Hola, corazones.
Os voy a confesar que tengo una costumbre, una atracción fatal, casi un vicio irrefrenable, por todo aquello que viene de regalo o a muy bajo precio en revistas y periódicos. Mi casa está llena de bandejitas, platitos, marcos de fotos, servilleteros o manteles individuales de las revistas de decoración; mis fotofóbicos y sensibles ojos se protegen del sol gracias a multitud de gafas que han ido apareciendo en el ABC, El Diario Montañés o incluso en revistas de viajes; mi muñeca se adorna con relojes que me dicen la hora con cajas cada vez más grandes y saetas de todos los colores posibles gracias también al ABC, al diario El Mundo o a la revista Muy Interesante; mi piel se ha perfumado o hidratado con muestras de colonias o geles de afeitar extrahipermegasuaves gracias a revistas de corazón, hígado, páncreas o zonas pudendas… Podría seguir con productos menos comunes o comprensibles, como perfumadores, insecticidas, velas, pañuelos de papel… La lista sería interminable. Quizá debería conformarme con un reloj bueno y bonito, pero sólo uno, o con unas únicas gafas de sol de las de toda la vida, con un buen frasco de «lodisei» (lo digo como se pronuncia, creo) y ya está, pero… Me gusta cambiar, me gusta probar, me gusta tener la sensación de estar usando algo nuevo, algo distinto…
Introito este que no tiene nada que ver con la frase-cita que he seleccionado para hoy y que no voy casi a comentar, por falta de tiempo y/o exceso de trabajo. Hela aquí:
«Cuanto más alto coloque el hombre su meta, tanto más crecerá» (Johann Christoph Friedrich von Schiller).
Claro, Juan Cristóbal Federico, claro. (Estos alemanes antiguos, siempre con miles de nombres, y al final no sabe uno con cuál quedarse: ¿Juanillo?, ¿Cris?, ¿Fede? ¡Ya lo tengo: JuanCrisFe!). Claro, JuanCrisFe, claro.
Por eso quien se pone como meta tener un TagHeuer (o como se escriba) y esconder los ojos detrás de unas RayBan crece más que el que se conforma con un reloj de quiosco y unas gafas de mercadillo. Por eso quien se pone como meta una mansión de al menos doscientos metros cuadrados crece más que el que se conforma con un poco de espacio en una corrala en Conde Duque/Malasaña. Por eso quien se pone como meta dirigir un país crece más que el que se conforma con desarrollar su trabajo diario ante un teclado y una pantalla. Va a ser eso.
Ah, que no, que no van por ahí los tiros. Que las metas de las que habla JuanCrisFe no son las metas del tener (me acaba de venir a la cabeza, cosas de subconsciente de un ser raro como yo, aquello de Las cosas del querer: «Son las cosas de la vida, son las cosas del querer, no tienen fin ni principio, ni tién cómo ni porqué»), sino las del ser. Leamos así las cosas.
El que se propone como meta ser honrado, justo, cabal, coherente, responsable, diligente, honesto, formal, educado, generoso, tolerante, bondadoso, afable… (añádase lo que se crea conveniente) crece más que el que se propone quedarse en medio, inadvertido entre la multitud de los que van por la calle metidos en sus cosas (otro flashback mental: metidos y ocupados en sus cosas iban el sacerdote del templo y el levita que rodearon al hombre herido en el camino para eludir atenderle), o que el que se propone ser cruel, violento, sanguinario, avaro, envidioso, ambicioso, malévolo o simplemente egoísta.
Al menos en la lógica del bien, esto último es verdad. Lo que está por ver, por comprobar, por demostrar, es que sea la lógica del bien la lógica por la que se rigen nuestras mentes, corazones y voluntades, o es, por el contrario, la lógica del mal, o la lógica del mundo, o la lógica del «todo el mundo lo hace». Si «todo el mundo» hiciera otra cosa, el mundo sería de otra manera.
En fin, que si JuanCrisFe nos dice que nos pongamos metas altas para crecer más, no pensemos en sólo en metas que nos ayuden a crecer económicamente, que el dinero se acaba, o cuando menos lo esperas te lo tienes que gastar; y tampoco pensemos sólo en tomar leche vitaminada y yogures enriquecidos para ser mas altos que Gasol (¡qué mundo de gigantes!), sino en crecer por dentro (y hacia fuera, que lo que tienes por dentro: bondad, amor, generosidad, decencia, simpatía, ternura, educación…) sólo crece si se muestra, si se da, si se comparte.
(¿Estoy hoy demasiado moralista?). Lo siento si es así.
