El pensamiento o frase-cita de hoy me llegó el miércoles a través del correo electrónico debido a mi suscripción diaria a Proverbia.net, ese almacén de frases. Me gustó, y me dije (en voz baja, que ahora ya no estoy solo en el despacho): Esta, «pal» viernes. Y la Agenda de San Pablo de hoy me da un buen complemento (cogido por el forro, al menos lo es) para redondear la jugada. Así que hoy, de nuevo, doble ración de caldo de pensamientos (hum, habrá que estudiar la receta: un litro de caldo de ave, dos ramos de pensamientos morados, pimienta, guindilla…):
«Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre viene a demostrar algo» (Thomas Alva Edison).
«No desanimarse por el pasado, ni angustiarse por el futuro, sino vivir con entusiasmo el presente» (Thomas Carlyle).
Acabo de caer en la cuenta de que tenemos (o hemos convocado) a dos tomases en diálogo. Uno que afirma que cuando fallas no es que falles, es que obtienes de ese fallo una demostración: la de que lo que pensabas o esperabas no era cierto. Pero lo dice de forma optimista, ¿verdad?, ¿o sólo me lo parece a mí? Veamos.
Tomás el bombillitas, es decir, el Edison, se pasó la vida probando, probando, y a veces acertaba, y otras, muchas, fallaba. Pero los fallos no lo desanimaron, sino que lo impulsaron a seguir adelante, a seguir probando e intentándolo, a buscar los errores en sus planteamientos iniciales, a buscar qué demostraba cada fallo. Es cierto que este hombre andaba siempre con la bombillita iluminada, como los dibujos animados cuando se les ocurre algo, por muy marca ACME que sea aquello, y que no todos somos prohombres de ciencia, pero todos tenemos experiencias, de muy diverso género y calidad, y estas son susceptibles de ser contempladas como fracasos o como retos, como conclusiones o como prólogos.
Tomás el bombillitas invita pues, con muy pocas palabras, a muchas cosas: al optimismo, a no dejarse llevar por el desánimo, a mantener la sangre fría y el cerebro lúcido, a razonar, a investigar, a seguir adelante. Yo diría, además, que todo esto es tan válido en la investigación científica como en la vida misma. Cada experiencia que tenemos, podemos interpretarla como un fracaso, es decir, como un final, un seacabó, un hastaquí, o como una demostración, una enseñanza, una proposición. Depende de con qué bombilla ilumine cada cual su experiencia.
Y una vez que Tomás bombillas Edison ha hablado, Tomás Carlyle, que no era investigador, sino ensayista, que no hacía experimentos, sino ensayos y críticas, llega y nos dice que no tenemos más que el presente para vivir, y que cualquier experiencia que tengamos o hayamos tenido, o pensemos que vamos a tener (hay que ser aguafiestas y cenizo para anticiparse y pensar eso), no deben desanimarnos ni angustiarnos. Es cierto que muchas veces nos alcanzan el desánimo y la angustia, y que hay experiencias que no son de un momento, sino duraderas, con visos de perpetuidad o al menos de prolongarse en el tiempo como incómodos inquilinos o pertinaces golondrinos, pero son experiencias, en cualquier caso, que debemos o deberíamos afrontar con optimismo y con esperanza, siempre, por supuesto, con los pies en la tierra, e intentando no dejarnos llevar ni por el desánimo y la angustia de los que nos habla Carlyle ni por la pasividad que parece pretender evitar Tomás Edison.
En fin, no sé si me aclaro, pero yo diría que los tomases nos dan hoy una lección de optimismo realista, o de visión optimista de la realidad.
Claro que hay cosas, Tomás, Tomás, que quizá se pueden creer sin haberlas visto…
«Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre viene a demostrar algo» (Thomas Alva Edison).
«No desanimarse por el pasado, ni angustiarse por el futuro, sino vivir con entusiasmo el presente» (Thomas Carlyle).
Acabo de caer en la cuenta de que tenemos (o hemos convocado) a dos tomases en diálogo. Uno que afirma que cuando fallas no es que falles, es que obtienes de ese fallo una demostración: la de que lo que pensabas o esperabas no era cierto. Pero lo dice de forma optimista, ¿verdad?, ¿o sólo me lo parece a mí? Veamos.
Tomás el bombillitas, es decir, el Edison, se pasó la vida probando, probando, y a veces acertaba, y otras, muchas, fallaba. Pero los fallos no lo desanimaron, sino que lo impulsaron a seguir adelante, a seguir probando e intentándolo, a buscar los errores en sus planteamientos iniciales, a buscar qué demostraba cada fallo. Es cierto que este hombre andaba siempre con la bombillita iluminada, como los dibujos animados cuando se les ocurre algo, por muy marca ACME que sea aquello, y que no todos somos prohombres de ciencia, pero todos tenemos experiencias, de muy diverso género y calidad, y estas son susceptibles de ser contempladas como fracasos o como retos, como conclusiones o como prólogos.
Tomás el bombillitas invita pues, con muy pocas palabras, a muchas cosas: al optimismo, a no dejarse llevar por el desánimo, a mantener la sangre fría y el cerebro lúcido, a razonar, a investigar, a seguir adelante. Yo diría, además, que todo esto es tan válido en la investigación científica como en la vida misma. Cada experiencia que tenemos, podemos interpretarla como un fracaso, es decir, como un final, un seacabó, un hastaquí, o como una demostración, una enseñanza, una proposición. Depende de con qué bombilla ilumine cada cual su experiencia.
Y una vez que Tomás bombillas Edison ha hablado, Tomás Carlyle, que no era investigador, sino ensayista, que no hacía experimentos, sino ensayos y críticas, llega y nos dice que no tenemos más que el presente para vivir, y que cualquier experiencia que tengamos o hayamos tenido, o pensemos que vamos a tener (hay que ser aguafiestas y cenizo para anticiparse y pensar eso), no deben desanimarnos ni angustiarnos. Es cierto que muchas veces nos alcanzan el desánimo y la angustia, y que hay experiencias que no son de un momento, sino duraderas, con visos de perpetuidad o al menos de prolongarse en el tiempo como incómodos inquilinos o pertinaces golondrinos, pero son experiencias, en cualquier caso, que debemos o deberíamos afrontar con optimismo y con esperanza, siempre, por supuesto, con los pies en la tierra, e intentando no dejarnos llevar ni por el desánimo y la angustia de los que nos habla Carlyle ni por la pasividad que parece pretender evitar Tomás Edison.
En fin, no sé si me aclaro, pero yo diría que los tomases nos dan hoy una lección de optimismo realista, o de visión optimista de la realidad.
Claro que hay cosas, Tomás, Tomás, que quizá se pueden creer sin haberlas visto…
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