Ir al contenido principal

Un pensamiento de Benedicto XVI y otro de Francisco


¿Cómo volver a la “rutina” después de tanto tiempo? La respuesta me la doy yo mismo: recuperando uno de los temas recurrentes, y una reflexión que, además, quedó en el tintero cuando se interpusieron en mi camino hospitales y residencias.

Soy una especie de voyeur, un observador de la conducta o el comportamiento humano, sobre todo en lugares en los que la gente obvia, porque ha hecho suyo el entorno mediante la costumbre, toda norma e imposición y libera su yo más natural.

Por ejemplo, el transporte público, sobre todo cuando es un uso habitual, con el mismo horario, la misma gente alrededor día sí día también, las mismas prisas… En momentos así, uno (yo también, aquí no se libra nadie) se relaja y suelta sin darse cuenta su ser. Dime cómo te mueves y comportas en el Metro, y te diré cómo eres.

¿Cómo andas? ¿Deprisa, despacio, esquivando a la gente, ajustando en las esquinas, haciendo aspavientos ante cualquier importunidad…? ¿Arrastras los pies con indolencia? ¿Caminas por todo el centro de los andenes y pasillos, eres de los que se ciñen a un lado, o de los que bambolean de un extremo a otro del recorrido?

Cuando llegas a las escaleras, ¿las subes corriendo, o despacio? ¿Eres de los que se detiene en el último escalón para recobrar el aliento y retomar el paso habitual? Cuando llegas a las canceladoras o torniquetes, echas a correr si ves que por el otro lado de la barrera viene otra persona que va a pasar por el mismo sitio que tú?

Al llegar a las puertas, ¿eres capaz de alterar el ritmo o de cambiar la trayectoria para aprovechar que alguien por delante de ti ya ha abierto una puerta y así tú no tienes que tocarla, ni hacer fuerza para abrirla? ¿Eres de los que, al pasar por una puerta, la sujeta con cara de perdonavidas impaciente hasta que llega el que viene dos o tres metros por detrás de ti?

Creo que todo se resume en: ¿Piensas solo en ti, o piensas en los demás?

En fin… ¿Será que soy un maniático? Seguramente, pero reconozco que de un tiempo a esta parte, aun teniendo mis manías que son muchas (no me gusta ir andando detrás de nadie, sobre todo si camina despacio y sin una trayectoria claramente definida; prefiero empujar una puerta que cambiar mi paso y encogerme para colarme por el hueco cada vez menor de una puerta que se está cerrando; subo las escaleras por donde menos gente hay y acelero el paso al terminar de subir; me gusta elegir, sobre todo en el trayecto de ida, el mismo asiento todos los días…) estoy mejorando algo en mi asignatura más difícil (después de Educación Física): la paciencia. Aunque sea una mejoría muy muy muy leve…

No sé si esto entronca o no con la frase-cita que he elegido para hoy, pero… Veamos:


Pero, ¿cómo? Si este papa ya no es el Papa, ¿para qué utilizar una frase-cita suya, con las frases tan sorprendentes y maravillosas que está diciendo siempre Francisco? Precisamente, queridos, porque ambos están en sintonía. Y si no, ved lo que dice Francisco:

«La esperanza no es un optimismo, no es la capacidad de mirar las cosas con buen ánimo e ir hacia delante… La esperanza es un riesgo» (Benedicto XVI).

¡Pero si se contradicen, hombre, no me vengas con esas! Pues sí vengo. Aparentemente ¿se contradicen?: quizá, si nos quedamos en lo de ir/mirar hacia delante. Si Benedicto dice que la esperanza invita a mirar hacia adelante (y mira que es difícil, añado, mirar hacia adelante, y hacia el futuro, sin esperanza), Francisco parece decir lo contrario: la esperanza no es ir hacia delante. Pero, ojo, que no ha dicho eso: dice que no debemos confundir un efecto de la esperanza (el ánimo, el valor, la invitación de mirar hacia adelante) con la propia esperanza: no todo el que mira hacia adelante, no todo el que camina hacia delante tiene esperanza, está esperanzado o vive con esperanza. Hay que saber cuál es ese adelante hacia el que mirar y hacia el que dirigirse.

Pero es que además nos hemos dejado lo más importante de las dos frases, lo que las une y las hace continuas y complementarias: la esperanza amplía el espacio de la responsabilidad y la esperanza es un riesgo, dicen los santos padres Benedicto y Francisco. ¿Y no es toda responsabilidad un riesgo? ¿Y no debe uno, ante el riesgo, actuar no con temeridad, ni con cobardía, sino precisamente con responsabilidad? ¿No es cierto que la esperanza es la virtud que nos anima a mirar de frente, a caminar hacia delante, a asumir con responsabilidad los riesgos que se nos presentan?

Pues eso. Y que nadie me hable de hable de dobermans o caniches, que lo que yo tengo ante mis ojos son pastores.

PD: Doy gracias por las frases al excelente calendario que ha editado Cáritas este año y que distribuye a sus suscriptores junto a su revista. Fotos y mensajes llenos de esperanza, humanidad, fraternidad y espíritu positivo.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos. La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respu

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Aristóteles

Buenos días, queridos amigos. No tengo hoy demasiadas ganas de pensar, espero que sepáis perdonarme. Así que me he enganchado al envío diario de Proverbia.net y he agarrado la primera frase que he visto, que responde a la categoría de «sueños» (un día hablaremos de cómo en Proverbia.net clasifican las frases según temas y categorías de una forma que a veces me resulta aleatoria: «Dios te lo pague», un suponer, lo clasificarían en «Dios», lógicamente, pero tampoco sería nada raro que apareciera en «paga», «sueldo», o «retribución»). Y aunque la frase-cita no habla más que de un tipo de sueños, y yo estoy ahora más cerca de las pesadillas o del insomnio que del onírico placer o de la eternidad de la ensoñación, he apuntado la frase, a ver qué sacamos de ella. «Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» (Aristóteles). Ya digo que no tengo muchas ganas de pensar. Y para quien no desea p