Parece
que últimamente los jueves llego al portátil sin una sola idea en la cabeza con
la que enfrentarme a la pantalla en blanco. Y menos mal que aparecen personas
que me echan un cable aportándome un tema de conversación. La semana pasada una
amiga que reclamaba la defensa del feto humano frente a quienes se procupan más
por la protección del embrión de hiena o de la larva de escolopendra me dio pie
para escribir y comentar unas frase-citas famosas.
Esta
semana la ayuda ha provenido mi cuñada, que ejerce con orgullo de orgullosa tía
(más aún de lo que yo presumo de mi ahijado, que es su hijo, y de la bellísima
novia de este, que es mi «sobrina-nuera»). Resulta que me ha enseñado un vídeo,
una excelente producción, que protagoniza su sobrino, que es deportista de
elite y ha participado en juegos olímpicos y campeonatos mundiales de diversas
especialidades.
Un vídeo
muy bueno, muy bonito, que me ha dado mucho que pensar. A mí, que soy lo menos
deportista que nadie se puede echar a la cara. A mí, que soy más cobarde, más
paradito, más nononomejornolointento que existe sobre la superficie del
planeta. El vídeo habla de esfuerzos, pero sobre todo de retos, de
dificultades, de tesón, de afán de superación, de metas logradas, de…
Y una vez
visto el vídeo, me he puesto a pensar en frases para comentar, intentando
evocar aquella, que ya he citado alguna vez, del póster del chavaluco que está
sentado intentando atar los cordones de las zapatillas: «No se puede pactar con
las dificultades: o las vencemos o nos vencen». Desde entonces he visto muchos
trinfadores que aprendieron a atarse los cordones, incluso de varias maneras
distintas; también he visto triunfadores que han aprendido a caminar con los
cordones desatados ¡sin pisárselos ni tropezar una sola vez con ellos!; he
visto también triunfadores que se han pasado a modalidades de calzado sin
cordones: mocasines, chanclas, zapatillas con velcro… Lo que no he visto,
nunca, es perdedores.
Finalmente
encontré una frase-cita que me gustó, así que vamos a leerla juntos y a
comentarla después:
«Toda
dificultad eludida se convertirá más tarde en un fantasma que perturbará
nuestro reposo» (Frédéric Chopin).
Podría
adaptar la cuestión de la zapatilla a esta frase-cita de Fede Pincho. Si te tienes que atar el cordón de la zapatilla y
finalmente te pones unas chanclas (flipflap), o caminas con los cordones
desatados y los pies saliéndose a cada paso (clonc-clonc), no has vencido tú,
sino la zapatilla. ¿Y entonces la zapatilla se te aparece en sueños y no te
deja dormir por las noches, ululando y arrastrando sus cordones por la
habitación? No. O sí. Depende de que vivas las chanclas como un fracaso, o de
que tu intención inicial fuera ir a correr y la chancla te frustara el momento,
por ejemplo. Lo importante, pienso yo, es que a la dificultad (atarte la
zapatilla) das una respuesta, tomas una decisión: eludirla, convivir con ella o
superarla.
Una
dificultad superada deja de ser dificultad. Llega un momento en que, después de
haberlo aprendido, de haberlo visto hacer, de haberlo intentado, acabas por
atarte el nudo de la zapatilla, incluso aprendes varios nudos diferentes,
algunos de mayor dificultad. Y puede que incluso alguna vez estés torpe, y el
nudo no te salga todo lo rápido, fuerte y bonito que desearías, pero no pasa
nada. Hablamos de nudos de zapatilla, pero está claro que podemos hablar de
otras cosas. Todo es difícil cuando no sabemos hacerlo, cuando no lo hemos
intentado, cuando no nos han enseñado, cuando no hemos practicado… y cuando no
nos interesa que deje de ser difícil.
Pero
cuando te lo propones, cuando quieres algo y lo quieres de verdad, y te
esfuerzas por conseguirlo, estás haciendo que esa dificultad se desvanezca.
Puede que lo consigas y puede que no. Puedes proponerte ser campeón del mundo,
que es algo muy difícil, porque sólo lo puede ser una persona cada cuatro años,
y puede que no lo logres y te quedes «sólo» en subcampeón. Da igual. Está claro
que con una mentalidad así, con un tesón semejante, tus dificultades nunca se
te aparecerán como fantasmas, porque nunca las eludirás.
Convivir
con la dificultad lo haces siempre, tanto si te enfrentas con ella y la vences,
como si la eludes: el cordón de la zapatilla está ahí, mirándote socarrón.
Eludir la
dificultad te acarrea, como dice Fede
Pincho, muchos problemas. No hago tal cosa porque es muy difícil. Vale.
¿Pero te das cuenta de que no hacer tal cosa te impide además hacer esta otra
cosa y la de más allá, y te priva de la oportunidad de conocer mejor a fulanita
y a menganita, que mira que son guapas e inteligentes? ¿Te das cuenta de que no
hacer tal cosa porque es muy difícil te separa de aquellos que sí lo hacen? ¿Te
das cuenta de que les estás privando del placer de enseñarte, de ayudarte, de
serte útiles? ¿Te das cuenta de que lo difícil acaba siendo fácil cuando lo
aprendes, lo practicas, lo desarrollas, lo entrenas, te aficionas a ello?
Además, es una tontería, ya que si no haces algo, el no para ese algo ya lo
tienes (no le voy a decir nada a esa chica, porque me va a decir que no; quién
sabe lo que ella te diía, tú ya te has dicho a ti mismo que no). ¿Ves? El
enemigo está solo en ti, que te niegas las cosas, que te amilanas ante las
dificultades, que te figuras a propósito los retos más grandes e insuperables
de lo que ya son.
Me parece
que voy a tener que replantearme algunas de mis negativas, no vaya a ser que al
final se me aparezca en sueños, un suponer, un amenazante fa sostenido o un
inquietante vocablo extranjero.
En fin.
Si queréis ver el vídeo del que he hablado, no tenéis más que buscarlo en
youtube. Se titula
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