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Portada del nº 35 (año 2017) de la Revista Velezana, editada por el Centro de Estudios Velezanos de Vélez Rubio (Almería). |
Pero vamos al origen. ¿Qué puede mover, aparte del lógico interés personal por un miembro de su familia, hacer una ardua y larga investigación sobre un muchacho que apenas pasó de la adolescencia, y al que la muerte le sobrevino cuando solo comenzaba a amagar un futuro adulto? Precisamente, ese amago, que, como verá quien lea el artículo, era premonitorio.
Luis Bañón García era un joven con evidentes inquietudes artísticas que su padre, viendo el entusiasmo y las habilidades de su hijo, animó y fomentó. Vivió, además, en un tiempo y en un lugar que fue caldo de cultivo de corrientes artísticas que removieron los cimientos culturales de España pocos años después... de la muerte prematura de Luis. Conoció, y cultivó la amistad con él (esa amistad de adolescente, tan crucial, tan vital, tan perecedera en el corazón y en el recuerdo al cabo de los años) a Manuel Ángeles Ortiz, que acabaría siendo un pintor de renombre (no hay más que buscarlo en google, si no me creéis).
Luis aprendió dibujo y pintura de grandes figuras de su época, y se aficionó a la fotografía, iniciándose en un estilo, en un modo de hacer fotografía, que poco tiene que envidiar al de grandes figuras de la fotografía que aún no habían comenzado ejercer como tales cuando Luis falleció.
Su magnífica trayectoria se quebró con unas fiebres que lo arrancaron de este mundo antes de que hubiera podido dejar huella: apenas unas carpetas de dibujos, algunas pinturas, bocetos inacabados, y un puñado de clichés de cristal. Todo, o casi todo, quedó guardado, y fue cayendo poco a poco en el olvido. Y solo la casualidad, y la curiosidad de su sobrino nieto, que comparte con su tío algo más que el nombre (su capacidad de entusiasmarse, su interés por el arte, su capacidad de alimentar una amistad...), y luego de sus hermanos y tíos, ha hecho posible que podamos conocer a Luis Bañón García.
Para muchos solo será un muchacho que pintaba y hacía fotos y que murió muy joven. Para otros, si tienen ojos para leer más allá de lo que el artículo dice (y las fotografías que lo ilustran atestiguan), estaremos delante de un artista en ciernes que pudo ser alguien a quien hoy, si la muerte no lo hubiera sorprendido demasiado pronto, estaríamos estudiando en libros de arte.
Al menos, ahora, podemos estudiarlo, gracias a mi amigo Luis y a las personas que han colaborado con él en la redacción de este artículo: Carmen Silva Heras, Jesús Bañón Lafont, Luis Puerta Hernández y Luis Briones Briones. Todos ellos, sobre todo Luis, me han permitido colaborar como corrector en un proyecto apasionante. Y además, figurar como "copartícipe crucial e imprescindible del proyecto" en los agradecimientos. Y salir en los "títulos de crédito" es siempre una forma de apalabrarse la posteridad...
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