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Un pensamiento de Will Durant

Hola, corazones.

¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? ¿Qué fue antes, la contractura o la hernia? No, no es mi intención quejarme lastimeramente para levantar compasión en vuestros generosos y solidarios corazones. Simplemente, constato que ni hernia ni contracturas, ni siquiera espolones, son lo primero. Antes de eso viene una mala postura, un mal hábito. Eso es lo que dicen los profesionales del mundillo sanitario. Claro. Pero trabajar no es un mal hábito, sino sólo el resultado de una necesidad propia y una ajena (la propia, vivir, la ajena, pagarle al banco el préstamo que te dio para vivir donde vives). Y como de momento no voy a dejar de trabajar, y tampoco puedo hacer eso de “pare usted cada media hora y haga diez minutos de relajación muscular de cuello y espalda y cinco minutos de descanso visual” (¡lo que prolongaría una jornada de nueve horas semejante cantidad de paraditas!), pues tendré que apechugar. Total…

Aparte de esto, estoy feliz y pletórico. Mi sensación de vacaciones sigue estando vigente, pues aproximadamente cada dos fines de semana me voy uno fuera y el otro tengo algún evento señalado y extraordinario. La semana pasada fue una boda, esta, una experiencia familiar en Extremadura. No paro. Es como vivir la vida con prisa. «¿Con prisa?». «Sí, con prisa». «No es usted civilizado, entonces». «¿Cómo?, pero, ¿qué dice!, ¿quién es usted para decir tal cosa?». «Soy la frase-cita, caballero, y se lo repito»:

«Ningún hombre con prisa puede considerarse civilizado» (Will Durant).

Pues eso, que hay un escritor estadounidense, de los Estados Unidos de América del Norte al Sur de Canadá y al Norte de México, que responde al nombre de Will Durant y que piensa, dice o afirma que «ningún hombre con prisa puede considerarse civilizado». Yo tenía un profesor de inglés que traducía los nombres de pila: «James is my friend», decía, y traducía: «Santiago es mi amigo»; «Johnny is my friend, too», y traducía: «Juanito también es mi amigo». Siguiendo su ejemplo, podríamos decir que Guille Durante piensa que no se puede ser civilizado si se tiene prisa.

Le veo tantos matices a la frase-cita, que no sé por dónde empezar. Porque no es que yo tenga prisa siempre y para todo, pero suelo caminar bastante rápido, sobre todo si voy solo (cuando voy acompañado, tiendo a igualar mi paso al de mis compañeros de camino). Tampoco es que haya sido demasiado precoz en nada, es decir, que no me he dado ninguna prisa en tener primeras experiencias de ningún tipo, por ejemplo. De ningún tipo. Y aunque vaya corriendo a todas partes no tengo ningún afán por ser el primero, por batir récords o llegar antes que nadie a ninguna parte (eso es relativo, pero no voy a entrar ahorita en detallitos y minoridades). Siempre he pensado (aunque no siempre me aplico la máxima) que eso de «Vísteme despacio que tengo prisa» es una de las máximas o refranes más acertados que conozco, salvo por la cuestión, meramente anecdótica, de que me visto yo solito, con lo cual cada vez que digo la frase resulta que estoy hablando solo y entonces me puedo acusar a mí mismo de desquiciado mental y acabo discutiendo conmigo mismo y el tiempo que he ahorrado en vestirme despacio por tener prisa lo he perdido discutiendo conmigo y al final he llegado tarde, bueno, casi… ¡Uff!

El problema es que la prisa puede llevar consigo muchos acompañantes, y no todos contribuyen a ser civilizados, como dice Guille Durante. Prisa + precipitación, por ejemplo, normalmente da error, y los errores no son buenos (o sí, porque también nos enseñan…). ¡Qué lío! Prisa + atolondramiento, por ejemplo, es un auténtico despropósito que nos inciviliza.

Vivimos en la civilización de la prisa, todos nos movemos con prisa, queremos ahorrar tiempo y esfuerzos en nuestros desplazamientos, todo lo queremos ahora o «para ayer» (expresión esta que suena muchas veces en los centros de trabajo cuando te sueltan una carpeta llena de papeles a las tres de la tarde…), construimos vehículos más rápidos, acortamos distancias (bueno, también, pero quiero decir que modificamos casi a nuestro antojo la relación espaciotemporal entre dos puntos geográficos), corremos aquí, saltamos allá… (premio para quien adivine de dónde viene esto último).

Y sin embargo, necesitamos muchas veces ir despacio para poder comprobar efectos y consecuencias de cada acto, y no ya de cada acto, sino de cada conato, de cada experimento. Y afirmamos que «las cosas de palacio van despacio», porque «en palacio» no tienen prisa y nosotros somos unos impacientes. Podemos colegir de la afirmación de Guille Durante, entonces, que lo civilizado es «el palacio», ese lugar donde las cosas van despacio y donde no existe la prisa, ese lugar donde reina la paciencia? Mira, a ver si lo que nos está recomendando no es más que paciencia y tranquilidad. Y buen tino...

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