Ir al contenido principal

Un pensamiento de Edith Stein


 
¿Os ha pasado alguna vez que os comparáis con alguien y consideráis que salís perdiendo en la comparación? No me refiero a la comparación fruto de la envidia, o al menos no de la envidia mala (¿hay envidia buena?, lo dudo), sino a esa comparación que diríase proviene de una aparente consideración objetiva de las cosas, pero que pierde de vista muchos detalles y matices.
 
Quizá con un ejemplo me explico mejor, o algo. El otro día, viendo pasear a la gente por el Retiro desde mi atalaya de la caseta en la Feria del Libro, de repente vi pasar a uno que iba ataviado con una ropa que hizo que mi cabeza se pusiera a rumiar: «qué jodío, qué ropa tan bonita y atrevida lleva y qué bien le sienta, si yo me pusiera eso iría hecho un ridículo alfeñique con barriga ajustada». Cuando me pasan cosas de esas, trato de poner en práctica un consejo, pero no siempre lo consigo. Dice el consejo que cuando veas a alguien que te provoca pensamientos similares y te hace sentir mediante la comparación una cierta sensación de inferioridad, que trates de imaginártelo de otro modo (y aquí valen muchas opciones: desprovisto de todo ropaje, cortándose las uñas de los pies, en pose de evacuación escatológica, despeinado y con legañas después de una noche sin dormir con doble borrachera de tequila…). Un ejemplo menos frívolo: cuando alguien sabe explicar algo con una claridad y con una brevedad inalcanzable para tu corto intelecto, y no porque sea un repelente niño vicente, porque a esos es fácil imaginarlos llenos de defectos, sino porque simplemente tiene esa capacidad, haz lo mismo: imagínatelo vertiendo el café sobre ciertas partes de su propio cuerpo cuando está plácidamente sentado, casi repantingado.
 
Quizá sea inevitable, o nos cueste mucho (a mí, desde luego, me cuesta), pero la cuestión es que tenemos que dejar de imaginarnos cosas de los demás. Porque cuando lo hacemos acabamos comparando, y en la comparación tendemos a ponernos en el término menor, y podemos acabar haciéndonos daño. Claro que también nos lo hacemos si andamos todo el día ubicándonos en el término mayor de la comparación, si seremos engreídos. Lo mejor, entonces, es no comparar.
 
O ser más comprensivos. Porque…
 
«Para los que tenemos fe la noche también es oscura» (santa Teresa Benedicta de la Cruz-Edith Stein).
 
Me temo que esta vez he hecho el comentario a la frase-cita antes de proponerla para su revisión. Claro que la comparación es distinta, no superficial como la que yo he sugerido, sino profunda. Pero es lo mismo, porque pienso: «claro, ella, como es santa, todo lo puede, todo lo soporta, todo lo sublima, todo lo transforma en amor, en espíritu, en vida; hasta su propia muerte, y no le cuesta nada». Y entonces ella me dice que naranjas, que me la imagine de otro modo, de otra manera; que tenga en cuenta que para ella la noche también es oscura.
 
Me parece sublime esta sencilla y a la vez profunda frase-cita pensamiento de la santa filósofa víctima y mártir (víctima por judía y mártir por monja). Para los que tenemos fe, el sufrimiento humano, la iniquidad, el egoísmo, el mal, la violencia, el pecado, la muerte… tienen una respuesta. Pero hallar esa respuesta no es algo inmediato, ni automático, ni fruto de un chas de birlibirloque. No. Cuando te enfrentas a la enfermedad y a la muerte venidera de alguien, por mucho que hayas sabido, estudiado y creído la respuesta, por mucho tengas perfectamente asumida la indefectibilidad de la muerte (¿es válido este concepto, o me he pasado?), por muy fuerte y segura que sea tu fe, no creas por eso que te vas a ir de rositas, no creas por eso que no vas a sufrir, que no vas a atravesar no una, sino muchas noches oscuras. Las mismas, si no más, de quien no ve nada porque nada cree.
 
La noche también es oscura. Lo es para todos. Al menos todos atravesamos alguna. Lo importante es cómo sea la mañana posterior a esa noche. 
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Mario Vargas Llosa

Hola, corazones. Me gusta la gente que cuando recibe la noticia de que se le ha concedido un premio, muestra su alegría, su sorpresa y su satisfacción por partes iguales, sin ese extraño temor a que te critiquen, sin ese esnobismo de intelectual progre o simplemente rarito que ha motivado que muchos otros hayan aceptado el premio profiriendo previamente alguna grosera boutade . Olé, pues, por Mario Vargas Llosa , que exulta. Con los Nobel me suele ocurrir, además, que mis vírgenes oídos en el vasto territorio de la literatura mundial jamás hayan oído pronunciar el nombre del ganador (Hertas, Jelineks, Koetzees o como se llamen han sido para mí absolutamente ajenos), o que, incluso habiendo leído alguna excelente obra del premiado, su persona me caiga redonda, gorda o rematadamente mal (si digo sus nombres, alguno me crucificará, pero si son excelentes La colmena o La balsa de piedra , por ejemplo, no lo son tanto los gases de cuerpo y mente que en ocasiones sus autores han desprendido...

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de José Luis Martín Descalzo

Hoy recurro a la Agenda de San Pablo (¿quién hará algo tan bueno?) para recomendaros un alegre pensamiento. Porque la alegría, pienso yo, es uno de los elementos imprescindibles en la vida de las personas, uno de esos elementos que puede pero no tiene por qué depender de nada, o de casi nada, externo a la propia persona, a no ser que sean otras personas, humanas, divinas o incluso caninas, que de todo hay. Y es que hoy estoy contento, porque sin darme cuenta anoche seguí las recomendaciones del pensamiento o frase-cita que sigue, en un estimulantísimo encuentro con mi familia. Ved, sin más, la reflexión de hoy: «La alegría no es algo que se consiga de una vez para siempre; hay que reconquistarla constantemente» (José Luis Martín Descalzo). José Luis Martín Descalzo fue (es: hay gente que siempre permanece) de esas personas que todo lo hicieron intensamente y todo lo hicieron bien. Sacerdote «pero» culto, como dicen ciertas malas lenguas, vivió fielmente su compromiso sacerdotal, su com...