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Mostrando entradas de julio, 2015

¡Madre mía, qué calor!

Cada vez que llegan los calores del verano no puedo menos que evocar a mi padre sentado en el sofá de casa, sin atreverse a hacer el más mínimo movimiento más que boquear y resoplar. Cada vez que llegan los calores del verano me doy cuenta de que todo es susceptible de ser heredado, y de que es un honor parecerse a sus mayores. Cada vez que llegan los calores del verano no hago otra cosa que no sea quedarme quieto en el sofá de mi casa, a oscuras casi, boqueando y sin atreverme a levantar un dedo por no provocar un peligroso aumento en los niveles de sudoración… Del calor vamos a hablar, que es un tópico fantástico y un manido recurso de ascensor. « El sol no espera a que se le suplique para derramar su luz y su calor. Imítalo y haz todo el bien que puedas sin esperar a que se te implore » (Epicteto). No sé si el sol espera realmente a que se le suplique o no para derramar su luz y su calor. Creo más bien que nos pone a prueba: en febrero o marzo, a más tardar, saca sus rayi