Buenos días, queridos amigos.
Hay días en que uno no tiene ganas de nada, se ve agobiado por las circunstancias, el tiempo le puede y la urgencia por no se sabe qué le posee inexorablemente. En esos casos, intento mantenerme a flote recordando uno de los versículos que más me gusta repetir y que, como todo en mi entrecomilladamente coherente vida, cumplo menos a rajatabla de lo que debería. La frase es de san Pablo, y no os la voy a decir. Si queréis conocerla, no tenéis más que acudir a vuestra mesilla de noche, coger la Biblia que tenéis siempre a mano y buscarla. Ah, ¿que no tenéis una Biblia en la mesilla de noche? Bueno, tendréis una en la estantería del salón, o en el despacho, o si no podéis consultar esa Biblia grande ilustrada que tenéis en el recibidor. Ah, que tampoco. Pues en Librerías San Pablo os pueden facilitar una por un módico precio. Y cuando la tengáis, no tenéis más que ir al Nuevo Testamento, a las Cartas de san Pablo, concretamente a la Carta a los Filipenses. Una vez allí, buscad en el capítulo 4 el versículo 4. O sea, Flp 4,4. No os confundáis y busquéis el 44, que no está. Sólo 4,4. ¿Ya? Bien. Pues ahora estáis en condiciones de leer la frase-cita de hoy, que proviene de la Agenda San Pablo:
«La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro» (Benjamin Franklin).
Estamos de acuerdo en que la alegría es vital, es felizmente contagiosa, es fundamental para la existencia, es sana y motivadora, es alentadora y entusiasmante. Bien. Pero habrá que saber alegrarse, digo yo. Porque podríamos caer en una alegría vana, fatua, inconsistente, huera, desconsiderada incluso. La alegría del tonto, la alegría del sinsorgo, la alegría del sinsentido más estrepitoso. La alegría necesita, pues, motivo, fundamento, razón de ser, principio y origen.
Y aquí es donde la frase-cita de Benjamín, que por lo demás es certera, pues la alegría hace hermoso, valioso y preciado todo lo que toca, se queda corta. Y para comprenderla, para estar totalmente de acuerdo, para compartir el pensamiento de Benjamín en esta frase-cita, es fundamental tener presente la cita de san Pablo que os acabo de facilitar. Porque si no, la cuestión se queda coja y puede alcanzar niveles altos de estolidez, incoherencia e incluso crueldad.
Un ejercicio que propongo: buscad la cita bíblica, mezclad ambas oraciones en la coctelera de vuestro intelecto, ponedle un poco de corazón y decidme si no estoy en lo cierto.
Hay días en que uno no tiene ganas de nada, se ve agobiado por las circunstancias, el tiempo le puede y la urgencia por no se sabe qué le posee inexorablemente. En esos casos, intento mantenerme a flote recordando uno de los versículos que más me gusta repetir y que, como todo en mi entrecomilladamente coherente vida, cumplo menos a rajatabla de lo que debería. La frase es de san Pablo, y no os la voy a decir. Si queréis conocerla, no tenéis más que acudir a vuestra mesilla de noche, coger la Biblia que tenéis siempre a mano y buscarla. Ah, ¿que no tenéis una Biblia en la mesilla de noche? Bueno, tendréis una en la estantería del salón, o en el despacho, o si no podéis consultar esa Biblia grande ilustrada que tenéis en el recibidor. Ah, que tampoco. Pues en Librerías San Pablo os pueden facilitar una por un módico precio. Y cuando la tengáis, no tenéis más que ir al Nuevo Testamento, a las Cartas de san Pablo, concretamente a la Carta a los Filipenses. Una vez allí, buscad en el capítulo 4 el versículo 4. O sea, Flp 4,4. No os confundáis y busquéis el 44, que no está. Sólo 4,4. ¿Ya? Bien. Pues ahora estáis en condiciones de leer la frase-cita de hoy, que proviene de la Agenda San Pablo:
«La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro» (Benjamin Franklin).
Estamos de acuerdo en que la alegría es vital, es felizmente contagiosa, es fundamental para la existencia, es sana y motivadora, es alentadora y entusiasmante. Bien. Pero habrá que saber alegrarse, digo yo. Porque podríamos caer en una alegría vana, fatua, inconsistente, huera, desconsiderada incluso. La alegría del tonto, la alegría del sinsorgo, la alegría del sinsentido más estrepitoso. La alegría necesita, pues, motivo, fundamento, razón de ser, principio y origen.
Y aquí es donde la frase-cita de Benjamín, que por lo demás es certera, pues la alegría hace hermoso, valioso y preciado todo lo que toca, se queda corta. Y para comprenderla, para estar totalmente de acuerdo, para compartir el pensamiento de Benjamín en esta frase-cita, es fundamental tener presente la cita de san Pablo que os acabo de facilitar. Porque si no, la cuestión se queda coja y puede alcanzar niveles altos de estolidez, incoherencia e incluso crueldad.
Un ejercicio que propongo: buscad la cita bíblica, mezclad ambas oraciones en la coctelera de vuestro intelecto, ponedle un poco de corazón y decidme si no estoy en lo cierto.
Comentarios
La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro.
Regocijaos, la piedra filosofal convierte el Señor en oro.
Regocijaos, el Señor siempre todo lo convierte en oro.
Otra vez digo el Señor convierte en oro la piedra filosofal.
La piedra filosofal otra vez convierte en Señor el oro.
Otra vez el Señor lo convierte en piedra.
El Señor filosofal convierte la piedra en oro. Regocijaos.
El oro lo convierte en piedra el Señor filosofal.
Regocijaos otra vez, el Señor convierte en filosofal el oro.
Digo oro, otra vez.
Convierte la piedra filosofal otra vez, Señor
En fin, que sigo dándole a la coctelera a ver si al final doy con la piedra filosofal que todo lo convierte en oro otra vez. Que regocijo.
Coda: palabra clave, ebarr, es decir es barra de oro, en inglés barrbaro.