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Un pensamiento de Charles Dickens

Hola, corazones.

No tengo hoy ninguna anécdota especial que contar, no me ha pasado nada en el autobús, ni me he caído, ni he visto a nadie raro haciendo nada raro delante de mi rara percepción. No hace ni frío ni calor ni tengo dolores o sensaciones diferentes de las de otros días o de algún modo calificables como especiales. Hoy es «uno de esos días» (vaya, me ha salido expresión de anuncio) anodino, normal, corriente. Ya llegará, como dice el agorero. Pues si llega, que sea el día en que los números que salen de la bola del sorteo de la ONCE coincidan con los del cupón que llevo, respondo. En fin.

Y como no tengo nada que contar, resulta que casi tampoco tengo frase-cita que comentar. He estado mirando las de Proverbia.net de esta semana y no hay ninguna que me inspire grandes comentarios. La única que me ha provocado una mínima respuesta es esta, de tipo personal, propuesta por el twisteano Dickens:

«No está en mi naturaleza ocultar nada. No puedo cerrar mis labios cuando he abierto mi corazón» (Charles Dickens).

Y la verdad, es que lo que se me ocurre es decir, simplemente, que a mí me ocurre lo mismo, que soy transparente y casi bocazas desde el preciso instante en que me implico de corazón en las cosas. Si quiero a alguien se me nota, si me preocupa algo, se me nota, si algo ha interesado a mi corazón, no sólo se me nota, sino que no tengo más remedio que soltarlo, ya sea mediante lenguaje oral, lenguaje escrito o lenguaje gestual o no verbal. Vamos, que coincido con Dickens.

Pero, ¿da realmente esta coincidencia para un «Pensa» completo? ¿Tiene realmente importancia el hecho de que mi humilde persona (tómese la palabra como un mero acompañante: si hubiera escrito «mi gran persona» habría dado exactamente lo mismo) se implique y no sea capaz de callarse, de ocultar, de actuar, de disimular? ¿Aparte de demostrar que mi orientación profesional, dada mi tremenda inhabilidad para el fingimiento, no se habría podido decantar nunca por la interpretación actoral, de qué sirve esta afirmación? Y realmente, ¿no erré mi orientación profesional cuando me dirigí al periodismo, en lo que de ocultación (fuentes, declaraciones off the record, secretos que conviene no desvelar…) tiene y exige? Seguramente por eso he acabado escribiendo comentarios humorístico-morales en un blog.

Si además todo el mundo sabe que soy como un vaso de cristal lleno de agua clara de la fuente sobre una mesa de mármol blanco en un día soleado, y espera el momento oportuno en que yo abra la boca para beberme y enterarse de todo (¡puaj!). Esto tiene una implicación más: si me implicas en algo y se me nota y se me escapa y no soy capaz de ocultarlo, cuando me ponen a prueba, en cuanto me plantan delante ya no un capote, la muleta del muñeco torero que acompañaba a la bailarina flamenca de encima de la tele cuando esta no era plana, bajo la testuz y tiro p’adelante y p’a dentro. Soy como un toro de ganadería brava.

Todo esto para decir que coincido con Dickens. Ojalá coincidiera en algo más.

Deben ustedes vosotros perdonarme, pero es que hoy no me apetecía dar consejos ni ofrecer pensamientos morales positivos. Hoy necesitaba mirarme al espejo un rato. Gracias por su vuestra comprensión y ¡hasta la semana que viene!

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