales del mundillo sanitario. Claro. Pero trabajar no es un mal hábito, sino sólo el resultado de una necesidad propia y una ajena (la propia, vivir, la ajena, pagarle al banco el préstamo que te dio para vivir donde vives). Y como de momento no voy a dejar de trabajar, y tampoco puedo hacer eso de “pare usted cada media hora y haga diez minutos de relajación muscular de cuello y espalda y cinco minutos de descanso visual” (¡lo que prolongaría una jornada de nueve horas semejante cantidad de paraditas!), pues tendré que apechugar. Total… Aparte de esto, estoy feliz y pletórico. Mi sensación de vacaci

Frankfurt

Un pensamiento de Mario Vargas Llosa

Hola, corazones. Me gusta la gente que cuando recibe la noticia de que se le ha concedido un premio, muestra su alegría, su sorpresa y su satisfacción por partes iguales, sin ese extraño temor a que te critiquen, sin ese esnobismo de intelectual progre o simplemente rarito que ha motivado que muchos otros hayan aceptado el premio profiriendo previamente alguna grosera boutade . Olé, pues, por Mario Vargas Llosa , que exulta. Con los Nobel me suele ocurrir, además, que mis vírgenes oídos en el vasto territorio de la literatura mundial jamás hayan oído pronunciar el nombre del ganador (Hertas, Jelineks, Koetzees o como se llamen han sido para mí absolutamente ajenos), o que, incluso habiendo leído alguna excelente obra del premiado, su persona me caiga redonda, gorda o rematadamente mal (si digo sus nombres, alguno me crucificará, pero si son excelentes La colmena o La balsa de piedra , por ejemplo, no lo son tanto los gases de cuerpo y mente que en ocasiones sus autores han desprendido

Un pensamiento de Gustave Le Bon

Hola, corazones. Algo está cambiando en mi vida, lo presiento, lo intuyo, lo percibo en señales difusas que aún no se perfilan en el horizonte. Quizá estoy exagerando, pero, una vez comprobado que la supuesta crisis de los cuarenta no me ha afectado (quizá porque me afectó la de los veintiocho, crisis particular que me inventé yo solito), me ha dado por pensar, por prefigurar que estoy a las puertas de una nueva etapa de mi vida. Con lo perspicaz que soy, quizá estas señales que afirmo intuir no son más que el cambio de estación, la caída otoñal de las hojas y de los cabellos, qué sé yo. Y con lo lanzado que soy yo para todo (vamos, que menos la prudencia atesoro todas las cualidades y virtudes del estático e inmovilizado personaje anclado en sí mismo), quizá dentro de tres o cuatro lustros haya dado por fin inicio a esta etapa de transformaciones que, insisto, aún no sé muy bien en qué consiste y qué derroteros me hará seguir. Por eso la frase-cita que me he encontrado esta mañana en