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Un pensamiento de Albert Einstein

Hola, corazones.

Cada vez me gusta más ir en autobús, sobre todo en la línea 21. Siempre que llego a Colón dirijo la atención al mismo punto y contemplo –¿cómo diría, con arrobo, extasiado, emocionado, admirado…?– cómo ondea al viento la enorme bandera de España que preside la ciudad desde el centro de la plaza. Qué queréis, yo soy de símbolos, y la bandera es uno de los que más cosas me lleva a la cabeza y al corazón. Pues bien, hoy me he dado cuenta de que la bandera ha sido remendada. Una pieza de tela tan grande expuesta a la intemperie se estropea, y seguramente hace poco el extremo opuesto al asta, de tanta sacudida, había comenzado a tener flecos y jirones. Así que han cosido un remate nuevo. Un remate que también en un símbolo: cuando algo se llena de jirones hay que remendarlo, cuando una bandera se llena de jirones hay que remendarla, cuando un país se llena de jirones…

Una reflexión esta de la bandera nacional (por cierto, también se la llama enseña, docente término con el que también cumple) que me ha tenido ocupado hasta que he llegado a mi parada. Y una vez en el trabajo, ya sabéis, todo es buscar la frase-cita que me va a permitir desarrollar mi particular adicción a las teclas de mi pecé. La de hoy, la frase-cita, me la proporciona el envío diario de Proverbia.net, y tiene que ver con los símbolos, como referentes que son al misterio, a aquellas realidades inabarcables que requieren de imágenes o símbolos para dársenos a conocer, o mejor, para permitirnos experimentarlas.

«El misterio es la cosa más bonita que podemos experimentar. Es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos» (Albert Einstein).

Albert Einstein, ese señor de pelo revuelto que saca desvergonzado la lengua a todo el mundo desde miles de pósters y camisetas, dice cosas muy interesantes, y muchas de ellas no tienen nada que ver con esa relatividad que tanto importa y no siempre es tan absolutamente cierta (de ahí que sea, precisamente, relativa). Esta frase-cita lo demuestra: don Alberto mira al misterio y no lo relativiza, sino que lo convierte (lo bautiza) como un absoluto, ya que dice que es «la cosa más bonita» (si es la más bonita, no hay nada más bonito que eso, con lo cual el misterio es un absoluto, no un relativo).

Y por si fuera poco, añade que es «la fuente de todo arte y ciencia verdaderos». Es decir, que el misterio es un absoluto del que emanan el arte y la ciencia. Los verdaderos. Lo que nos lleva a poder afirmar, siempre haciendo caso a don Alberto, que existen el arte y la ciencia falsos (seguramente todos conocemos alguna obra de arte falsa, incluso aunque esté conservada en un edificio de esos que llaman «museo» y su precio en las subastas alcance cifras superiores a la del producto interior bruto de algún país del tercer mundo).

El misterio es, pues, algo absoluto para don Alberto, está claro. Pero, ¿qué es el misterio? ¿Acaso podemos entender misterio aquello que acaban resolviendo siempre inteligentes y deductivas personas, como aquel presumido, orondo y bigotudo belga, o la encantadora ancianita de la campiña británica, taza de té en mano, o el estirado y serio fumador en pipa inglés y su secuaz doctor? No, no creo que el misterio sea eso, sino quizá, más bien, un mero enigma.

El misterio al que se refiere don Alberto tiene que ser más grande, pues si no, no podría afirmar con tanta seguridad su absolutidad (¡que nadie diga absolutez, por Dios!). El misterio es aquello que mueve al ser humano a preguntarse cosas, a querer saber, a querer conocer, a querer experimentar. Y a querer transmitir esa experiencia. El misterio de la existencia, el misterio de la vida, el misterio de la trascendencia. Todo misterio, en los términos absolutos que utiliza don Alberto, es trascendente, va más allá de nuestra capacidad y nos mueve a captarlo, mediante la ciencia o mediante el arte.

O mediante el símbolo, añado yo de mi propia cosecha. Definitivamente, don Alberto me cae bien, a pesar de esa insultante y estulta imagen de viejo loco desafiante y grosero que han querido transmitirnos de él. En realidad es un hombre sensible y abierto. Deberíamos tomar ejemplo de él.

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