Hola, corazones.
Tras dos semanas incompletas y una (esta que laboralmente concluye hoy) extenuante, ando como entre nubes de sueño y sólo los mensajes de mi espalda, que me recuerdan invariablemente la cada vez más imperiosa necesidad de acudir a un fisioterapeuta, me mantienen en la verticalidad o, mejor, e pie.
Escojo hoy una frase rara, pero no estoy de humor para disquisiciones normales o raciocinios evidentes por lógicos. Es de un dramaturgo alemán (August von Kotzebue) de quien no sabía absolutamente nada hasta que he buscado en los últimos envíos de Proverbia.net una frase-cita que me guiñara el ojo para traerla a este estrado.
«Cada persona forja su propia grandeza. Los enanos permanecerán enanos aunque se suban a los Alpes» (August von Kotzebue).
Comencemos con la frase-cita como si estuviéramos leyendo el periódico: primero, la programación de televisión (es decir, el final), luego, los chistes y viñetas (en periódicos de diseño clásico, más bien al principio), luego, los deportes (en mi caso eso es algo tan fugaz que nadie diría que mis ojos o mis manos hayan tocado esas páginas llenas de tatuados y otros estrambotes), y los cotilleos (ahí sí me paro algo más), para acabar en las noticias propiamente dichas y en las columnas de opinión de nuestros pensadores favoritos (es decir, este comentario, jejé).
El final habla de subir a los Alpes. Algo que puede ser maravilloso, una tarea ardua pero interesante, que habla de esfuerzo personal, de descubrimiento de nuevas capacidades de la persona, de solidaridad (es mucho más jorobado subir solo), de descubrimiento de la belleza, de disfrute de la naturaleza. Pero también de que todo esto que estamos diciendo sólo lo descubre, sólo lo disfruta, sólo le aprovecha a quien puede, quiere o sabe. ¿Por qué digo esto con tanta rotundidad? Porque a «subir a los Alpes» le precede un significativo «aunque». Subir a los Alpes representa muchas cosas positivas, ciertamente, pero ese «aunque» acota, limita y supedita la percepción de lo positivo a una condición previa.
El principio nos dice que «cada persona forja su propia grandeza». Si los chistes hacen una lectura de la verdad desde la perspectiva del humor, con lo cual deforman, modifican, limitan esa realidad a conveniencia para provocar la risa a la vez que la reflexión, la frase-cita parece que no lo hace, pero sí. Yo diría que no estoy de acuerdo, ya que la grandeza de la persona, su auténtica grandeza, radica en su ser persona, que es algo que le viene dado, que no depende de lo que cada uno haga. Pero, claro, a continuación podemos pensar en que nuestros actos hacen que nuestro derredor nos perciba como grandes o pequeños (mezquinos o generosos, malintencionados o benevolentes, acidulados o dulces, ríspides o aserenados, y suma y sigue). Y podemos quedarnos en esto, sin hacer la tercera lectura, que es la del humor: nadie puede forjarse a sí mismo más grande de lo que es: una escultura no puede esculpirse a sí misma, pero, aunque pudiera, nunca lograría tallarse más grande de la propia piedra que está trabajando.
Vamos a la parte central de la frase: «Los enanos permanecerían enanos». ¿Estamos, según esto, constreñidos a una realidad inmutable, a un destino que nos obliga a permanecer enanos por más que hagamos? Eso parece decir nuestro germánico dramaturgo: tú te forjas a ti mismo, pero si eres enano, seguirás siendo enano por mucho que hagas. La frase se convierte, pues, en el cuerpo del periódico: una sucesión de jarros de agua fría, que nos hablan de que los políticos siempre serán políticos, de que los corruptos siempre serán corruptos, de que los descerebrados siempre serán descerebrados, de que los ocurrentes siempre dirán chorradas, y suma y sigue.
Llegamos a la opinión, y concluimos la lectura del periódico. Esto que dice el dramaturgo alemán, ¿es verdad? Leamos a nuestro columnista favorito: No, no es verdad. Aunque parece que Kotzebue dice eso, hay algo más en su frase: Tu grandeza está en tu interior, no tanto en tus actos. Y es tu interior lo que debes forjar. Forja que se hace, no sólo, pero sobre todo, en contacto con los demás. Y es ahí donde, independientemente del tamaño de piedra que tenga tu aspecto, puedes haber esculpido un Miguel Ángel, un Rodin o un canto rodado. No es el hacer (el subir a los Alpes), sino el ser, lo que importa, lo que determina nuestra auténtica y verdadera grandeza. Y el ser hay que forjarlo, tallarlo, esculpirlo, modelarlo, formarlo. Dediquemos a eso nuestro afán.
Seamos Davides o Piedades de Miguel Ángel, Besos o Pensadores de Rodin, Venus griegas...
