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Un pensamiento de Gandhi

Hola, corazones.

Si hace poco hablaba de lo embobado que me puede llegar a dejer la visión de una embarazada o la de una madre (o un padre) con su bebé, esta semana tengo que irme al otro extremo de la cuerda y hablar de lo paralizado que me deja encontrarme con la muerte. Efectivamente, he tenido esta semana noticia del fallecimiento de dos personas, familiares ambos de gente muy cercana: un amigo de los de toda la vida de Dios, de esos que sabes que lo son incluso cuando casi no los ves, ha perdido a un hermano, y no soy capaz de imaginar ni quiero cómo deba ser eso; y un compañero y amigo, complemento perfecto cuando actuamos juntos, a su madre, y tampoco quiero imaginar ni describir nada. No digo más. Con fe o sin fe, sabiéndolo desde hace mucho tiempo o encontrándola de sopetón, la muerte siempre llega a contrapelo. Como dice otra amiga, dando título a un magnífico libro, Morir nos sienta fatal. Pocas cosas han tan ciertas.

Por todo esto esta semana la frase-cita tiene también que ser buscada a propósito:

«La muerte no es más que un sueño y un olvido» (Gandhi).

He buscado una frase y me he quedado asombrado de la cantidad de citas, pensamientos, reflexiones, refranes, boutades, lugares comunes, rimas, adagios o exabruptos hay dedicados a la muerte. He escogido, pues, casi al tuntún, tras eliminar tan sólo aquellas frase-citas a las que hubiera contestado de sopetón un «pero, ¿es usted tonto?». Y me he quedado con esta del «majama» Gandhi, ese señor que se sentaba en todas partes, mejor, en todos los suelos que pisaba.

La muerte no es más que... Esta manera de empezar responde a un anhelo de explicar las cosas reduciéndolas a lo esencial, despojándolas de los adornos más o menos superfluos: El Hispano Suiza no es más que un coche, por ejemplo, o Las Meninas no es más que un cuadro, o el beso no es más que el contacto de unos labios sobre otros labios. Claro que el «no es más que» puede tener intención explicativa, o analítica, pero también puede tenerla despectiva, por ejemplo, o hasta poética.

Es el caso, parece, cuando vemos el predicado, lo que según Gandhi define a la muerte: un sueño y un olvido. ¡Qué bonito! Son dos bellas imágenes, sin duda, que nos están haciendo revivir sentimientos, emociones, convicciones, experiencias, sin duda.

La muerte es el sueño de los que mueren, que para nosotros desaparecen o quedan sumidos en una suerte de sueño perpetuo, de dormición. Pero quizá para los que nos quedamos al otro lado del sueño, para los que nos quedamos despiertos viendo cómo nuestros seres queridos van cayendo uno a uno en ese sueño perpetuo que es la muerte, ese sueño puede ser, en ocasiones, nuestra pesadilla, nuestra costatación de una necesidad afectiva inacabada, nuestro desgarro ante la soledad cada día más cercana, nuestro vacío más doloroso. Si cuando alguien se queda dormido a nuestro lado podemos llegar a ponernos nerviosos y a querer que despierte para no sentirnos solos, cuando ese sueño es permanente, más que nervios lo que aflora es el dolor. Porque la muerte duele. Aunque la sepamos cerca, aunque la vivamos con fe, aunque la aceptemos con resignación o con esperanza, aunque la percibamos como un descanso para el que se va y también para quienes se quedan, la muerte siempre duele. Y el sueño no.

¿Es la muerte el olvido de los que mueren? Es decir, los que mueren, ¿se olvidan de todo, nos olvidan, dejan de recordar, de golpe, todo lo que hemos compartido? Ni puedo ni quiero creer tal cosa. Mis muertos están ahí, y se acuerdan de mí, y me ven evolucionar, y me ayudan. Quienes siguen la serie de televisión que protagoniza Jennifer Love-Hewitt pueden creer que los muertos nos ayudan. Quienes creemos en la comunión de los santos y en la vida eterna, también. No puede ser de otra manera.

¿O se refiere Gandhi a nosotros? Es decir, ¿quiere Gandhi decir que nosotros somos quienes olvidamos a nuestros muertos cuando mueren? Tampoco lo creo. Tamizamos el recuerdo, exorcizamos el dolor, espantamos la ausencia, pero el recuerdo sigue vivo, presente, íntimo, unido a nosotros. Podemos incluso olvidar una fecha, un detalle, un rostro, una voz. Pero el amor compartido con nuestros seres queridos ya fallecidos nunca se olvida, permanece con nosotros, enriquece nuestra capacidad de amor, siempre que amemos, claro, porque amor que no se da no vive.

Concluyo entonces, que la frase-cita del «majama» Gandhi es bella porque tiene poesía y sonoridad, porque nos lleva a ciertas evocaciones. Pero no resulta, sin embargo, certera como afirmación. La muerte no es sueño porque es real y duele, y no es olvido sino todo lo contrario: certeza, presencia, evocación. Incluso promesa.

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