Hola, corazones.
Mi queridísima espalda, concretamente la zona lumbosacra o sacrolumbar (¿os habéis dado cuenta de que precisamente la parte en la que la espalda pierde su casto nombre recibe, entre otros, un calificativo que lo sacraliza, lo convierte en lugar sagrado?) está fastidiándome un poquitirrinín de nada (¡ay!), así que tengo que ser breve porque a cada rato necesito cambiar de postura, levantarme, moverme, para no rabiar y mandar a freír espárragos a la vía del tren de Tombuctú a más de uno…
La frase-cita de hoy me llega oportunamente a través de Proverbia.net, corresponde al día de hoy y me interesa profundamente, porque esa misma pregunta estoy haciéndomela yo mismo cada vez con más frecuencia. No me preguntéis por qué, porque no os lo voy a decir (no tengo respuestas, sólo preguntas), pero es así. La frase-cita, o mejor la cuestión de hoy, la plantea George Herbert, y dice (interroga) así:
«¿Por qué se ha de temer a los cambios? Toda la vida es un cambio. ¿Por qué hemos de temerle?» (George Herbert).
Hombre, Jorge Heriberto, quizá tú seas un valiente echado p’adelante que no necesite pensar y repensar las cosas antes de hacerlas, pero hay gente, mucha gente (o sea, yo), que es más bien de darle vueltas a las cosas, de sopesar pros y contras, o simplemente de no atreverse por pereza, desidia, miedo, vergüenza o qué sé yo qué.
Los cambios pueden suponer muchas cosas. Siempre suponen elegir. Y elegir también es rechazar. Los cambios suponen dejar atrás algo, abandonarlo, mirarlo de otra manera, entenderlo al revés. No me estoy refiriendo a cambios nimios, como cambiarse cada día de muda (eso es higiene y nada más), ni a cambios como el color de las paredes, que ya tiene su trascendencia (¿me gustará el nuevo color, no me cansaré?, porque, con lo que cuesta pintar, mira que si no me gusta y me tengo tirar un porrón de años con la pared fucsia…). No, me refiero a cambios serios e importantes en la vida, esos cambios que uno se plantea pero nunca hace (ese soy yo, Valiente, el príncipe de los cambios radicales, jejeje).
Cambios que son más fáciles de hacer cuando están motivados, apoyados, comprendidos y compartidos con otra persona, aquella que cambia contigo porque vive contigo. Cambios que son más difíciles porque llevarlos a cabo supone planteárselos y desarrollarlos con alguien que puede no querer aceptar las consecuencias de esos cambios, consecuencias que muchas veces afectan a terceros.
Las circunstancias, la vida, nos van a proponer, constantemente, cambios. Cambios que debemos plantearnos, sopesar, afrontar o rechazar. Así que, querido Jorge Heriberto, comprendo que la gente tema los cambios, o sus consecuencias. Pero estoy de acuerdo contigo en que la vida es un continuo cambio. Y que los cambios a que nos conduce la vida de forma natural y coherente no deben ser temidos, sino asumidos. Otra cosa es que uno tenga rostro, narices, agallas u otras partes del cuerpo para hacerlo.
En cualquier caso, Jorge Heriberto, gracias por hacerme pensar. Volveré en privado sobre tu pregunta, a ver si me contesto más cosas…
Mi queridísima espalda, concretamente la zona lumbosacra o sacrolumbar (¿os habéis dado cuenta de que precisamente la parte en la que la espalda pierde su casto nombre recibe, entre otros, un calificativo que lo sacraliza, lo convierte en lugar sagrado?) está fastidiándome un poquitirrinín de nada (¡ay!), así que tengo que ser breve porque a cada rato necesito cambiar de postura, levantarme, moverme, para no rabiar y mandar a freír espárragos a la vía del tren de Tombuctú a más de uno…
La frase-cita de hoy me llega oportunamente a través de Proverbia.net, corresponde al día de hoy y me interesa profundamente, porque esa misma pregunta estoy haciéndomela yo mismo cada vez con más frecuencia. No me preguntéis por qué, porque no os lo voy a decir (no tengo respuestas, sólo preguntas), pero es así. La frase-cita, o mejor la cuestión de hoy, la plantea George Herbert, y dice (interroga) así:
«¿Por qué se ha de temer a los cambios? Toda la vida es un cambio. ¿Por qué hemos de temerle?» (George Herbert).
Hombre, Jorge Heriberto, quizá tú seas un valiente echado p’adelante que no necesite pensar y repensar las cosas antes de hacerlas, pero hay gente, mucha gente (o sea, yo), que es más bien de darle vueltas a las cosas, de sopesar pros y contras, o simplemente de no atreverse por pereza, desidia, miedo, vergüenza o qué sé yo qué.
Los cambios pueden suponer muchas cosas. Siempre suponen elegir. Y elegir también es rechazar. Los cambios suponen dejar atrás algo, abandonarlo, mirarlo de otra manera, entenderlo al revés. No me estoy refiriendo a cambios nimios, como cambiarse cada día de muda (eso es higiene y nada más), ni a cambios como el color de las paredes, que ya tiene su trascendencia (¿me gustará el nuevo color, no me cansaré?, porque, con lo que cuesta pintar, mira que si no me gusta y me tengo tirar un porrón de años con la pared fucsia…). No, me refiero a cambios serios e importantes en la vida, esos cambios que uno se plantea pero nunca hace (ese soy yo, Valiente, el príncipe de los cambios radicales, jejeje).
Cambios que son más fáciles de hacer cuando están motivados, apoyados, comprendidos y compartidos con otra persona, aquella que cambia contigo porque vive contigo. Cambios que son más difíciles porque llevarlos a cabo supone planteárselos y desarrollarlos con alguien que puede no querer aceptar las consecuencias de esos cambios, consecuencias que muchas veces afectan a terceros.
Las circunstancias, la vida, nos van a proponer, constantemente, cambios. Cambios que debemos plantearnos, sopesar, afrontar o rechazar. Así que, querido Jorge Heriberto, comprendo que la gente tema los cambios, o sus consecuencias. Pero estoy de acuerdo contigo en que la vida es un continuo cambio. Y que los cambios a que nos conduce la vida de forma natural y coherente no deben ser temidos, sino asumidos. Otra cosa es que uno tenga rostro, narices, agallas u otras partes del cuerpo para hacerlo.
En cualquier caso, Jorge Heriberto, gracias por hacerme pensar. Volveré en privado sobre tu pregunta, a ver si me contesto más cosas…
Comentarios