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Mostrando entradas de marzo, 2009

Un pensamiento de Confucio

Buenos días, queridos amigos. Cuando oigo hablar de sabiduría oriental, la mayor parte de las veces me salen algo parecido a sarpullidos, pero no visibles, sino en el interior íntimo de mi misma mismidad anímico-espiritual. Porque, vamos a ver, ¿dónde encuentro yo, más simple y soso que un folio en blanco, algo de sabiduría en frases como «la rana croa en el estanque y las luciérnagas zumban en primavera»? Quizá la haya, no lo discuto, pero no alcanzo a comprender el asunto. Ni siquiera cuando me entregado al ejercicio literario del sudoku, digo, del haiku, me han salido frases incomprensibles, sino simplemente versos, más o menos monos (eso lo diréis vosotros: buscad “poema” en las etiquetas del blog y acabaréis encontrando los haikus, entre otras cosas), pero perfectamente asumibles por la fría llaneza del castellano medio o del extremeño estándar, por poner sólo dos ejemplos. Pero esta vez he encontrado una de esas frases que sí que tienen comprensibilidad. Y es que, claro, no es lo

Un pensamiento de Juvenal

Buenos días, queridos amigos. Últimamente me afecta la carencia de numen. Y sin musas que me asistan, poco puedo decir que no sea incoherente. Así que al menos seré breve. Hoy la frase-cita, de contenido crítico, es decir, económico (siempre que se habla de economía aparece la palabra crisis, ¿a que sí?) tiene antigüedad pero se conserva joven: «Es locura manifiesta vivir precariamente para poder morir rico» (Juvenal). Juvenal afirma algo que también se afirma en la Biblia, por ejemplo, y que nos habla de que la acumulación de riquezas resulta inútil, pues cuando uno menos se lo espera aparece una desgracia que consume los ahorros, un ladrón que nos roba las pertenencias o una guadaña que nos saja los años y los días y deja huérfanas todas esas riquezas acumuladas. Esto, que entendemos a la perfección con el tema de los dineros y las posesiones, quizá no lo veamos tanto en otros ámbitos. Pero creo que el consejo puede ser igualmente válido. Veamos: Vivir precariamente (privándose, por

La ciudad de san Pablo

Écija en el Año Paulino La ciudad de san Pablo Écija, la ciudad de las torres, la sartén de Andalucía, el balcón sobre el Genil, la ciudad del sol, como reza en su escudo, es el mayor municipio de Sevilla, en la Comarca de la Campiña sevillana; y podría presumir, también, de un nuevo título: la ciudad de san Pablo. En efecto, la ciudad de Écija está celebrando por todo lo alto el Año dedicado al Apóstol Pablo, su santo patrón, con una serie de actos religiosos y culturales, como la magnífica exposición sobre «Iconografía de san Pablo en Écija (siglos XV al XX)», en la iglesia de Santiago el Mayor. No en vano, Écija puede jactarse, según algunos expertos, de ser la ciudad del mundo en la que más testimonios artísticos e iconográficos hay expuestos a la devoción: todas las iglesias y conventos de la ciudad (siete parroquias, ocho conventos de religiosas, dos de religiosos, y varias capillas e iglesias) cuentan con algún cuadro, relieve o talla. Destaca entre todas, por su expresividad y

Un pensamiento de Cicerón

Buenos días, queridos amigos. Cuando el agotamiento alcanza mi cuerpo hasta el punto de no saber por qué extraña razón tiene que venir el despertador a recordarme que hoy también trabajo, cuando lo que deseo es permanecer en el cálido negror del sueño nocturno, me doy cuenta de que luego, ya en pie (bueno, sentado, que para escribir en el teclado es más cómodo), no tengo ninguna gana de pensar. Pero ninguna, os lo confieso. Por eso hoy me voy a limitar a comentar la frase-cita que esta misma mañana ha introducido Proverbia.net en mi buzón; y, de alguna manera, me voy a comparar (las comparaciones son odiosas, y si te comparas con un grande, con un excelso, o con un extemporáneo tuyo, aparte de odiosas, las comparaciones son inoportunas o inadecuadas o ambas cosas) no con su autor, sino con el mensaje que transmite. Vamos a ello: «A pesar de que ya soy mayor, sigo aprendiendo de mis discípulos» (Cicerón). Hombre, enhorabuena, don Marco Tulio. En serio, le felicito. Tiene usted la decenc

Todo comenzó en Galilea

Todo comenzó en Galilea. Esto es un título, el título de un libro. Un título muy significativo. «Todo» se refiere, valga la redundancia, a todo, a todo lo de verdad importa, a todo lo que tiene significado pleno, redondo, absoluto. Se refiere a la historia, al acontecimiento, al acúmulo de hechos, personas, acciones, escritos, que han surgido desde los comienzos; esos comienzos a los que se refiere el título. Esos comienzos que tuvieron un lugar: Galilea. Porque fue allí donde comenzó todo. Porque fue allí, en los márgenes del lago de Galilea, donde un loco, un soñador, inauguró una revolución del amor. Todo comenzó en Galilea, segun el subtítulo, es el Diario de un peregrino a Tierra Santa. Yo creo que el subtítulo se queda corto, a juzgar, sobre todo, por lo que dice su autor, mejor, por lo que dijo su autor en la presentación del libro. No lo reproduzco aquí, pues su alocución es bastante extensa (si queréis leerla, casi íntegra, podéis hacerlo en http://blogs.periodistadigital.c

Un pensamiento de Wallace Stevens

Buenos días, queridos amigos. Hace frío, pero en mi despacho, a estas horas de madrugada en las que escribo (mi ordenador marca ahora mismo las ocho y tres minutos), estoy sudando. Un contraste que no sé a qué viene, pero que espero que, al menos, ayude a esbozar una leve sonrisa en vuestros labios. Además, pensad que es viernes, que, os guste o no vuestro trabajo, llega el merecido descanso hebdomadario (¡toma!), el tiempo de ocio. Y el ocio, y todo, hay que tomárselo bien; como viene, pero bien. De humor hablaremos, sí, del buen humor que en las grandes ciudades no siempre nos acompaña. Y lo haremos de la mano de un poeta estadounidense fallecido a mediados del siglo XX de cuya existencia, confieso mi ignorancia supina, no sabía nada hasta que he abierto el correo de Proverbia.net. Veamos qué nos aconseja la sabiduría poética de un norteamericano de los «años felices»: «El buen humor es un deber que tenemos para con el prójimo» (Wallace Stevens). Un deber, ahí es nada. Vamos, que uno