Os voy a confesar que tengo una costumbre, una atracción fatal, casi un vicio irrefrenable, por todo aquello que viene de regalo o a muy bajo precio en revistas y periódicos. Mi casa está llena de bandejitas, platitos, marcos de fotos, servilleteros o manteles individuales de las revistas de decoración; mis fotofóbicos y sensibles ojos se protegen del sol gracias a multitud de gafas que han ido apareciendo en el ABC, El Diario Montañés o incluso en revistas de viajes; mi muñeca se adorna con relojes que me dicen la hora con cajas cada vez más grandes y saetas de todos los colores posibles gracias también al ABC, al diario El Mundo o a la revista Muy Interesante; mi piel se ha perfumado o hidratado con muestras de colonias o geles de afeitar extrahipermegasuaves gracias a revistas de corazón, hígado, páncreas o zonas pudendas… Podría seguir con productos menos comunes o comprensibles, como perfumadores, insecticidas, velas, pañuelos de papel… La lista sería interminable. Quizá debería conformarme con un reloj bueno y bonito, pero sólo uno, o con unas únicas gafas de sol de las de toda la vida, con un buen frasco de «lodisei» (lo digo como se pronuncia, creo) y ya está, pero… Me gusta cambiar, me gusta probar, me gusta tener la sensación de estar usando algo nuevo, algo distinto…
Introito este que no tiene nada que ver con la frase-cita que he seleccionado para hoy y que no voy casi a comentar, por falta de tiempo y/o exceso de trabajo. Hela aquí:
«Cuanto más alto coloque el hombre su meta, tanto más crecerá» (Johann Christoph Friedrich von Schiller).
Claro, Juan Cristóbal Federico, claro. (Estos alemanes antiguos, siempre con miles de nombres, y al final no sabe uno con cuál quedarse: ¿Juanillo?, ¿Cris?, ¿Fede? ¡Ya lo tengo: JuanCrisFe!). Claro, JuanCrisFe, claro.
Por eso quien se pone como meta tener un TagHeuer (o como se escriba) y esconder los ojos detrás de unas RayBan crece más que el que se conforma con un reloj de quiosco y unas gafas de mercadillo. Por eso quien se pone como meta una mansión de al menos doscientos metros cuadrados crece más que el que se conforma con un poco de espacio en una corrala en Conde Duque/Malasaña. Por eso quien se pone como meta dirigir un país crece más que el que se conforma con desarrollar su trabajo diario ante un teclado y una pantalla. Va a ser eso.
Ah, que no, que no van por ahí los tiros. Que las metas de las que habla JuanCrisFe no son las metas del tener (me acaba de venir a la cabeza, cosas de subconsciente de un ser raro como yo, aquello de Las cosas del querer: «Son las cosas de la vida, son las cosas del querer, no tienen fin ni principio, ni tién cómo ni porqué»), sino las del ser. Leamos así las cosas.
El que se propone como meta ser honrado, justo, cabal, coherente, responsable, diligente, honesto, formal, educado, generoso, tolerante, bondadoso, afable… (añádase lo que se crea conveniente) crece más que el que se propone quedarse en medio, inadvertido entre la multitud de los que van por la calle metidos en sus cosas (otro flashback mental: metidos y ocupados en sus cosas iban el sacerdote del templo y el levita que rodearon al hombre herido en el camino para eludir atenderle), o que el que se propone ser cruel, violento, sanguinario, avaro, envidioso, ambicioso, malévolo o simplemente egoísta.
Al menos en la lógica del bien, esto último es verdad. Lo que está por ver, por comprobar, por demostrar, es que sea la lógica del bien la lógica por la que se rigen nuestras mentes, corazones y voluntades, o es, por el contrario, la lógica del mal, o la lógica del mundo, o la lógica del «todo el mundo lo hace». Si «todo el mundo» hiciera otra cosa, el mundo sería de otra manera.
En fin, que si JuanCrisFe nos dice que nos pongamos metas altas para crecer más, no pensemos en sólo en metas que nos ayuden a crecer económicamente, que el dinero se acaba, o cuando menos lo esperas te lo tienes que gastar; y tampoco pensemos sólo en tomar leche vitaminada y yogures enriquecidos para ser mas altos que Gasol (¡qué mundo de gigantes!), sino en crecer por dentro (y hacia fuera, que lo que tienes por dentro: bondad, amor, generosidad, decencia, simpatía, ternura, educación…) sólo crece si se muestra, si se da, si se comparte.
(¿Estoy hoy demasiado moralista?). Lo siento si es así.
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Un saludo