Ir al contenido principal

Un pensamiento de Nicolás de Maquiavelo

Hola, corazones.

Ayer cuando llegué a mi casa y guardé en el armario la corbata y la camisa que me acababa de comprar, tuve una especie de pálpito relacionado con la ropa. Esta misma semana, al sacar por fin los pantalones de verano del altillo y probármelos, había tenido más o menos la misma sensación. Veréis, creo que las prendas son capaces de comunicarse entre ellas, y de alguna manera también con nosotros, sus dueños o portadores. Si no, ¿cómo se explica que, tras medio año guardaditos en una caja, más de la mitad de los pantalones hayan decidido a la vez reducir la cintura y, encima, decírmelo, todos, el mismo día? Considero una grosería y una auténtica revuelta por su parte, que ha acabado con muchos de ellos en el contenedor. ¿Por qué cada vez que una nueva camisa entra en el armario, las otras comienzan a gritar pugnando por su espacio, quejándose de que se arrugan, y arrugándose de mala manera para manifestar su disgusto por tener que cederle su sitio a «la nueva, esa advenediza con ínfulas de favorita»? ¿Y las corbatas? Resulta que la semana pasada me regalaron una corbata, verde, muy mona, con logotipitos de Aldeas Infantiles. Y ayer me compré otra, de un color casi naranja fuego, para la próxima boda que tengo (mi norma es una corbata cada dos bodas, aproximadamente). Pues cuando voy a colgarla en su sitio, me encuentro con que la verde, la de Aldeas, ha sido despreciada y humillada por las otras, y ha acabado arrojada al suelo del armario, de donde la recogí hecha casi un ovillo, como una cenicienta maltratada por sus orondas hermanastras, que le decían: «¡Fuera de aquí!, nosotras somos de Hackett, Valentino, Nina Ricci, Adolfo Domínguez, Roberto Verino… ¿No pretenderás compararte a nosotras?». Unas brujas, eso es lo que son. Definitivamente, la ropa vive, y creo que tengo un problema con ella. ¿Será que hay superpoblación en mi ropero? ¿O que necesito un armario más grande? Lo pensaré.

Nada de lo que he contado tiene que ver con la frase-cita que os propongo para hoy, y que casi tampoco voy a comentar, que el tiempo apremia desde que estoy con las agendas. De ahí que haya escogido un pensamiento de esos que sólo te permiten decir «¿Eh?» y seguir adelante, como si no hubieras entendido nada pero no importase. Ved, si no:

«En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven» (Nicolás de Maquiavelo).

Ciertamente, juzgamos más por los ojos que por la inteligencia, y no sólo en el caso de que nos crucemos en la calle con una bella mujer de torneadas piernas y túrgidos pechos caminando con donosura hacia nosotros, o de que tengamos ante nosotros una corbata a rayas verdes, lilas y amarillas con ositos azules y prefiramos rápidamente escoger una más «discreta», como la naranja fuego que me llevé yo ayer. Juzgamos por los ojos muchas cosas, porque nos encanta juzgar, decidir (sobre todo si no va con nosotros: ese tío está como una chota, mira qué cosas hace, ¿has visto qué pintas lleva esa?...). Y ciertamente muchas veces no comprendemos lo que vemos.

Esto pasa mucho, por ejemplo, con el arte. Vemos un esqueleto de 24 metros de largo tirado en el suelo, con la nariz tipo Pinocho y una varita dorada en una mano, y juzgamos rápidamente, sin comprenderlo, qué pinta eso en la puerta de un museo, aunque sea de arte contemporáneo. Es que es un museo de arte contemporáneo, tonto, y es un artista importantísimo, bobo. ¡Ah! Qué genial. O qué mamarrachada. En cualquier caso, en ambos, hemos juzgado por lo que hemos visto, o por lo que nos han dicho que tenemos que juzgar, pero no porque hayamos comprendido de la misa la media ni del esqueleto el omoplato. Es sólo un ejemplo tomado de la prensa de hoy mismo, que nos muestra un museo de arte contemporáneo en Roma.

En fin, que me parece que estoy de acuerdo con Nico cuando dice que juzgamos con los ojos porque o aunque no comprendemos lo que vemos. En lo que no estoy de acuerdo es en que todos vemos, pues hay gente que no ve. No sólo los ciegos. Porque si no comprendes lo que ves, de alguna manera no estás viendo, sólo estás reproduciendo una imagen en una pantalla de tu cerebro, sólo estás siendo un espejo. Para ver, para ver de verdad, hay que comprender.

Y dicho esto, sólo me queda volver a decir la frase de Nico y darle la primera respuesta que se me ha ocurrido cuando la he leído: «En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven». «¿Eh?».

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos. La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respu

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Aristóteles

Buenos días, queridos amigos. No tengo hoy demasiadas ganas de pensar, espero que sepáis perdonarme. Así que me he enganchado al envío diario de Proverbia.net y he agarrado la primera frase que he visto, que responde a la categoría de «sueños» (un día hablaremos de cómo en Proverbia.net clasifican las frases según temas y categorías de una forma que a veces me resulta aleatoria: «Dios te lo pague», un suponer, lo clasificarían en «Dios», lógicamente, pero tampoco sería nada raro que apareciera en «paga», «sueldo», o «retribución»). Y aunque la frase-cita no habla más que de un tipo de sueños, y yo estoy ahora más cerca de las pesadillas o del insomnio que del onírico placer o de la eternidad de la ensoñación, he apuntado la frase, a ver qué sacamos de ella. «Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» (Aristóteles). Ya digo que no tengo muchas ganas de pensar. Y para quien no desea p