Ir al contenido principal

Un pensamiento de Gandhi

Hola, corazones

Hoy celebramos el Día internacional de la tolerancia. ¡Qué semana más indicada para recordarlo! Tolerancia. ¿Griterío o alboroto rancio? ¡No! Tolerancia. Atengámonos a la RAE, esa sabia señora tan vituperada: «Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias». Un respeto que, en la mayor parte de las ocasiones, quien lo practica lo hace, no obstante, con cierta displicencia, como diciendo «que sepas que aunque te digo que te respeto no me gusta nada lo que haces, piensas y crees, porque lo que yo hago, pienso y creo es de rango infinitamente más elevado». 

Evidentemente, siempre es mejor una actitud de tolerancia que una actitud impositiva, que pretende imponer por el grito, la amenaza, la coacción e incluso la violencia una actitud, un modo de pensar o de actuar diferente. Puedo estar en lo cierto o estar equivocado, pero si quien piensa que estoy equivocado trata de hacérmelo ver insultándome, amenazándome, humillándome, agrediéndome, escupiéndome, no va a lograr otra cosa que reafirmarme en mi decisión y cerrar mis oídos a sus palabras. Prefiero, aunque tampoco me entusiasme, a aquel que, aun pensando que estoy equivocado, deja que siga mi camino supuestamente errado. Como dice una carta que he leído hoy en el periódico, hay que ser como san Francisco y amar hasta al burro que ladra...

Pero en ambos personajes me falta algo que me haga detenerme, inclinarme, escucharlos, intentar comprenderlos, tratar de ponerme en su lugar (los tipos citados antes no se ponen en mi lugar, está claro). Y ese algo es lo que nos propone nuestro fraseador de esta semana:

«El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia» (Gandhi).

Imagino que nuestro pacífico señor de las gafas redondas, cuando habla de fe, lo hace de verdad. Es decir, que habla de una fe fundada, probada, vivida, conocida, estudiada, experimentada. No de una fe adquirida por inercia o por oposición, sino recibida como don, aceptada como propia y asumida como vital. Aclaro esto porque no me vale reducir la frase-cita de Gandhi a otros términos también valiosos: inteligencia, ideología, pensamiento político, filosofía de vida, cosmovisión… Quedémonos en el concepto «fe».

Fe que relacionada con amor mueve a respeto. Dice Gandhi. Siempre y cuando, dice también y yo lo destaco, haya «respeto propio». Porque, claro, si uno no se respeta a sí mismo, si no respeta su propia fe, su propio motor vital, si no se ama a sí mismo, difícilmente podrá respetar a nadie. Con nadie convivirá a gusto si convive a disgusto consigo mismo, con su propia fe. Si no respeta (venera, acata, considera, mira con deferencia) su fe.

El problema es que no nos damos cuenta muchas veces del respeto que debemos a nuestra fe, a nosotros mismos como seres portadores de fe.

Y ahora hagamos el ejercicio que antes hemos vetado. Sustituyamos en la frase-cita de Gandhi la palabra fe por otras palabras, a ver qué pasa:

Cuerpo: «El amor empuja a tener, hacia el cuerpo de los demás, el mismo respeto que se tiene por el propio». Es fuerte, eh?: ¿De verdad amamos, de verdad respetamos nuestro cuerpo?

Alimento (esta es menos clara, pero también tiene tela): «El amor empuja a tener, hacia el pan de los demás, el mismo respeto que se tiene por el propio». ¡Y lo poco que nos importa!

No sigo. Pero si queréis seguir probando, a ver qué os sale...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos. La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respu

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Aristóteles

Buenos días, queridos amigos. No tengo hoy demasiadas ganas de pensar, espero que sepáis perdonarme. Así que me he enganchado al envío diario de Proverbia.net y he agarrado la primera frase que he visto, que responde a la categoría de «sueños» (un día hablaremos de cómo en Proverbia.net clasifican las frases según temas y categorías de una forma que a veces me resulta aleatoria: «Dios te lo pague», un suponer, lo clasificarían en «Dios», lógicamente, pero tampoco sería nada raro que apareciera en «paga», «sueldo», o «retribución»). Y aunque la frase-cita no habla más que de un tipo de sueños, y yo estoy ahora más cerca de las pesadillas o del insomnio que del onírico placer o de la eternidad de la ensoñación, he apuntado la frase, a ver qué sacamos de ella. «Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» (Aristóteles). Ya digo que no tengo muchas ganas de pensar. Y para quien no desea p