Tras dos semanas incompletas y una (esta que laboralmente concluye hoy) extenuante, ando como entre nubes de sueño y sólo los mensajes de mi espalda, que me recuerdan invariablemente la cada vez más imperiosa necesidad de acudir a un fisioterapeuta, me mantienen en la verticalidad o, mejor, e pie.
Escojo hoy una frase rara, pero no estoy de humor para disquisiciones normales o raciocinios evidentes por lógicos. Es de un dramaturgo alemán (August von Kotzebue) de quien no sabía absolutamente nada hasta que he buscado en los últimos envíos de Proverbia.net una frase-cita que me guiñara el ojo para traerla a este estrado.
«Cada persona forja su propia grandeza. Los enanos permanecerán enanos aunque se suban a los Alpes» (August von Kotzebue).
Comencemos con la frase-cita como si estuviéramos leyendo el periódico: primero, la programación de televisión (es decir, el final), luego, los chistes y viñetas (en periódicos de diseño clásico, más bien al principio), luego, los deportes (en mi caso eso es algo tan fugaz que nadie diría que mis ojos o mis manos hayan tocado esas páginas llenas de tatuados y otros estrambotes), y los cotilleos (ahí sí me paro algo más), para acabar en las noticias propiamente dichas y en las columnas de opinión de nuestros pensadores favoritos (es decir, este comentario, jejé).
El final habla de subir a los Alpes. Algo que puede ser maravilloso, una tarea ardua pero interesante, que habla de esfuerzo personal, de descubrimiento de nuevas capacidades de la persona, de solidaridad (es mucho más jorobado subir solo), de descubrimiento de la belleza, de disfrute de la naturaleza. Pero también de que todo esto que estamos diciendo sólo lo descubre, sólo lo disfruta, sólo le aprovecha a quien puede, quiere o sabe. ¿Por qué digo esto con tanta rotundidad? Porque a «subir a los Alpes» le precede un significativo «aunque». Subir a los Alpes representa muchas cosas positivas, ciertamente, pero ese «aunque» acota, limita y supedita la percepción de lo positivo a una condición previa.
El principio nos dice que «cada persona forja su propia grandeza». Si los chistes hacen una lectura de la verdad desde la perspectiva del humor, con lo cual deforman, modifican, limitan esa realidad a conveniencia para provocar la risa a la vez que la reflexión, la frase-cita parece que no lo hace, pero sí. Yo diría que no estoy de acuerdo, ya que la grandeza de la persona, su auténtica grandeza, radica en su ser persona, que es algo que le viene dado, que no depende de lo que cada uno haga. Pero, claro, a continuación podemos pensar en que nuestros actos hacen que nuestro derredor nos perciba como grandes o pequeños (mezquinos o generosos, malintencionados o benevolentes, acidulados o dulces, ríspides o aserenados, y suma y sigue). Y podemos quedarnos en esto, sin hacer la tercera lectura, que es la del humor: nadie puede forjarse a sí mismo más grande de lo que es: una escultura no puede esculpirse a sí misma, pero, aunque pudiera, nunca lograría tallarse más grande de la propia piedra que está trabajando.
Vamos a la parte central de la frase: «Los enanos permanecerían enanos». ¿Estamos, según esto, constreñidos a una realidad inmutable, a un destino que nos obliga a permanecer enanos por más que hagamos? Eso parece decir nuestro germánico dramaturgo: tú te forjas a ti mismo, pero si eres enano, seguirás siendo enano por mucho que hagas. La frase se convierte, pues, en el cuerpo del periódico: una sucesión de jarros de agua fría, que nos hablan de que los políticos siempre serán políticos, de que los corruptos siempre serán corruptos, de que los descerebrados siempre serán descerebrados, de que los ocurrentes siempre dirán chorradas, y suma y sigue.
Llegamos a la opinión, y concluimos la lectura del periódico. Esto que dice el dramaturgo alemán, ¿es verdad? Leamos a nuestro columnista favorito: No, no es verdad. Aunque parece que Kotzebue dice eso, hay algo más en su frase: Tu grandeza está en tu interior, no tanto en tus actos. Y es tu interior lo que debes forjar. Forja que se hace, no sólo, pero sobre todo, en contacto con los demás. Y es ahí donde, independientemente del tamaño de piedra que tenga tu aspecto, puedes haber esculpido un Miguel Ángel, un Rodin o un canto rodado. No es el hacer (el subir a los Alpes), sino el ser, lo que importa, lo que determina nuestra auténtica y verdadera grandeza. Y el ser hay que forjarlo, tallarlo, esculpirlo, modelarlo, formarlo. Dediquemos a eso nuestro afán.
Seamos Davides o Piedades de Miguel Ángel, Besos o Pensadores de Rodin, Venus griegas...
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