Después
de un tiempo sin aparecer, sin dar señales de vida a través, al menos, de estos
«pensamientos», voy a intentar regresar poco a poco a lo cotidiano, al «pan
nuestro de cada día». Un pan que en los últimos tiempos ha sido algo amargo,
duro, seco, no como el habitual. Pero ha sido pan. Y como tal debo aceptarlo, y
agradecerlo.
Al fin y al cabo, si me han visitado el miedo, el dolor, la incertidumbre, el llanto, la soledad, la enfermedad, la oscuridad, los nervios, la duda, la rebeldía y la negación, también es cierto que se han acercado a mí, en la misma medida, la fe, la paz, la esperanza, la alegría, la fraternidad, la amistad, el amor, la ternura, la paciencia. Y no menos cierto que he experimentado sensaciones nuevas, y he descubierto en mí reacciones que no conocía y que debo analizar para fomentar, pulir o rechazar, según sea el caso.
He descubierto también lo fácil que es entrar de repente en contradicción interna, en conflicto con uno mismo porque la ética y el corazón, la fe y la desesperación, el cansancio y la solidaridad, el amor y el egoísmo confluyen a raudales en el mismo punto y provocan un fragor en el que pensar a la vez con cabeza, corazón y alma es un reto difícil de superar.
Confieso también que mi comodidad y mi egoísmo han contribuido también a mi demora en este regreso, ya que he descubierto que los jueves, día en que solía dedicarme a preparar todos los textos, pueden existir también para otros menesteres.
No voy a plantear hoy frasecita, ni voy a comentar nada. Sólo dejo en esta ocasión este breve testimonio, si tal puede considerarse lo anterior. Pero prometo ir, poco a poco, retomando el ritmo habitual de estos «pensamientos», tanto en su parte pública en el blog como su parte privada en el envío por correo a mis queridos amigos pensaclientes suscriptores, que tanto me han apoyado con sus ánimos, con su comprensión y con su silencio en esta mi ausencia.
Repito, que me quedó muy mono, el párrafo con el que quedaron interrumpidos estos envíos:
Gracias por vuestras oraciones, por vuestra empatía, por vuestras llamadas y por vuestro silencio. Gracias por vuestra cercanía, incluso en la ausencia. Seguid, por favor, aguantándome, sosteniéndome con vuestro cariño como estáis haciendo.
Al fin y al cabo, si me han visitado el miedo, el dolor, la incertidumbre, el llanto, la soledad, la enfermedad, la oscuridad, los nervios, la duda, la rebeldía y la negación, también es cierto que se han acercado a mí, en la misma medida, la fe, la paz, la esperanza, la alegría, la fraternidad, la amistad, el amor, la ternura, la paciencia. Y no menos cierto que he experimentado sensaciones nuevas, y he descubierto en mí reacciones que no conocía y que debo analizar para fomentar, pulir o rechazar, según sea el caso.
He descubierto también lo fácil que es entrar de repente en contradicción interna, en conflicto con uno mismo porque la ética y el corazón, la fe y la desesperación, el cansancio y la solidaridad, el amor y el egoísmo confluyen a raudales en el mismo punto y provocan un fragor en el que pensar a la vez con cabeza, corazón y alma es un reto difícil de superar.
Confieso también que mi comodidad y mi egoísmo han contribuido también a mi demora en este regreso, ya que he descubierto que los jueves, día en que solía dedicarme a preparar todos los textos, pueden existir también para otros menesteres.
No voy a plantear hoy frasecita, ni voy a comentar nada. Sólo dejo en esta ocasión este breve testimonio, si tal puede considerarse lo anterior. Pero prometo ir, poco a poco, retomando el ritmo habitual de estos «pensamientos», tanto en su parte pública en el blog como su parte privada en el envío por correo a mis queridos amigos pensaclientes suscriptores, que tanto me han apoyado con sus ánimos, con su comprensión y con su silencio en esta mi ausencia.
Repito, que me quedó muy mono, el párrafo con el que quedaron interrumpidos estos envíos:
Gracias por vuestras oraciones, por vuestra empatía, por vuestras llamadas y por vuestro silencio. Gracias por vuestra cercanía, incluso en la ausencia. Seguid, por favor, aguantándome, sosteniéndome con vuestro cariño como estáis haciendo.
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