Buenos días, queridos amigos.
Se acerca el fin de semana puente festivo del Trabajo en la Comunidad de Madrid por san Atanasio y san José Obrero y no estoy dispuesto a amargar tan dulce momento con reflexiones sesudas, antipáticas filípicas o filosóficas regañinas. Así que he tomado del florilegio de Proverbia.net una frase-cita de esas de buenrollismo cuasijipi, de autoayuda ecológica, de positividad risueña. O no, quién sabe. Veamos:
«Cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo» (Paulo Coelho).
Pues no lo sé, don Paulo, no lo sé. Para mí, Deo gratias, laus Deo, los días no son iguales. Y mira que me empeño en que lo sean, que todos los días repito una rutina recurrente, hasta en los detalles más insignificantes, como qué saco primero de la nevera, el zumo o la leche, desde que suena el despertador hasta que retorno a mi acogedor lecho unocerocinco unipersonal.
Cada día busco algo diferente en cada encuentro, en cada conversación, en cada momento del día (bueno, este es el ideal, claro, pero resulta un poco agotador, de ahí la rutina y la mecanización de los actos, para favorecer y liberar la conciencia y el intelecto, si los hubiere, y permitirles estar atentos a la diferencia, a la novedad, a la exclusividad del momento). Cierto es que el trabajo que realizo me ayuda muchísimo en esa tarea: ora leo, ora escribo, ora investigo, ora releo, ora maqueto, ora oro; que si una novela, que ahora un cuento infantil, después un tocho de teología, luego una biografía o un ensayo espiritual; últimamente ando entretenido con un diccionario relacionado con la salud y la pastoral, muy interesante y muy complejo a la vez. Efectivamente, todo esto que digo me ayuda, y mucho, a no caer en lo que denuncia el señor Coelho (no, no es el pintor de la calle de las antigüedades, no).
Si hubiera de ponerme puntilloso con el señor Coelho, cuyas frase-citas, así, sueltas, me rellenan amablemente muchos huecos en mis agendas, pero cuyo tono buenrollista benéfico autoayudante no me mola demasiado, que yo soy más de la cuerda místico-ascética castellana, le diría que los momentos o las cosas buenas en la vida acontecen no sólo cuando el sol cruza el cielo, sino también cuando, entregado Lorenzo a los brazos amorosos de Morfeo, es la hermosa Catalina quien, diáfana u oculta, atraviesa el firmamento. Porque de noche también pasan cosas. Incluso cuando estás en la cama, solo, a punto de dormirte, repasando la jornada, pues esas cosas buenas que te han pasado reviven para ayudarte a conciliar el sueño y a dar, entre bostezos y sonrisas, gracias a Dios porque la vida es bella, porque la vida es buena o, en el peor de los casos, porque la vida es vida.
Que tengáis un feliz puente de mayo. Y que os acompañe en vuestro caminar santa María (ven).
Se acerca el fin de semana puente festivo del Trabajo en la Comunidad de Madrid por san Atanasio y san José Obrero y no estoy dispuesto a amargar tan dulce momento con reflexiones sesudas, antipáticas filípicas o filosóficas regañinas. Así que he tomado del florilegio de Proverbia.net una frase-cita de esas de buenrollismo cuasijipi, de autoayuda ecológica, de positividad risueña. O no, quién sabe. Veamos:
«Cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo» (Paulo Coelho).
Pues no lo sé, don Paulo, no lo sé. Para mí, Deo gratias, laus Deo, los días no son iguales. Y mira que me empeño en que lo sean, que todos los días repito una rutina recurrente, hasta en los detalles más insignificantes, como qué saco primero de la nevera, el zumo o la leche, desde que suena el despertador hasta que retorno a mi acogedor lecho unocerocinco unipersonal.
Cada día busco algo diferente en cada encuentro, en cada conversación, en cada momento del día (bueno, este es el ideal, claro, pero resulta un poco agotador, de ahí la rutina y la mecanización de los actos, para favorecer y liberar la conciencia y el intelecto, si los hubiere, y permitirles estar atentos a la diferencia, a la novedad, a la exclusividad del momento). Cierto es que el trabajo que realizo me ayuda muchísimo en esa tarea: ora leo, ora escribo, ora investigo, ora releo, ora maqueto, ora oro; que si una novela, que ahora un cuento infantil, después un tocho de teología, luego una biografía o un ensayo espiritual; últimamente ando entretenido con un diccionario relacionado con la salud y la pastoral, muy interesante y muy complejo a la vez. Efectivamente, todo esto que digo me ayuda, y mucho, a no caer en lo que denuncia el señor Coelho (no, no es el pintor de la calle de las antigüedades, no).
Si hubiera de ponerme puntilloso con el señor Coelho, cuyas frase-citas, así, sueltas, me rellenan amablemente muchos huecos en mis agendas, pero cuyo tono buenrollista benéfico autoayudante no me mola demasiado, que yo soy más de la cuerda místico-ascética castellana, le diría que los momentos o las cosas buenas en la vida acontecen no sólo cuando el sol cruza el cielo, sino también cuando, entregado Lorenzo a los brazos amorosos de Morfeo, es la hermosa Catalina quien, diáfana u oculta, atraviesa el firmamento. Porque de noche también pasan cosas. Incluso cuando estás en la cama, solo, a punto de dormirte, repasando la jornada, pues esas cosas buenas que te han pasado reviven para ayudarte a conciliar el sueño y a dar, entre bostezos y sonrisas, gracias a Dios porque la vida es bella, porque la vida es buena o, en el peor de los casos, porque la vida es vida.
Que tengáis un feliz puente de mayo. Y que os acompañe en vuestro caminar santa María (ven).
Comentarios
Y fijate si es especial la rutina que este año, mañana, el 1 de mayo de 2009 en que celebro mi decimo aniversario, lo voy a celebrar con algo escepcional, fuera de lo cómún como es menester en una fecha tan señalada, comiendo con mi marido y mis hijos, quedandome en casa este fin de semana, no haciendo nada especial, que en mi caso es lo especial.