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Un pensamiento de Aristóteles

Buenos días, queridos amigos.

No tengo hoy demasiadas ganas de pensar, espero que sepáis perdonarme. Así que me he enganchado al envío diario de Proverbia.net y he agarrado la primera frase que he visto, que responde a la categoría de «sueños» (un día hablaremos de cómo en Proverbia.net clasifican las frases según temas y categorías de una forma que a veces me resulta aleatoria: «Dios te lo pague», un suponer, lo clasificarían en «Dios», lógicamente, pero tampoco sería nada raro que apareciera en «paga», «sueldo», o «retribución»). Y aunque la frase-cita no habla más que de un tipo de sueños, y yo estoy ahora más cerca de las pesadillas o del insomnio que del onírico placer o de la eternidad de la ensoñación, he apuntado la frase, a ver qué sacamos de ella.

«Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» (Aristóteles).

Ya digo que no tengo muchas ganas de pensar. Y para quien no desea pensar demasiado, Aristóteles es bastante útil, pues lo deja todo muy clarito. Para muestra, este botón. «La victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» es una afirmación que, por mi parte, no admite discusión posible. Los seguidores de las tiras de Mafalda, concretamente los admiradores de Susanita, lo sabemos bien: cuando se trata de vencer la ignorancia, el pobre Manolito tiene las de perder porque tiene el enemigo sobre la cabeza, como afirma su inimicísima amiga coleccionista de lágrimas (me enamoré de ella cuando descubrí, entre su colección de disgustos embotellados, un bote etiquetado con la fecha de mi nacimiento).

Vuelvo a Aristóteles, que me voy por las ramas como una ardilla voladora. Aceptado que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo, está por demostrar si de las victorias sobre uno mismo la más dura es la que se logra cuando se conquistan los deseos, o las hay aún más duras. Entraríamos, por ejemplo, en el campo de la práctica ascética si afirmáramos que más duro aún que conquistar tus deseos (parece que Aristóteles, o Proverbia.net, no sé bien, equipara los deseos con los sueños) es vencer tus pasiones, controlar tus vicios, dominar tus impulsos. Entraríamos, en términos laicos, en la práctica del autocontrol de las emociones. Y, sinceramente, creo que es más duro, pero mucho más, vencer tus propios instintos, tus propios vicios, tus propios defectos, que lograr tus sueños, que son algo que, por muy dentro, por muy íntimos a uno que sean, siempre están más fuera de uno que la lascivia, la gula, la lujuria, los celos, la envidia, la soberbia (siga usted mismo la enumeración).

Más difícil que conquistar los sueños, entendidos como deseos, es vencer los sueños, máxime si esos son ensoñaciones engañosas (valga espejismos) o alucinaciones inhibidoras de la paz interior y de la salud física (valga pesadillas). Creo que estaremos de acuerdo en que si la persona capaz de conquistar sus deseos es más valiente que la que logra vencer a sus enemigos, más valientes aún son aquellas que logran vencer a sus enemigos internos, es decir, sus pasiones, vicios y defectos, y sus sueños asfixiantes (espejismos, pesadillas, obsesiones, bloqueos mentales…).

Esa es la verdadera persona valiente. Esa es la persona que deseo ser, y la que deseo ver a mi alrededor. Y si no puedo hacerlo yo solo, espero y deseo que me ayuden en mi batalla, igual que espero poder ayudar en su particular batalla a quien me lo pida o incluso a quien vea que me necesita.

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