Ir al contenido principal

Un pensamiento de Enrique Jardiel Poncela

Hola, corazones.

Choco contra un muro muchas veces al día. Un muro que se construye cuando la gente alrededor de uno te oye pero no te hace caso, hace como que te escucha pero cuando se da la vuelta se ha olvidado, te responde hasta con halagos a la buena idea que has aportado y a continuación dispone las cosas para que todo vaya, precisamente, en la dirección contraria. El muro que te plantifica quien, una vez tras otra, después de oír tus quejas sobre un asunto y darte aparentemente la razón, poniendo alguna excusa benévola para justificarse, continúa en sus trece y no modifica un ápice aquello de lo que tú te estás quejando y que sólo está en su mano modificar. No sé si estaré siendo muy críptico, o quizá no, pero me resulta recurrente esta sensación de volver impotente sobre el mismo punto, caer en el mismo error (no, no es un error, al menos no mío, cuando denuncio una y otra vez que algo no funciona en el engranaje), repetir «sisífeamente» (al modo de Sísifo, al estilo de Sísifo, a la manera de Sísifo, que es una manera, sí, sí, os lo prometo, muy fea, además) lo mismo una y otra vez…

Pero a mí no me obligan los dioses a empujar la misma piedra cuesta arriba hasta que rueda otra vez al abismo, ni a bajar de nuevo a buscarla y volver a empezar la misma operación. No me obligan los dioses, porque no son dioses. Ni siquiera héroes, esos personajes híbridos que tanto gustaron en la mitología griega. Quienes pretenden que yo me sienta Sísifo son sólo personas, nada más que personas… Personas como yo, quizá con algo de poder (al menos eso es lo que piensan cuando te ordenan desde su ventanilla que vuelvas mañana…), pero ese es un poder envenenado, torpe, que se puede volver contra ellos mismos. Porque, puestos a derrotar a alguien, ¿quién perderá, Sísifo, empujando una y otra vez cuesta arriba la bola, o los dioses, entretenidos en imponer castigos con una mano mientras con la otra intentan penetrar la túnica de alguna diosa o doncella de buen ver? ¿El que, día tras día, cumple con su cometido, o el que juega con los hilos del que cree marioneta?

Te digo yo que si no es por paciencia, será por cabezonería, pero esta batalla la gano yo, majetes. Será que no os he avisado.

Y vamos ahora con la frase-cita de la semana. Pensaba yo: Después de esto, ¿qué frase-cita vendrá bien? Pues ha llegado El Mundo con la solución.

«Se es más esclavo de los débiles que de los fuertes» (Enrique Jardiel Poncela).

Es cierto que el diario El Mundo hila más fino que yo, y siempre hace coincidir la frase-cita de su cabecera con las noticias que ocupan la primera página. En esta ocasión, nos habla de que Rajoy traga Camps y de que los hospitales y las morgues están llenas en Libia gracias a Gadafi. No voy a comentar ninguna de las dos noticias, pues no es este espacio para la discusión política (en mi blog no se discute: es mío y ya). Comentemos, pues, la frase-cita de don Enrique, prolífico y divertido dramaturgo del absurdo español (las dos cosas: don Enrique era español y el absurdo que él llevaba a escena, también).

Si repasamos la historia de la humanidad, y nos fijamos en aquellas figuras que más han destacado por esclavizar a sus congéneres, seguro que nos sale una lista alongada, salpicada de lo más florido de la crueldad. No tenemos ahora más que pensar, desde la psicología, desde la antropología, desde la filosofía o desde la teología cuántos de esos prohombres (y promujeres, que haberlas hailas, húbolas y habrálas) fueron, en realidad, débiles y no fuertes. ¿A que salen infinidad de nombres? Pues eso.

Vayamos a estratos más cercanos a nuestra vida cotidiana. ¿Cómo son, en realidad, esos niños, grandullones o no, que se dedican a machacar a sus compañeros, los amenazan, los critican, los ridiculizan, en definitiva, los someten al más despiadado y cruel trato, llamado ahora bullying? Débiles. Asquerosamente débiles. ¿Cómo son en realidad esos matones de barrio, de bar, de vecindad, que te gritan al oído cuando gana su equipo y no consienten ni que rechistes? Débiles. ¿Y esas vecinas que, con la oreja detrás de la puerta y la mirada bajo el visillo te hacen la vida imposible? Débiles.

Queridos, los débiles ostentan el poder porque el resto nos dedicamos a otras cosas que nos resultan más interesantes y fructíferas. Y claro, así nos va, que de pronto nos encontramos atrapados en un pasillo sin final, en un proceso eterno (¡qué bien los retató Kafka!), encadenados a un débil poderoso que tiene la sartén por el mango y aprieta tuercas y tornillos a nuestro alrededor.

Pero ante esta situación, tengo un mensaje que quiero compartir, un mensaje que no es mío, que he tomado prestado de otros, y que, salpimentado con mi peculiar y absurda teatralidad (¿qué tal, don Enrique, voy bien?), ofrezco al universo:

We shall never surrender!

Have a nice day, my dear friends.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos. La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respu

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Aristóteles

Buenos días, queridos amigos. No tengo hoy demasiadas ganas de pensar, espero que sepáis perdonarme. Así que me he enganchado al envío diario de Proverbia.net y he agarrado la primera frase que he visto, que responde a la categoría de «sueños» (un día hablaremos de cómo en Proverbia.net clasifican las frases según temas y categorías de una forma que a veces me resulta aleatoria: «Dios te lo pague», un suponer, lo clasificarían en «Dios», lógicamente, pero tampoco sería nada raro que apareciera en «paga», «sueldo», o «retribución»). Y aunque la frase-cita no habla más que de un tipo de sueños, y yo estoy ahora más cerca de las pesadillas o del insomnio que del onírico placer o de la eternidad de la ensoñación, he apuntado la frase, a ver qué sacamos de ella. «Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» (Aristóteles). Ya digo que no tengo muchas ganas de pensar. Y para quien no desea p