Buenos días, queridos amigos.
Llevo toda la semana bajo la influencia psicológica de los ataques que una pequeña parte de mi anatomía está infligiendo a mi voluntad, a mi resistencia, a mi paciencia y a mi sentido del humor. Y aunque parece que los medicamentos están comenzando a surtir efecto, todas estas capacidades que he citado, y alguna otra, han quedado muy mermadas por la pertinaz y a la vez feroz insistencia de mi afección. Digo esto para que sepáis perdonar mis impertinencias si las hubiere.
La frase-cita que traigo hoy a colación no tiene, afortunadamente para vosotros, mucho que ver con mi estado (ni anímico ni fisiológico), sino más bien con ese espectro de relativismo y de darlavueltaalatortillismo tan de moda hoy en día. Cada cual es cada quien y tiene su cadaunada, dice un refrán moderno. Y debe de ser cierto. No me adelanto a comentar la frase. Os cuento, simplemente, cómo ha llegado hasta mí. Ayer logré reunir tiempo para recopilar, una a una, mensaje a mensaje, todos las frases que Proverbia.net envía diariamente a mi dirección de correo. La última vez que hice esa limpieza era, creo recordar, mayo, lo que significa que frase-citas había muchas. Algunas de ellas ya las habéis conocido. Pues bien, una vez copiadas a un documento de Word y debidamente organizadas por autor en orden alfabético, pasaron a engrosar el documento madre del cual extraigo año tras año los 365 pensamientos que adornan mis agendas. Y una de esas frases, que en su momento pasó absolutamente inadvertida, ayer saltó a mi vista de manera clamorosa. Tanto que hoy os la propongo como la reflexión semanal de esta estrambótica mente mía:
«El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no hay receta de la vida que vaya bien para todos» (Carl Gustav Jung).
Carlos Gustavo, tienes nombre de rey y apellido tarzanesco, y además perteneces al club de las profesiones sesudas, pero aparentemente te has lucido. Comienzas tu frase con una zapateresca obviedad: no todo el mundo tiene el pie igual de grande, ni de ancho ni de largo, ¡pues claro! A eso se le llama talla: yo tengo el 43, otros el 39 y algunos incluso el 46 (a partir de ahí el vulgo llama barcas a los zapatos). Esto lo sabemos todos, y lo comprendemos todos. Y el que no lo comprenda, que comience a asistir a la consulta de algún colega tuyo, que mal le va la olla.
Menos mal que luego cambias de tercio y afirmas cosas más importantes: «No hay receta de la vida que vaya bien para todos». Cierto, ¿no? Todo en la vida es como una canción (perdón por el desvarío: me vino la canción al comenzar a escribir la frase). Todo en la vida, repito, es una constante elección, y esa elección nunca es igual para nadie: unos eligen ciencias y otros letras, unos mecánica y otros informática, unos fútbol y otros baloncesto, unos rubias y otros morenas, unos matrimonio y otros monacato… Perdonad el simplismo: la mayor parte de las elecciones de la vida no son, además, entre dos únicas posibilidades, sino que son múltiples los caminos que se pueden seguir, las direcciones hacia las que orientar la vida, y están siempre en constante imbricación con las elecciones anteriores e incluso con las expectativas venideras.
Por lo cual parece fácil reconocerle a Carlos Gustavo la razón: no hay receta de la vida que vaya bien para todos, pues la vida de cada uno es distinta, y es cada uno quien tiene que vivir su vida.
Pero, ¿no hay recetas válidas y universales? ¿Todo es relativo? ¿No hay nada que sea bueno, intrínsecamente bueno? Yo creo que sí lo hay. Creo que, aunque a nadie se le debería decir aquello de «lo que tienes que hacer es…» (quien me conoce sabe que es la fórmula para que haga exactamente lo contrario), sí hay cosas que sabemos que debemos hacer; sí hay direcciones que sabemos que debemos tomar, pues son más correctas que otras; sí hay opciones más destacadas que otras a la hora de elegir, y lo sabemos. Otra cosa es que deseemos hacer caso de lo que sabemos.
