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Un pensamiento de Benjamin Franklin


 
Nada como una buena juerga sevillana para borrar las ojeras y hacer desaparecer el cansancio, o al menos para sustituirlo por uno más placentero. No es que la satisfacción de un trabajo bien hecho o al menos terminado no sea placentera, pero lo es siempre más la agradable compañía, la charla amistosa, cariñosa y familiar, la buena comida y la buena bebida. Y si a eso le añades baile, gente guapa y el embrujo, que por tópico que sea, es verdad, de Sevilla, y la sombra de la Giralda de madrugada, bendito sea el cansancio reponedor. Que me encuentro mucho mejor y muy divinamente, ¡ea!
 
Y que, aunque vuelto a la rutina y al trabajo, y encerrado en casa cuando no en el despacho, he vivido esta semana con más alegría, con más entusiasmo, con más optimismo que lo que suele ser habitual en mí. Claro, que, siendo sieso y cenizo como soy, superar la media de positividad no es demasiado complicado. Pero aquí estoy, dispuesto a lo que sea. Pero si hasta mi horóscopo de ayer, que me parto, decía que «habrá un cambio positivo en mi vida que puede acabar teniendo un gran efecto sobre mi vida familiar». ¿Vendrá algún importante editor a la Feria y me ofrecerá un jugoso contrato con derechos de autor por mis escritos? ¿Visitará la caseta alguna de las famosas presentadoras que admiro casi hasta la idolatría a pedirme consejo o algo? ¿Aparecerá algún empresario dispuesto a comprar dos ediciones completas de mi obra para impartir con ella cursos de coaching positivo? ¿Descubrirá este fin de semana un silencioso investigador médico un remedio infalible para las degenerativas cerebrales? ¿Estará presente este domingo en San Marcos ese famoso productor dueño de aquella discográfica que todo lo que edita lo convierte en platino? ¡Ay, madre, ¿qué será!?
 
«No anticipéis las tribulaciones ni lo que seguramente no puede suceder. Vivid siempre en un ambiente de optimismo» (Benjamin Franklin).
 
Jopetas, don Benjamín, justo que estaba ahora con el cuento de la lechera, con lo poco que me prodigo en esas lides, y me viene usted a decir lo mismo pero lo contrario, o lo contrario pero igual. Bueno, parecido.
 
Porque, claro, el cuento de la lechera, sobre todo cuando no hay leche en el cántaro, es menos optimista de lo que parece, o mejor, no es optimista sino ilusorio, y aunque hace sonreír, está prediciendo aquello de que más dura será la caída. Y el caso contrario, el anticipo de la tribulación que seguramente no puede suceder, es ilusorio por falso y además pesimista, aguafiestas, oscuro, cenizo, patán…
 
Intuyo que aunque usted, don Bejamín, no lo dice, cuando habla de ambiente de optimismo está, más que afirmando la posibilidad de la utopía, o de la lechera, aportando positividad a las cosas probables, reales, con ilusión pero con los pies en la tierra. ¿Mucho suponer? Quizá.
 
Igual estoy llevándomelo a mi idea, haciéndole afirmar cosas que no dice. Pero yo entiendo que lo de «vivid siempre en un ambiente de optimismo» tiene una segunda parte, como la tiene una de mis citas bíblicas favoritas: «Estad siempre alegres», exhortación maravillosa a la que el Apóstol añade: «Os lo repito: Estad siempre alegres en el Señor». Esto es: que vuestra alegría tenga la más sólida de las fundamentaciones. Pues del mismo modo, yo intuyo en la frase de don Benjamín una coda: «Os lo repito: «Vivid siempre en un ambiente de optimismo en lo que seguramente puede suceder». Que vuestro optimismo, pues, tenga también la más sólida de las fundamentaciones. Que como todo buen optimismo se inspire en la fe y en la esperanza, pero que no pierda nunca de vista, por más que mire al cielo, el suelo que pisa.
 
Bien. Creo que hoy sí que me he ganado el título de manipulador y «transgiversador», feo palabro de fea significación. Pero que me hace pensar que este fin de semana, diga lo que diga el horóscopo, no va a aparecer ante mí el mago de la lámpara en forma de contrato de edición, ni con afamado rostro bellezón, ni de generoso emprendedor chiflado, ni de productor musical ni de ¡ay, Dios! trascendental descubrimiento. Me pasará, eso sí lo espero, que las dos jornadas de Feria que me restan serán muy positivas en cuanto a trabajo, al desarrollo de mi amabilidad y quizá de mi extraviada y diminuta paciencia. Que no me vendría mal, y repercutiría positivamente en mi vida familiar.
 
Posdata: ¿vida familiar es esa que tengo cuando entro en casa y saludo a mis cuadros, y la ropa que dejé sin recoger me grita que se esta arrugando, y la lámpara del techo me guiña parpadeante para insinuar mi tacañería porque sigo sin reponer esa bombilla…?

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