Cada vez que llegan los calores del verano no
puedo menos que evocar a mi padre sentado en el sofá de casa, sin atreverse a
hacer el más mínimo movimiento más que boquear y resoplar. Cada vez que llegan
los calores del verano me doy cuenta de que todo es susceptible de ser
heredado, y de que es un honor parecerse a sus mayores. Cada vez que llegan los
calores del verano no hago otra cosa que no sea quedarme quieto en el sofá de
mi casa, a oscuras casi, boqueando y sin atreverme a levantar un dedo por no
provocar un peligroso aumento en los niveles de sudoración…
Del calor vamos a hablar, que es un tópico fantástico y un manido recurso de ascensor.
«El sol no espera a que se le suplique para derramar su luz y su calor. Imítalo y haz todo el bien que puedas sin esperar a que se te implore» (Epicteto).
No sé si el sol espera realmente a que se le suplique o no para derramar su luz y su calor. Creo más bien que nos pone a prueba: en febrero o marzo, a más tardar, saca sus rayitos un par de días para que los almendros se vuelvan tontos y se pongan a producir flores como un primor. Y con los almendros, mucha gente se vuelve sensible y saca rápidamente la chancla a la calle; los más osados, incluso comienzan ya con la camiseta de tirantes… Pero el sol se retira. Y juega con nosotros, dejando paso de nuevo al frío frescales, a la lluvia humedorra, al viento soplap... Y vuelve a salir más tarde el sol, derramando de nuevo sus calorcillos. Y vuelta a la chancla, esta vez con más persistencia, a ver si así se queda más tiempo. Y sí se queda más tiempo, pero no todo el rato, porque llega la Feria del Libro, ese evento en el que el calorazo del sol se alterna con los tormentos de la lluvia y con el viento alergénico. Y así…
Vamos, que el sol juega con nosotros soltándonos rayos de calor para que le imploremos más y más, y mucho más, chancla en pie y tirante al hombro. Y así nos va, claro, tanta chancla, tanta chancla, que uno ya no sabe si no puede respirar por el calor o por el olor…
Nonostante, me da a mí la sensación de que no va por ahí lo que nos quiere decir este sabio señor griego. Porque hubo sabios señores griegos, y seguramente quedan sabios señores griegos por ahí, y eso que triki triki triki ya se nos ha ido…
Pienso yo más bien que lo quiere decir Epicteto entronca más con mensajes del tipo de «haz el bien y no mires a quién», «ama y échate a dormir», «da amor y recibirás amor»… Y además (una vez equiparados el amor y el bien con la luz y con el calor de la frase de Epicteto), hazlo ya, sin esperar a que te lo pidan.
No esperar a que te pidan las cosas, anticiparse a ellas, es estar alerta, vigilante, despierto, atento a la gente, a sus necesidades y preocupaciones, presto a ofrecer luz, calor, manos, amor, bondad, ayuda, ternura, caridad, protección, escucha, amparo, pan, auxilio…
¿Y cuánta gente hay así en este mundo? ¡Mucha! Muchísima. A mí se me ocurren infinidad de nombres ahora mismo. De hecho, todas aquellas personas a las que alguna vez en la vida les he dicho: «¡Eres un sol!». Porque son soles aquellas personas que hacen bien, que dan amor, en cualquiera de sus formas (no seais mal pensados): ayuda, comprensión, ternura, apoyo, caridad, escucha…
Seamos, como dice Epicteto, soles para los demás en nuestra vida.
Y hagámoslo sin preocupaciones, porque si somos soles siempre podremos decir gongorina o quijotescamente, según sea el caso: «Ande yo caliente…».
Del calor vamos a hablar, que es un tópico fantástico y un manido recurso de ascensor.
«El sol no espera a que se le suplique para derramar su luz y su calor. Imítalo y haz todo el bien que puedas sin esperar a que se te implore» (Epicteto).
No sé si el sol espera realmente a que se le suplique o no para derramar su luz y su calor. Creo más bien que nos pone a prueba: en febrero o marzo, a más tardar, saca sus rayitos un par de días para que los almendros se vuelvan tontos y se pongan a producir flores como un primor. Y con los almendros, mucha gente se vuelve sensible y saca rápidamente la chancla a la calle; los más osados, incluso comienzan ya con la camiseta de tirantes… Pero el sol se retira. Y juega con nosotros, dejando paso de nuevo al frío frescales, a la lluvia humedorra, al viento soplap... Y vuelve a salir más tarde el sol, derramando de nuevo sus calorcillos. Y vuelta a la chancla, esta vez con más persistencia, a ver si así se queda más tiempo. Y sí se queda más tiempo, pero no todo el rato, porque llega la Feria del Libro, ese evento en el que el calorazo del sol se alterna con los tormentos de la lluvia y con el viento alergénico. Y así…
Vamos, que el sol juega con nosotros soltándonos rayos de calor para que le imploremos más y más, y mucho más, chancla en pie y tirante al hombro. Y así nos va, claro, tanta chancla, tanta chancla, que uno ya no sabe si no puede respirar por el calor o por el olor…
Nonostante, me da a mí la sensación de que no va por ahí lo que nos quiere decir este sabio señor griego. Porque hubo sabios señores griegos, y seguramente quedan sabios señores griegos por ahí, y eso que triki triki triki ya se nos ha ido…
Pienso yo más bien que lo quiere decir Epicteto entronca más con mensajes del tipo de «haz el bien y no mires a quién», «ama y échate a dormir», «da amor y recibirás amor»… Y además (una vez equiparados el amor y el bien con la luz y con el calor de la frase de Epicteto), hazlo ya, sin esperar a que te lo pidan.
No esperar a que te pidan las cosas, anticiparse a ellas, es estar alerta, vigilante, despierto, atento a la gente, a sus necesidades y preocupaciones, presto a ofrecer luz, calor, manos, amor, bondad, ayuda, ternura, caridad, protección, escucha, amparo, pan, auxilio…
¿Y cuánta gente hay así en este mundo? ¡Mucha! Muchísima. A mí se me ocurren infinidad de nombres ahora mismo. De hecho, todas aquellas personas a las que alguna vez en la vida les he dicho: «¡Eres un sol!». Porque son soles aquellas personas que hacen bien, que dan amor, en cualquiera de sus formas (no seais mal pensados): ayuda, comprensión, ternura, apoyo, caridad, escucha…
Seamos, como dice Epicteto, soles para los demás en nuestra vida.
Y hagámoslo sin preocupaciones, porque si somos soles siempre podremos decir gongorina o quijotescamente, según sea el caso: «Ande yo caliente…».
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