Estoy en una situación
anímica rara, complicada. No tengo fuerzas, de verdad lo digo, para
sobrellevar, como sí he hecho en otras ocasiones, tanatorios y funerales. No
tengo fuerzas para ver cómo se van rompiendo las cadenas, mejor, los hilos, que
mantienen unidas a las personas con su historia, con su familia, con sus
progenitores. Llevo mucho tiempo pensando, y este verano lo he comentado en
varias ocasiones, algo que me dijo hace tiempo un amigo cuando murió no
recuerdo bien si su padre o su madre, años después de que hubiera fallecido su
otro progenitor: “Cuando se muere tu padre (o tu madre) sufres, pero tienes al
otro. Cuando se te muere el segundo, te quedas solo, por muy casado que estés,
muchos hijos que tengas, por muchas amistades que te rodeen, por mucha fe que
te sostenga. Te quedas solo, porque pierdes la conexión con tu historia”. Tela…
Esta semana ha fallecido
la madre de un amigo (así lo estimo, y muchos otros amigos míos lo tienen muy
cerca de su corazón y de su intimidad amistosa). Hace aproximadamente un mes
falleció la madre de un compañero de trabajo, al que me ha unido una relación
cordial y que sé que mantiene relación de amistad con otros compañeros que
también son amigos míos. La amistad es una red… Los amigos de mis amigos son
mis amigos, decía la canción, y es verdad: salvo excepciones, uno siempre
acaba sintiendo simpatía por aquellos a quienes tus amigos tienen afecto
verdadero.
No he podido, en el caso de ninguno de estos dos amigos, hacer gran cosa por y con ellos. Sólo
rezar y condolerme desde la distancia, casi sin que ellos se enteren, como si
estuviera ausente de sus vidas. Mi circunstancia personal me lo impide... (¿O
es una excusa?). Lo cierto es que también ando un poco frívolo y tontorrón últimamente,
y perezoso, quizá influido por el ambiente estival, el ocio, o como efecto de
la huida de una realidad más difícil… No sé.
El caso es que ando en
esas. Perdóneseme esta confesión. La necesitaba. Comprendo que resta, más que
sumar, pero la necesitaba…
Lo cierto es que ando
intentando salir de esa frivolidad, de esa inactividad, y soy consciente, cada
vez más, de que no puedo huir de las cosas, sino afrontarlas. Reflexión que
quizá esté influida por el mes: septiembre, por la vuelta al cole y a la rutina
laboral, por el comienzo del curso en mis actividades extralaborales
voluntarias… Será septiembre…
Y en estas, miro el
calendario de Cáritas por su página de septiembre y me encuentro una cita de un
libro publicado (ya es casualidad) en San Pablo, un libro de José Antonio
Pagola. El bueno o el malo, depende de quien lo mire. La cita me ha gustado.
Viene muy bien para el mes, y me viene muy bien para decirme a mi mismo que me
mueva de una vez y me deje de tonterías. Dice así:
En realidad, la hora de humanizar
la vida es esta, y la siguiente, y la anterior y la de dentro de dos horas…
Siempre deberíamos actuar y comportarnos con ánimo de humanizar la vida. No con
ánimo no: no queremos ser buenrollistas sin fundamento. Siempre deberíamos
actuar y comportarnos humanizando la vida. En activo.
Ahora bien, ¿cómo se hace eso?
Desde luego, saliendo del ombligo, levantando el culo del sillón (ha dicho
culo, jajajaja), mirando alrededor, con los sentidos y el corazón abiertos.
Condoliéndonos con quien pierde un ser querido, no frivolizando con la muerte
de nadie, ya sea banquero o narcotraficante… Escuchando al que nos habla, y
hablando claro, sin indirectas que nadie entiende ni tiene tiempo ni ganas de
descifrar… Poniendo los cinco sentidos en lo que se hace, y sobre todo
echándole amor a las cosas (sí, a las lentejas también, y a las vueltas al
tornillo para que la estantería quede bien fija, y al freno y al volante y al
intermitente, y al cliente que no para de preguntar precios y nunca se lleva
mas que un moquero…).
Uf, que nadie se tome esto como
un sermón. Esta es de las veces en que lo que escribo está directamente
dirigido a mí mismo, a leerlo y darme a mí mismo un buen capón, mirarme al
espejo con reproche y decirme, como me decía mi abuela: ¡Vaaamos! Muévete,
hombre…
Pues eso, que es la hora de
trabajar activamente, de luchar… Un momento…: de luchar, por qué, con qué
objeto, buscando alcanzar qué, defendiendo qué…; tendré que contestarme todo
esto antes de coger la mauser y liarme a ratatatatatas antes de tiempo (está
inutilizada, no lograría más que muertes de juguete, no temáis). Vuelvo: es
tiempo de trabajar activamente, de luchar, de humanizar la vida…
Me quedo con lo último. Es tiempo
de humanizar la vida. Y prefiero hacerlo sonriendo al conductor del autobús que
pegando carteles que rezan “juicio y condena” (pero piltrafilla, tu cartel es un
contrasentido: si ya le has condenado, ¿por qué vas a hacer el paripé de juzgarlo?
¡Anda, anda!). Prefiero hacerlo dando Momentos de sabiduría que Retazos de
estulticia… [Hablando de todo un poco: es momento de ponerme a fondo con una
segunda entrega de mi hijito, que ya va siendo mayor…]
Seguiré. Ahora tengo que dejarlo,
que me voy a humanizar la vida sonriendo al camarero que me pone la cerveza al
otro lado de la barra… (ahora, cuando lo escribo, son casi las nueve de la
tarde, no vaya a pensar nadie que ando de birras de madrugada…).
Comentarios