Ir al contenido principal

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos.

La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respuesta que me ha hecho elegir hoy esta frase-cita, para reflexionar no sobre la inelegante doña, sino sobre la envidia y el aburrimiento en general. Vamos a ello:

«La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren» (Arthur Schopenhauer).

Supongo que pocos habréis dejado de adivinar quién pueda ser ese dechado de grosería indiscreta, pero no pienso decir su nombre, no vaya a ser. Porque además, repito, mi reflexión no versa sobre ella, sino que la toma sólo como punto de partida para justificar la elección de esta afirmación schopenhaueriana.

Porque don Arthur dice aquí algo que me parece tristemente verdadero. La envidia, según él, es hija de la sensación de desdicha de las personas (ojo, de la sensación, no de la verdadera desdicha) y del afán de compararse con el resto. Ambos padres (la sensación de desdicha y el afán de comparación) sólo pueden dar como fruto la envidia. Y si, además de sentir envidia, sienten tedio, muestran interés por ver qué cosas hacen o dejan de hacer los demás. Y comienzan los comentarios sobre con quién sale fulanito, qué bragas lleva menganita, si zutanito es gay o si a polaina le gustan más las salchichas que a perengano los donuts. Y si encima andan por ahí cerca los medios (ay, los medios, esos malvados que tienen la culpa de todo), apaga y vámonos. La fórmula es más o menos esta: envidia + aburrimiento + medios = elevado índice de audiencia.

Puede que don Arturo tenga razón, claro, y que la envidia sea un indicativo de la desdicha o infelicidad de las personas, y que el aburrimiento lo sea del interés insano por los demás. Lo que no entiendo es cómo puede haber nadie en el mundo capaz de sentir envidia de ese soez arenque ahumado, y mucho menos interesarse por sus insustanciales incidencias vitales, o de sentirse en inferioridad al compararse con su prestancia personal; lo único que puede provocar, quizá, sea aburrimiento. O risa. ¡Claro! Y quizá sea por eso, porque mueve a risa, y no a envidia o a interés, por lo que sube la audiencia.

Vaya, yo no quería hablar de ella, pero es que llevo toda la semana viéndola en todas partes. Menos mal que cuando sueño tengo otras referencias más placenteras, o que mi cerebro no me permite rescatar tales pesadillas a mi mundo consciente, no sé.

Comentarios

administrador ha dicho que…
ylaluna le saluda y le promete volver a actualizar su blog en cuando tenga tiempo para ello y la inspiración. Mientras tanto curiosea blogs como "El Pensamiento de la Semana" que hoy le ha dejado muy intrigado al no haberse desvelado el nombre de la periodista fuente de la reflexión. Al final está claro que lo único que nos interesa al vulgo es la anécdota y el morbo, jeje.
Otro abrazo fuerte para ti y gracias por los ánimos.

Entradas populares de este blog

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Mario Vargas Llosa

Hola, corazones. Me gusta la gente que cuando recibe la noticia de que se le ha concedido un premio, muestra su alegría, su sorpresa y su satisfacción por partes iguales, sin ese extraño temor a que te critiquen, sin ese esnobismo de intelectual progre o simplemente rarito que ha motivado que muchos otros hayan aceptado el premio profiriendo previamente alguna grosera boutade . Olé, pues, por Mario Vargas Llosa , que exulta. Con los Nobel me suele ocurrir, además, que mis vírgenes oídos en el vasto territorio de la literatura mundial jamás hayan oído pronunciar el nombre del ganador (Hertas, Jelineks, Koetzees o como se llamen han sido para mí absolutamente ajenos), o que, incluso habiendo leído alguna excelente obra del premiado, su persona me caiga redonda, gorda o rematadamente mal (si digo sus nombres, alguno me crucificará, pero si son excelentes La colmena o La balsa de piedra , por ejemplo, no lo son tanto los gases de cuerpo y mente que en ocasiones sus autores han desprendido