La victoria de Nadal, Rafa Nadal, nos fue comunicada por la misma amistosa voz que nos va radiando cada rato quiénes son los autores firmantes en cada caseta. Y a partir de ese momento, la Feria pareció revivir, pues había entrado en una especie de decadencia (al menos para nosotros) desde un espléndido jueves.
Es quizá la única anécdota, salvo el cariño con que nuestros autores pasan el tiempo con sus lectores y con nosotros, que podríamos recibir el nombre de "personal de caseta". No puedo hablar de todos, pues sólo he estado el jueves y el domingo, ambos días por la tarde, debido a que tengo una intensa vida social y sobre todo una intensa vida coral. Pero sí puedo hablar de la amabilidad de Juan Rubio, que tiene una conversación inteligente y llena de actualidad, y también de Violeta Monreal, ese prodigio de ilustradora que con dos trocitos de papel y un rotulador te construye una ciudad, te pinta un hada o te pone bajo la protección de un angelito. O la agradable visita por sorpresa de Kiko Lorenzo y Beatriz I. Amann con su bebé. O la de Javier Fonseca, que espero que acabe convirtiéndose también en autor de San Pablo.
Poco más puedo reseñar, salvo que ya han aparecido los frikis: personajes como el que se acerca para presentarte un sujetalibros y se encara con nuestro autor reclamando su atención; o el que, acompañando a un amigo suyo, se enfada porque su amigo no está siendo atendido inmediatamente, sino que debe esperar a que atendamos a otros clientes que se habían acercado previamente a la caseta; o el que corea sus protestas recorriendo la Feria en bicicleta, con un megáfono y un montón de pancartas en la mano. Frikis siempre ha habido, de un signo u otro (los que un año reclamaron en medio de la Feria una "vivienda digna" también me parecieron frikis, pues mientras ellos la pedían a gritos en el Retiro, otros estábamos trabajando para poder pagar nuestra vivienda digna de muy pocos metros), pero este año aún no me había topado con ninguno.
En fin, bienvenidos sean también, aportan una nota de color, provocan una sonrisa, un comentario, y ayudan a pasar la tarde en la que las ventas, como el domingo, aflojan.
Es quizá la única anécdota, salvo el cariño con que nuestros autores pasan el tiempo con sus lectores y con nosotros, que podríamos recibir el nombre de "personal de caseta". No puedo hablar de todos, pues sólo he estado el jueves y el domingo, ambos días por la tarde, debido a que tengo una intensa vida social y sobre todo una intensa vida coral. Pero sí puedo hablar de la amabilidad de Juan Rubio, que tiene una conversación inteligente y llena de actualidad, y también de Violeta Monreal, ese prodigio de ilustradora que con dos trocitos de papel y un rotulador te construye una ciudad, te pinta un hada o te pone bajo la protección de un angelito. O la agradable visita por sorpresa de Kiko Lorenzo y Beatriz I. Amann con su bebé. O la de Javier Fonseca, que espero que acabe convirtiéndose también en autor de San Pablo.
Las manos de Violeta Monreal dibujando una de sus dedicatorias
Poco más puedo reseñar, salvo que ya han aparecido los frikis: personajes como el que se acerca para presentarte un sujetalibros y se encara con nuestro autor reclamando su atención; o el que, acompañando a un amigo suyo, se enfada porque su amigo no está siendo atendido inmediatamente, sino que debe esperar a que atendamos a otros clientes que se habían acercado previamente a la caseta; o el que corea sus protestas recorriendo la Feria en bicicleta, con un megáfono y un montón de pancartas en la mano. Frikis siempre ha habido, de un signo u otro (los que un año reclamaron en medio de la Feria una "vivienda digna" también me parecieron frikis, pues mientras ellos la pedían a gritos en el Retiro, otros estábamos trabajando para poder pagar nuestra vivienda digna de muy pocos metros), pero este año aún no me había topado con ninguno.
En fin, bienvenidos sean también, aportan una nota de color, provocan una sonrisa, un comentario, y ayudan a pasar la tarde en la que las ventas, como el domingo, aflojan.
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