La viñeta que ilustra el día de hoy en el almanaque mafaldero que adorna mi mesa de trabajo es de esas que provoca sonrisas pero no arrastra en su decepción postrera. Me explico: aparece el padre de Mafalda ante el espejo del baño (una afeitada perfecta), en el vestidor (una camisa impecable), en la cocina, besando a su esposa, en bata y con una jarra de humeante café en la mano (un café delicioso), en el ascensor, encendiendo un cigarrillo (un rubio excelente) y, por último, en el portal, caído de hombros y con una enorme flojera en las piernas (y aquí es donde la cosa deja de ser como en los anuncios). Yo me río, porque la viñeta es deliciosamente graciosa, pero no comparto su pesimismo vital. Todos los días nos espera algo bello, algo alegre, algo original, algo sorprendente, algo martinista (es decir, algo que «invita a vivir»). Aunque se oculte detrás de los apretujones de Metro-sauna (vaya día, ayer), de la mala leche del ciego suplente que vende cupones en Ciudad Lineal, de la cara de pocos amigos de alguno de los jefes, jefezuelos, jefezoides, jefecillos, jeferifaltes, jeferigonzos y jeféculos que pululan por la oficina, o a pesar, incluso, de que has quemado una camisa con la plancha porque sonaba el móvil y en ese momento Mark Harmon va a descubrir que la agente china era una infiltrada de una organización de contraespionaje y te tienes que perder la escena… (Navy, claro).
Me explayo con la introducción porque la frase-cita que he escogido para hoy, que no es más que la que Proverbia.net me acaba de proporcionar en su envío diario, es de esas frases claras y contundentes con las que uno está de acuerdo desde el principio hasta el final:
«El encanto de la belleza estriba en su misterio; si deshacemos la trama sutil que enlaza sus elementos, se evapora toda la esencia» (Friedrich Schiller).
Si perteneciera aún a algún grupo parroquial amigo de reunirse para debatir la esencia íntima del significado de la reunión, al escuchar la frase lo primero que preguntaría es: ¿qué entendemos realmente por belleza? Pero me voy a saltar esta parte prolija en discusiones acerca de si la belleza es externa o interna, relativa o absoluta, definitiva o indefinible, culta o estulta (que se lo pregunten a la candidata a miss que considera irrelevante conocer fechas históricas tan poco destacadas como el año del descubrimiento de América).
Me saltaré, por el mismo motivo, la definición de «misterio», que podría encaminarnos a otra maraña de discusiones y encrucijadas repletas de cañadas oscuras y valles tenebrosos…
Los científicos consideran bello aquello que han desentrañado hasta conocerlo en plenitud (¿es eso posible en verdad?); los artistas llaman bello a aquello que logra transmitir sus impresiones más íntimas en la sublimación de las formas y el color; los músicos a la concatenación acústica resultante de una conjunción, armónica o dodecafónica, de vibraciones sonoras. Seguramente todo esto no es cierto, pero, ¿a que me ha quedado mono?
Ciertamente, no tengo demasiado claro a qué llamo yo belleza, o qué considero yo bello. Quizá sea lo que llama mi atención y me provoca deleite material y espiritual, además de contribuir a mi desarrollo intelectual y sobre todo personal, humano. Vamos, que es un misterio saber qué es aquello que resulta bello. Y como es un misterio, no conviene quitarle la trama sutil que enlaza sus elementos. Que cuando a Salomé se le quitan todos los velos, lo que se descubre es, con más o menos proporcionalidad estética, un cuerpo bien proporcionado que baila bien. Y cuando uno piensa que eso es bello, resulta que va la tía y pide la cabeza de Juan. Y la atrocidad humana ya no es tan bella…
Cómo he llegado de Schiller a Salomé y de la belleza a una escena bíblica "ritahaywortheresca", es otro misterio irresoluto.
Comentarios
Una historia bella no es la que termina bien es la que descubre al ser humano en toda su dimensión, la que le rescata de sus limitaciones, de sus fealdades y puesto cara a cara con Dios, con la trascendencia, le hace resplandecer.
No creo que haya ningún misterio en la Belleza, si a caso la sencillez con que se manifiesta, el misterio estriba en la razón por la que no nos dejamos seducir por ella y nos empeñamos en mirar para otro lado, pasamos por su lado viendo sin mirar.
¿Por qué hemos renunciado a eso? Ese es el misterio.
En cuanto al análisis de la cosa es simple: Coge un ave del paraíso, una orquídea, diseccionalas y deja los restos encima de la mesa ¿qué ves?... ¡No! Estás mirando la necesidad del hombre de "llegar al fondo de algunas cosas" sin dejar que esas mismas cosas lleguen a su ser más intimo (el del hombre). Para los quisquillosos decir que no se trata de una renuncia o un cuestionamiento del método ciéntifico.