Buenos días, queridos amigos.
Hoy he asistido a una clase magistral de comunicación, concretamente de veracidad y objetividad en la información. Ha sido una clase práctica, impartida con generosidad por mi empresa favorita, Metro de Madrid. Una suspensión momentánea del servicio a las seis y diez de la mañana provoca un retraso de más de diez minutos en los trenes de la línea 5 que continúa aumentando una hora después, es decir, ya en hora punta, pero punta, punta (a pesar de la crisis, aún hay mucha gente que trabaja, y que lo hace entrando a las 8 de la mañana); ese retraso provoca a su vez una acumulación de viajeros, usuarios, clientes o mejor, sin eufemismos comerciales: PERSONAS muy superior al habitual a esas horas; dado que las líneas de Metro-Sauna se han prolongado hasta el infinito y más allá pero no se cruzan más allá de Diego de León, podemos decir que los vagones de los trenes, que normalmente ya parecen latas de caballa, vayan repletos de cuerpos a presión (y no hablemos de olores, sudores, alientos…). Pues bien, con este panorama, los servicios de información de Metro de Madrid, aparte de contarnos una y otra vez que Sol va a estar cerrado por culpa de Fomento, no comienzan a contarnos que hay problemas en la línea 5 hasta que estamos todos bien dentro, y lo hacen con objetividad y mesura, con veracidad y sin hacer ningún tipo de valoración: «El servicio en línea 5 de presta con un ligero intervalo superior al habitual». Ligero. ¿Habrá leído alguna vez un diccionario el responsable de información de Metro de Madrid? Un ligero diccionario es lo que necesita, y si no le entra por los ojos ya veremos los usuarios, clientes y viajeros cómo hacemos que le entre, para evitar en el futuro ser víctimas de tal inepcia comunicativa.
Y después de esto, tengo que ser brevísimo con el comentario a la frase-cita, que elegí el miércoles porque me gustó y porque tenía ganas al personaje, del que oí hablar mucho, y del que leí mucho cuando preparaba calendarios de conciertos para el abecé musical. En efecto, Benjamin Britten es de esos compositores modernos que tiene buen predicamento entre la gente culta (la de verdad, no la de la progresía intelectoculturaloide). Y su frase-cita es la siguiente:
«Aprender es como remar contra corriente: en cuanto se deja, se retrocede» (Edward Benjamin Britten).
Remar contra corriente… La imagen es enormemente gráfica, desde luego, fácilmente comprensible y constatable en la totalidad (casi práctica totalidad, no vaya a ser que algún científico matemático tipo Numbers me saque la teoría de la intersección de las ondas acuáticas con la pala del kayak en aguas del Potomac) de los casos. Así que en una sola imagen (¿pero este hombre no era compositor?) Britten nos ha definido una de las características del aprendizaje: su carácter de permanente, de constante, de perpetuo.
Estoy plenamente de acuerdo con él, ciertamente: si no aprendes algo cada día, es que no has vivido, o que no te puedes ir a la cama, a no ser que sea para aprender algo; si no aprendes constantemente de todo lo que te rodea, de los sonidos que oyes, de las personas con las que estás en cada momento, de las situaciones, de ti mismo, de tus propios miedos…, estás desaprendiendo, estás retrocediendo.
Hay una corriente psicopedagógica, no obstante, que habla de la necesidad de desaprender para seguir aprendiendo, y define el concepto más o menos como sigue: a lo largo de la vida, se han aprendido muchos conceptos, muchos hábitos, muchas nociones, que no son completamente veraces, que no son o dejan de ser útiles en un momento dado, o que son nocivas para la persona; esos conceptos, esos hábitos, esas nociones hay que desaprenderlos (que no es tanto olvidarlos como reeducarlos) para reaprender de nuevo en una orientación más perfecta, justa y equilibrada.
Dicho esto, la frase de Benjamín sigue siendo plena, ya que, en el fondo, cuando uno aprende, aprende, y cuando uno desaprende conceptos erróneos, lo que está haciendo es, también y sobre todo, aprender.
Aprender, por ejemplo, a remar en un río contra corriente, que es una experiencia muy recomendable para hacer, al menos, una vez en la vida.