Vamos, que aunque «el zapato que va bien a una persona es estrecho para otra», todos los zapatos tienen una (o varias) partes que aíslan el pie del suelo (la fundamental se llama suela) y una (o varias) partes, unidas a la suela, que cubren total o parcialmente el pie (punta, pala, lengüeta…). Vamos, que sí hay recetas universales. Claro que son muy generales, y luego, como a las partes del zapato, debemos darles forma concreta. Son el bien, el amor, la paz, la autoestima…
Llevo toda la semana bajo la influencia psicológica de los ataques que una pequeña parte de mi anatomía está infligiendo a mi voluntad, a mi resistencia, a mi paciencia y a mi sentido del humor. Y aunque parece que los medicamentos están comenzando a surtir efecto, todas estas capacidades que he citado, y alguna otra, han quedado muy mermadas por la pertinaz y a la vez feroz insistencia de mi afección. Digo esto para que sepáis perdonar mis impertinencias si las hubiere.
La frase-cita que traigo hoy a colación no tiene, afortunadamente para vosotros, mucho que ver con mi estado (ni anímico ni fisiológico), sino más bien con ese espectro de relativismo y de darlavueltaalatortillismo tan de moda hoy en día. Cada cual es cada quien y tiene su cadaunada, dice un refrán moderno. Y debe de ser cierto. No me adelanto a comentar la frase. Os cuento, simplemente, cómo ha llegado hasta mí. Ayer logré reunir tiempo para recopilar, una a una, mensaje a mensaje, todos las frases que Proverbia.net envía diariamente a mi dirección de correo. La última vez que hice esa limpieza era, creo recordar, mayo, lo que significa que frase-citas había muchas. Algunas de ellas ya las habéis conocido. Pues bien, una vez copiadas a un documento de Word y debidamente organizadas por autor en orden alfabético, pasaron a engrosar el documento madre del cual extraigo año tras año los 365 pensamientos que adornan mis agendas. Y una de esas frases, que en su momento pasó absolutamente inadvertida, ayer saltó a mi vista de manera clamorosa. Tanto que hoy os la propongo como la reflexión semanal de esta estrambótica mente mía:
«El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no hay receta de la vida que vaya bien para todos» (Carl Gustav Jung).
Carlos Gustavo, tienes nombre de rey y apellido tarzanesco, y además perteneces al club de las profesiones sesudas, pero aparentemente te has lucido. Comienzas tu frase con una zapateresca obviedad: no todo el mundo tiene el pie igual de grande, ni de ancho ni de largo, ¡pues claro! A eso se le llama talla: yo tengo el 43, otros el 39 y algunos incluso el 46 (a partir de ahí el vulgo llama barcas a los zapatos). Esto lo sabemos todos, y lo comprendemos todos. Y el que no lo comprenda, que comience a asistir a la consulta de algún colega tuyo, que mal le va la olla.
Menos mal que luego cambias de tercio y afirmas cosas más importantes: «No hay receta de la vida que vaya bien para todos». Cierto, ¿no? Todo en la vida es como una canción (perdón por el desvarío: me vino la canción al comenzar a escribir la frase). Todo en la vida, repito, es una constante elección, y esa elección nunca es igual para nadie: unos eligen ciencias y otros letras, unos mecánica y otros informática, unos fútbol y otros baloncesto, unos rubias y otros morenas, unos matrimonio y otros monacato… Perdonad el simplismo: la mayor parte de las elecciones de la vida no son, además, entre dos únicas posibilidades, sino que son múltiples los caminos que se pueden seguir, las direcciones hacia las que orientar la vida, y están siempre en constante imbricación con las elecciones anteriores e incluso con las expectativas venideras.
Por lo cual parece fácil reconocerle a Carlos Gustavo la razón: no hay receta de la vida que vaya bien para todos, pues la vida de cada uno es distinta, y es cada uno quien tiene que vivir su vida.
Pero, ¿no hay recetas válidas y universales? ¿Todo es relativo? ¿No hay nada que sea bueno, intrínsecamente bueno? Yo creo que sí lo hay. Creo que, aunque a nadie se le debería decir aquello de «lo que tienes que hacer es…» (quien me conoce sabe que es la fórmula para que haga exactamente lo contrario), sí hay cosas que sabemos que debemos hacer; sí hay direcciones que sabemos que debemos tomar, pues son más correctas que otras; sí hay opciones más destacadas que otras a la hora de elegir, y lo sabemos. Otra cosa es que deseemos hacer caso de lo que sabemos.
Vamos, que aunque «el zapato que va bien a una persona es estrecho para otra», todos los zapatos tienen una (o varias) partes que aíslan el pie del suelo (la fundamental se llama suela) y una (o varias) partes, unidas a la suela, que cubren total o parcialmente el pie (punta, pala, lengüeta…). Vamos, que sí hay recetas universales. Claro que son muy generales, y luego, como a las partes del zapato, debemos darles forma concreta. Son el bien, el amor, la paz, la autoestima…
Comentarios