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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Mi colonia

Una frivolidad, que no todo tiene que ser siempre tan serio. Lo escribí, como todo, hace tiempo, pero creo que nadie o casi nadie lo conoce. Ahí va mi frivolidad, «mi colonia»: Aspiro el aire cuando paso, busco mi olor y sigo mi rastro. Me parezco a una novia enamorada o a una jovencita en celo. Mi colonia me gusta.

No es sombrío el cementerio

Así se titula este poema que escribí ya hace muchos años y que hoy, día de difuntos, me ha permitido recordar muchas cosas. Piedra y cemento, granito y mármol, verjas de hierro, bronce pulido, alabastro... Flores marchitas, polvorientas; árboles viejos, cansados; césped, rosales, crisantemos, pensamientos... Dolor, pasión, duelo, también esperanza, consuelo. Cruces, sudarios, vírgenes, ángeles... Tumbas hermanadas. He llegado al cementerio rodeado de miradas, escondido tras mis gafas negras. Como mi corbata. Todo era sombrío a pesar del sol. Al llegar ante el sepulcro abierto, me ha invadido el frío. Los hombres se afanaban por helar aún más la escena con palabras y cemento. Me ha fallado la fe: no he podido rezar y a Dios mismo le he gritado sin palabras. No he llorado. Nada he dicho. Nada. Después he querido aislarme, perdido entre las tumbas. Quería estar solo, pero ellos, los muertos, con sus nombres, borrosos, grabados en las lápidas, con sus estatuas, con sus frases e inscripci