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Mostrando entradas de febrero, 2014

Un pensamiento de Juvenal

Hoy tenía intención de dedicar mi reflexión inicial a la muerte. ¿La razón? Un amigo muy querido acaba de sufrir el zarpazo de la muerte en su familia, concretamente en su hermano. Su reacción (la de mi amigo) me ha dado qué pensar. No es lo mismo recibir una noticia semejante cuando tienes quince, treinta, cincuenta o setenta años. Lo que en unos casos es casi un sacrilegio en otros puede ser tomado como ley natural. Dolorosa siempre, pero natural. En aceptar la muerte, en saber vivir con la certeza y la seguridad de la muerte, está uno de los secretos de la vida. Sin embargo, tiemblo aún, de corazón y de mente, solo de pensar en que la muerte se acerque a quienes no pertenecen aún al ámbito de esa ley natural que justifica la desaparición del otro con el consabido «era muy mayor». Porque eso nos va poniendo siempre más cerca de la primera línea. No obstante, las circunstancias han querido que al final, pese a todo, no me vaya a dar a reflexionar sobre la muerte. Tiempo habrá, q

Un pensamiento de Gandhi

Queridos amigos, buenos días a todos. Me vino el otro día por la mañana a la memoria un canto religioso «moderno» que comenzaba con una hermosa frase: «Un nuevo reino está amaneciendo…». Y miré al cielo y vi luz y color, en lugar del acostumbrado gris que me ha acompañado esta larga temporada invernal que comenzó en agosto... Y miré alrededor y vi apuntando apenas yemas y brotes, incluso algunas flores, casi osadas, desafiando el frío matutino (y por Matutes, el poli, que hacía frío). El viernes pasado me hice con un ramo de mimosas, esa maravilla de bolitas amarillas tan olorosas. Cierto que pagué bastante por ellas («el temporal de Galicia ha dejado desabastecido de mimosas el país», me decía pesaroso el florista), pero me alegraron la tarde y pusieron una nota de color en la habitación. ¿Estaré demasiado confiado en que está llegando la primavera? Eso es un ciclo, y llegar llega. Pero quizá esta primavera la espero, la necesito, la percibo con más intensidad que otros años

Un pensamiento de Dostoievski

Una amiga y compañera de trabajo me contó hace poco que existe un interesante reto personal que se está difundiendo entre la gente de bien de un modo casi viral. La cosa consiste en lo siguiente: uno se pone una pulsera, o un anillo, o un pendiente, o cualquier otro adornito susceptible de cambiar de sitio. Y cada vez que protesta, se queja, rezonga, critica o piensa mal de alguien, conocido o no, debe cambiarse el adornito de lado. El desafío es alcanzar los 21 días sin que el adornito sufra mudanza. ¿Os imagináis, 21 días sin que yo critique a nadie, ni me queje de nadie (ni de nada, hasta Metrosauna se salvaría), ni rezongue por nada, ni piense mal de nadie? Inaudito. Eso no es un reto alcanzable, es una llamada a la santidad, casi. ¡Ah!, pero, ¿acaso tú no estás llamado a la santidad? Y sin pulserita o pendientito por medio… Así que, si el chirimbolito de adorno te recuerda el camino, ¿por qué despreciarlo? Al fin y al cabo, pulserita ya llevo, casi siempre (algunas son sol

Un pensamiento de Benedicto XVI y otro de Francisco

¿Cómo volver a la “rutina” después de tanto tiempo? La respuesta me la doy yo mismo: recuperando uno de los temas recurrentes, y una reflexión que, además, quedó en el tintero cuando se interpusieron en mi camino hospitales y residencias. Soy una especie de voyeur, un observador de la conducta o el comportamiento humano, sobre todo en lugares en los que la gente obvia, porque ha hecho suyo el entorno mediante la costumbre, toda norma e imposición y libera su yo más natural. Por ejemplo, el transporte público, sobre todo cuando es un uso habitual, con el mismo horario, la misma gente alrededor día sí día también, las mismas prisas… En momentos así, uno (yo también, aquí no se libra nadie) se relaja y suelta sin darse cuenta su ser. Dime cómo te mueves y comportas en el Metro, y te diré cómo eres. ¿Cómo andas? ¿Deprisa, despacio, esquivando a la gente, ajustando en las esquinas, haciendo aspavientos ante cualquier importunidad…? ¿Arrastras los pies con indolencia? ¿Camina