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Un pensamiento de Eleanor Roosevelt

Hola, corazones.


Ayer por la mañana, al pasar junto a la boca de metrosauna por la que antes de pasarme al autobús salía sudoroso y asfixiado todas las madrugadas, un joven repartidor de propaganda me asaltó ofreciéndome uno de los folletos que a duras penas sostenía en sus manos. Como soy de natural miedoso y timorato, y las hazañas sólo se me ocurren a toro pasado, simplemente miré el logotipo abajofirmante del folleto y le di amablemente las gracias al repartidor, rechazando su ofrecimiento. Reconozco que en mi fuero interno me hubieran dado ganas de decirle que no recojo publicidad comercial, ni siquiera la publicidad comercial que proviene de los sindicatos. Sé que con esto me puedo ganar muchos contraadeptos, pero no estoy dispuesto a jugarles el juego cuando ellos lo único que han hecho conmigo es jugármela. Que le pregunten, si no, al enlace que hizo lo indecible (aliteración en zeta) para evitar mi candidatura independiente como representante de los trabajadores de mi empresa. Pero les salió rana.


Y por la tarde noche me topé con una manifestación de bicicletistas que cortaba el tráfico de la ciudad con la ayuda de la policía motorizada. A mí, que fastidiar la prepotencia de los conductores siempre me parece muy buena idea, no me parece mal que los bicicletistas que quieran machacarse subiendo y bajando las cuestecitas de Madrid puedan hacerlo, pero me parece que pierden la razón en sus reivindicaciones cuando, al llegar a los pasos de cebra, deciden saltárselos, llegando incluso a pasar con sus ruedecitas por encima de los piececitos de los peatones. Mira, no. Si quieres respeto, majo, respeta. Porque lo de ayer fue un atropello. Vale que con tu bici, y a la velocidad a la que ibas, no enviaste al peatón a la morgue, ni al hospital, ni siquiera a la farmacia a por tiritas, pero si tú, vehículo con ruedas que circula por la calzada, te crees con derecho a no respetar la señalización vertical y luminosa de los semáforos, y atropellas peatones, no tienes capacidad moral para reivindicar nada, ni para protestar por nada. Porque eres un atropellador de peatones. Y eso es lo que tú mismo eres cuando te apeas de tu instrumento locomotor.


Una vez expresada mi indignación a dos frentes, y consciente de que con esta protesta mía pierdo seguramente pensaclientes y seguidores, acometo el comentario de la frase-cita, que hoy extraigo de la Agenda San Pablo 2011, viernes 29 de abril, Día mundial de la danza, ya que ninguno de los envíos semanales de Proverbia.net me ha inspirado absolutamente nada. Dice la frase-cita que


«El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños» (Eleanor Roosevelt).


Tengo que investigar más a esta señora, porque confieso que cada vez que me tropiezo con un pensée salido de su boca o de su pluma me sobreviene un hormiguillo por la nuca que me hace presentir que estoy ante una de esas grandes verdades que se te infiltran en la fibra íntima en cuanto estás descuidado. Tomo nota: entre mis tareas pendientes, conocer más cosas de doña Elinor y, si es posible, hacerme con alguna colección o antología de textos suyos.


No sé cuál es la razón por la que el autor/confeccionador de la maravillosa Agenda San Pablo eligió esta frase-cita, y menos coincidiendo con el Día internacional de la Danza. Quizá porque la danza es bella, ensoñadoramente bella, y además suele estar protagonizada, interpretada, por personas que tienen, además de fuerza, vigor, talento, sensibilidad y ternura, mucho futuro por delante. Y porque no son futbolistas.


El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños. ¿Quién tiene sueños bellos? Todos podemos alcanzar a tenerlos, de igual manera que todos, en algún momento de nuestra vida, podemos o hemos tenido un sueño erótico, una pesadilla, un sueño enigmático, un sueño quebrado, un sueño reiterativo, etc. Pero tenemos también sueños bellos. Los recordemos o no. Claro que me temo que cuando doña Elinor se refiere a los sueños no lo está haciendo, al menos no solamente, a los sueños que tenemos cuando estamos tumbados en la cama o en el sofá, sino a esos sueños que son mezcla de ideal, aspiración y vocación, y que nos han llevado muchas veces a tomar una decisión, acertada o no, que ha podido incluso condicionar nuestra existencia (al fin y al cabo, todas nuestras decisiones nos condicionan un poco).


Y ahí parece claro que una persona que cree realmente que sus aspiraciones, sus intereses, su vocación, sus deseos, son sueños bellos, tiene más posibilidades de lograr hacerlo realidad que la que no cree en sus sueños (en sus posibilidades, en sí misma) o la que piensa que ya no tiene que soñar. Tiene sueños el joven, pero no sólo el joven. También el que mantiene intacta su capacidad de soñar, su ilusión, su interés por vivir y experimentar la belleza.


«El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños». Esta frase-cita de doña Elinor está hoy dedicada, expresamente, a mi sobrina, que hoy cumple años. Que siempre haya belleza en tus sueños.


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