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Mostrando entradas de enero, 2013

Un pensamiento de Barbara Ward

Hola, corazones Una de presumido: Cada vez que sale en una conversación el tema de la edad, alguien acaba diciéndome que aparento menos edad de la que tengo, a lo que yo contesto, con una broma recurrente pero que sigue sonando a nueva, que «duermo en la nevera», pues el frío conserva. Nada más cierto esta semana, en que ni con todos los sistemas de calefacción funcionando a toda potencia (horno incluido) he logrado templar siquiera la más pequeña de las habitaciones (generosa denominación) de mi casa. Claro que, helado como ando, yo no me veo más guapo, sino más encogío y mocoso… Esto me ha llevado a una reflexión que me resulta muy dolorosa. Si tanto frío tengo, y estoy bajo la influencia de varios chorros de aire caliente, ¿qué no tendrá esa gente que veo por las mañanas envuelta en cartones o mantas raídas en las céntricas plazas y calles por las que paso hasta llegar a Metrosauna desde  San Bernardo  a Villaverde ? ¿Qué no tendrá el que, incluso formalmente vestido, no hurga

Momento 40

Hola, corazones   Varias de las cosas (¡por Dios, qué palabra más vulgar!, si estuviera aquí mi profesora de Redacción me suspendería, y me daría infinidad de opciones para mejorar mi estilo y eludir palabras ambiguas y generales) que me han sucedido esta última semana han tenido un denominador común: el diálogo. Como dice la RAE , un diálogo es una «p lática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos». Y eso es lo que he tenido cuando me han hecho una entrevista radiofónica (sí, a mí, ya ves qué cosas), cuando he comentado con mis amigos la película que acabábamos de ver (y que recomiendo: Los Miserables , y eso que el título engaña, porque en esta historia todos, o casi todos los personajes, son mucho más dignos que lo que estamos acostumbrados a ver en nuestros días…), cuando he reducido, con palabras y una taza de té, una pequeña crisis de ansiedad familiar, cuando he asistido, por motivos de trabajo y también afectivos, a una entrevista

Un pensamiento de Frank A. Clark

Hola, corazones   Pido disculpas por mi desidia, mi dejadez y mi desgana aparente al no haber sido fiel a mi cita semanal el viernes pasado. La circunstancia que me lo impidió es ligeramente frívola, pero quizá sea comprensible. Dado que el jueves fue mi cumpleaños, tomé la determinación de reunirme con mi familia primero y con un grupo de amigos después, en lugar de encerrarme en casa, ante la pantalla, para escribir mi habitual comentario. Supongo y espero esta justificación merezca la indulgencia, si no plenaria, sí de la mayoría de los lectores.   Podría contar muchas anécdotas del período navideño, o explayarme en mis éxitos en la cocina, que alguno que otro he tenido, o hacer una larga lista de mensajes recibidos, desde los má estremecedores hasta los más cursis, pasando por los más groseros. Podría hablar del frío que se apodera de mi cuerpo, de mi casa e incluso de mi piel (todo el mundo me dice que parezco más joven, debe de ser porque el frío me conserva), de las hu