Buenos días, queridos amigos.
Me vais a permitir que hoy la selección de la frase-cita no sea aleatoria, sino premeditada. Tampoco es que la premeditación haya sido alevosa, sino más bien fruto de una casualidad. Enterado de las tribulaciones que atraviesa una persona de mi más absoluta estima y confianza, y acabando como estoy haciendo las agendas para el año 2010, he encontrado un pensamiento que así, de golpe, como una corazonada, me ha parecido clarificador. Y por eso quiero reproducirlo, para dar vueltas sobre la frase-cita, pero sobre todo para, desde el anonimato que sé que esta persona necesita y desea en estos momentos, mandarle un mensaje solidario, fraternal, amistoso. Uníos de mente y de corazón y mantened el espíritu del lado de quien sufre. Dicho esto, no me queda más que proponer la frase para la reflexión:
«Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia» (George Washington).
Da juego la reflexión del señor Guásinton. Por lo que se refiere a la dignidad humana, en términos absolutos, no sólo estoy de acuerdo con él, sino que su consejo me parece absolutamente fundamental para no desfallecer y acabar cediendo en el fuero interno hasta claudicar y reconocer como hipótesis una falsedad ignominiosa. Me explico: si te calumnian, y es calumnia de verdad, es decir, no cimentada sobre verdad firme, lo peor que puedes hacer, por tu propia dignidad, es comenzar a ceder terreno. Y para ello, desde luego, el silencio es una buena arma. Aunque contradiga refranes como que el que calla otorga, o insulta, que algo queda.
Pero la calumnia no siempre se da en grado puro, neutro e igualitario, sino mezclada con intereses, con desviaciones, con intenciones aviesas, con ejercicios de poder y de fuerza. Y entonces, queridos, el trabajo bien hecho y el silencio no bastan. Hay que ser mansos como corderos pero también astutos como raposas. Hay que saber desenmascarar la falsedad de la acusación, descubrir las intenciones que se esconden tras la calumnia, desactivar los mecanismos de poder que están siendo utilizados torticeramente contra uno. Hay que saber echar mano del pasado, del recuerdo, del testimonio de los demás. Hay que saber permanecer firmes en la adversidad. Que, precisamente, mantener silencio y perseverar en el cumplimiento del deber son dos modos más de estar firmes en la adversidad. ¿No os parece?
Si alguien duda de ti, algo que es completamente lícito, no tienes por qué combatirlo. Pero si al dudar, te ataca, te ofende o intenta meterse donde no ha sido convocado, hay muchas maneras de combatirlo. La pregunta es, siempre, quién y para qué está cometiendo ese ataque, esa ofensa, esa intromisión… O esa calumnia. Y una vez que conoces la respuesta a esa calumnia, obra en consecuencia.
Así que, tú que ahora sufres en tus carnes la ignominia y la calumnia, haz caso de Washington pero sé también persona zorruna y utiliza todas las armas a tu alcance para evitar que la calumnia te venza y que el ofensor se salga impunemente con la suya.
Me vais a permitir que hoy la selección de la frase-cita no sea aleatoria, sino premeditada. Tampoco es que la premeditación haya sido alevosa, sino más bien fruto de una casualidad. Enterado de las tribulaciones que atraviesa una persona de mi más absoluta estima y confianza, y acabando como estoy haciendo las agendas para el año 2010, he encontrado un pensamiento que así, de golpe, como una corazonada, me ha parecido clarificador. Y por eso quiero reproducirlo, para dar vueltas sobre la frase-cita, pero sobre todo para, desde el anonimato que sé que esta persona necesita y desea en estos momentos, mandarle un mensaje solidario, fraternal, amistoso. Uníos de mente y de corazón y mantened el espíritu del lado de quien sufre. Dicho esto, no me queda más que proponer la frase para la reflexión:
«Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia» (George Washington).
Da juego la reflexión del señor Guásinton. Por lo que se refiere a la dignidad humana, en términos absolutos, no sólo estoy de acuerdo con él, sino que su consejo me parece absolutamente fundamental para no desfallecer y acabar cediendo en el fuero interno hasta claudicar y reconocer como hipótesis una falsedad ignominiosa. Me explico: si te calumnian, y es calumnia de verdad, es decir, no cimentada sobre verdad firme, lo peor que puedes hacer, por tu propia dignidad, es comenzar a ceder terreno. Y para ello, desde luego, el silencio es una buena arma. Aunque contradiga refranes como que el que calla otorga, o insulta, que algo queda.
Pero la calumnia no siempre se da en grado puro, neutro e igualitario, sino mezclada con intereses, con desviaciones, con intenciones aviesas, con ejercicios de poder y de fuerza. Y entonces, queridos, el trabajo bien hecho y el silencio no bastan. Hay que ser mansos como corderos pero también astutos como raposas. Hay que saber desenmascarar la falsedad de la acusación, descubrir las intenciones que se esconden tras la calumnia, desactivar los mecanismos de poder que están siendo utilizados torticeramente contra uno. Hay que saber echar mano del pasado, del recuerdo, del testimonio de los demás. Hay que saber permanecer firmes en la adversidad. Que, precisamente, mantener silencio y perseverar en el cumplimiento del deber son dos modos más de estar firmes en la adversidad. ¿No os parece?
Si alguien duda de ti, algo que es completamente lícito, no tienes por qué combatirlo. Pero si al dudar, te ataca, te ofende o intenta meterse donde no ha sido convocado, hay muchas maneras de combatirlo. La pregunta es, siempre, quién y para qué está cometiendo ese ataque, esa ofensa, esa intromisión… O esa calumnia. Y una vez que conoces la respuesta a esa calumnia, obra en consecuencia.
Así que, tú que ahora sufres en tus carnes la ignominia y la calumnia, haz caso de Washington pero sé también persona zorruna y utiliza todas las armas a tu alcance para evitar que la calumnia te venza y que el ofensor se salga impunemente con la suya.
Comentarios