Hoy he asistido a una clase magistral de comunicación, concretamente de veracidad y objetividad en la información. Ha sido una clase práctica, impartida con generosidad por mi empresa favorita, Metro de Madrid. Una suspensión momentánea del servicio a las seis y diez de la mañana provoca un retraso de más de diez minutos en los trenes de la línea 5 que continúa aumentando una hora después, es decir, ya en hora punta, pero punta, punta (a pesar de la crisis, aún hay mucha gente que trabaja, y que lo hace entrando a las 8 de la mañana); ese retraso provoca a su vez una acumulación de viajeros, usuarios, clientes o mejor, sin eufemismos comerciales: PERSONAS muy superior al habitual a esas horas; dado que las líneas de Metro-Sauna se han prolongado hasta el infinito y más allá pero no se cruzan más allá de Diego de León, podemos decir que los vagones de los trenes, que normalmente ya parecen latas de caballa, vayan repletos de cuerpos a presión (y no hablemos de olores, sudores, alientos…). Pues bien, con este panorama, los servicios de información de Metro de Madrid, aparte de contarnos una y otra vez que Sol va a estar cerrado por culpa de Fomento, no comienzan a contarnos que hay problemas en la línea 5 hasta que estamos todos bien dentro, y lo hacen con objetividad y mesura, con veracidad y sin hacer ningún tipo de valoración: «El servicio en línea 5 de presta con un ligero intervalo superior al habitual». Ligero. ¿Habrá leído alguna vez un diccionario el responsable de información de Metro de Madrid? Un ligero diccionario es lo que necesita, y si no le entra por los ojos ya veremos los usuarios, clientes y viajeros cómo hacemos que le entre, para evitar en el futuro ser víctimas de tal inepcia comunicativa.
Y después de esto, tengo que ser brevísimo con el comentario a la frase-cita, que elegí el miércoles porque me gustó y porque tenía ganas al personaje, del que oí hablar mucho, y del que leí mucho cuando preparaba calendarios de conciertos para el abecé musical. En efecto, Benjamin Britten es de esos compositores modernos que tiene buen predicamento entre la gente culta (la de verdad, no la de la progresía intelectoculturaloide). Y su frase-cita es la siguiente:
«Aprender es como remar contra corriente: en cuanto se deja, se retrocede» (Edward Benjamin Britten).
Remar contra corriente… La imagen es enormemente gráfica, desde luego, fácilmente comprensible y constatable en la totalidad (casi práctica totalidad, no vaya a ser que algún científico matemático tipo Numbers me saque la teoría de la intersección de las ondas acuáticas con la pala del kayak en aguas del Potomac) de los casos. Así que en una sola imagen (¿pero este hombre no era compositor?) Britten nos ha definido una de las características del aprendizaje: su carácter de permanente, de constante, de perpetuo.
Estoy plenamente de acuerdo con él, ciertamente: si no aprendes algo cada día, es que no has vivido, o que no te puedes ir a la cama, a no ser que sea para aprender algo; si no aprendes constantemente de todo lo que te rodea, de los sonidos que oyes, de las personas con las que estás en cada momento, de las situaciones, de ti mismo, de tus propios miedos…, estás desaprendiendo, estás retrocediendo.
Hay una corriente psicopedagógica, no obstante, que habla de la necesidad de desaprender para seguir aprendiendo, y define el concepto más o menos como sigue: a lo largo de la vida, se han aprendido muchos conceptos, muchos hábitos, muchas nociones, que no son completamente veraces, que no son o dejan de ser útiles en un momento dado, o que son nocivas para la persona; esos conceptos, esos hábitos, esas nociones hay que desaprenderlos (que no es tanto olvidarlos como reeducarlos) para reaprender de nuevo en una orientación más perfecta, justa y equilibrada.
Dicho esto, la frase de Benjamín sigue siendo plena, ya que, en el fondo, cuando uno aprende, aprende, y cuando uno desaprende conceptos erróneos, lo que está haciendo es, también y sobre todo, aprender.
Aprender, por ejemplo, a remar en un río contra corriente, que es una experiencia muy recomendable para hacer, al menos, una vez en la vida.
Comentarios
Mejorar, innovar, aprender, vivir cada vez más plenamente. Aunque haya retrasos en el metro.