Ayer
mismo parece que fue cuando decía, abrumado por las terribles noticias llegadas
de todos los allendes imaginables, que lo único que me queda por hacer es
llorar y rezar. Y en esas hemos de seguir, pues las noticias siguen siendo las
mismas o peores: guerras, persecuciones, masacres, asesinatos, violaciones,
esclavitudes, devastaciones… Casi parece que dé igual hacia dónde mirar. Nos
enteramos aunque a veces no quisiéramos enterarnos, y no siempre parece
importarnos, aunque es más un callo protector que una indiferencia real. Nos lo
cuentan los mismos periodistas a los que también matan, los mismos periodistas
a los que también intentan hacer callar, los mismos periodistas a los que, a
veces, otorgan un reconocimiento. O a los que despiden, para contratar a otros
que no son tan periodistas...
No tengo
hoy tiempo para hacer una reflexión sistemática, o al menos mínimamente
ordenada, sobre los últimos acontecimientos violentos que están llenando (o no)
las páginas de los periódicos. Ni sobre la profesión periodística, tan
denostada y criticada a veces, tan exageradamente elogiada otras. Pero sí
quiero aportar una pequeña reflexión sobre la profesión, sobre la calidad
humana del periodista (del periodista de verdad, del que es limpio, honesto, sincero,
veraz…), que hace uno de los grandes maestros del gremio:
«Para
ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas
personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede
intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus
dificultades, sus tragedias»
(Ryszard Kapuscinski).
Ojo, no nos confundamos. No está
diciendo don Ricardo que los
periodistas sean, por el mero ejercicio de la profesión, buenas personas, sino
que solo siendo buena persona se puede llegar a ser buen periodista (bueno, y
la práctica y las oportunidades ayudan, claro). Pero lo importante es eso: ser
buenos seres humanos.
Para ser periodista y para ser
cualquier cosa, me diréis. Con razón, ya que una de las tendencias naturales
del ser humano es ser buena persona, que es mucho más que ser simplemente bueno
o poner en práctica la bondad. Algo que viene repetido muchas veces en la Biblia: sed santos, sed perfectos…
Pero estábamos hablando de los
periodistas. ¿Por qué han de ser especialmente buenas personas? Por la materia
con la que trabajan: los hechos, las acciones, las palabras, los pensamientos,
las intenciones, las dificultades, las penurias, los intereses, los errores de
los demás. Es una materia sumamente delicada, que se puede manipular, retorcer,
trastocar, deformar… Es una materia inmensamente frágil, que se puede romper
casi solo con mirarla, y a la vez tan dúctil y maleable que es muy fácil darle
la vuelta hasta hacer que parezca lo que no es… Es una materia tan sutil como
sutil es lo que se construye con ella: la verdad, o al menos un fragmento, un
ápice, un atisbo de verdad…
Por eso un periodista, más que
otro profesional, tiene que ser buena persona: atento, amable, comprensivo,
paciente, educado, respetuoso, sincero, solidario, generoso, compasivo, justo…
También tiene que serlo el que trabaja con la electricidad, con el abono del
campo o con los números del banco, pero estaréis de acuerdo conmigo que el
encargado de explicar una noticia, sobre todo si esta tiene un alcance
importante, tiene que ser una buena persona.
Además de eso, un buen periodista
tiene que saber manejar otra serie de herramientas, como el lenguaje, la
capacidad de discernimiento, la estratificación del pensamiento, la lógica, la
curiosidad… Y también la sospecha, el inconformismo, la persistencia, la
tenacidad… Todo esto sin hablar de lo que necesita saber para poder comprender
y contextualizar cada noticia dentro de su ámbito y de su tema específico, y lo
que necesita dominar para que su trabajo se materialice en un medio, el que
sea, y llegue a sus destinatarios.
Vamos, que no es broma, que no es
cierto eso de que para periodista valemos todos. Tengo muchas y serias dudas de
que yo mismo valga…
Pero hay buenos periodistas. Muchos.
Yo conozco a varios. A varias (no sé si hay más mujeres que son buenas
periodistas o simplemente que hay más mujeres periodistas; lo que sí sé es que
hay más mujeres que son buenas personas). Y lo bueno que tiene conocer a un
buen periodista es tener la certeza de que a la vez estás conociendo a una
buena persona.
Como las buenas personas que han
ido al cielo estos días con la cabeza en la mano. Como las buenas personas que
han visto su esfuerzo, su compromiso, su dedicación, reconocido internacionalmente
en medio de la dificultad. Como las buenas personas que están ahí, todos los
días, trabajando con materia sagrada: lo que acontece a unos seres humanos para
contárselo a otros seres humanos.
Y quien no comprenda esto quizá
no sea tan buena persona…
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