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Un pensamiento de Charles Dickens

Carissimi

Me encuentro últimamente muy cansado, pero esto, y sin que sirva de precedente, no es una queja. Las circunstancias que me hacen sentirme así son, en gran parte, provocadas por mi propia actividad, por propia decisión; en otra parte, tampoco desdeñable, son circunstancias que me sobrevienen y que no puedo ni evitar ni cambiar, con lo que la aceptación es la mejor de las soluciones. Sólo una pequeña parte puede, pues, permitirme la queja razonable, así que mejor lo dejo para cuando tengas más ayes que lanzar al infinito azul.
 
Si me duermo en las banquetas de los bares (Virgen santa, qué mal suena eso) después de una amplia jornada de trabajo, es porque he hecho lo que debía. Y además me queda la satisfacción, o al menos la tranquilidad, de que lo he hecho bien, lo mejor que he podido y sabido. Y que la mayor parte de las personas a quienes he atendido, que me han pedido un título, el último libro de un autor, una recomendación para regalar a un amigo sacerdote o información sobre cuál de los libros sobre el Papa Francisco es más interesante, han recibido respuesta educada, adecuada y amable.
 
Así que hoy, por primera vez desde la semana pasada (exactamente: ¡si lo hago todos los viernes!, ¿cómo digo tal?), voy a aplicarme a mí mismo la frase-cita. Que dice así:
 
«No fracasa en este mundo quien le haga a otro más llevadera su carga» (Charles Dickens).
 
Mucho es suponer, por ejemplo, que quien anda buscando un libro para conocer un poco de la vida y el pensamiento del Papa Francisco tenga y viva tal interés como una pesada carga, y que yo, al informarle y recomendarle, le haya aligerado su peso. O que quien anda buscando regalar un buen libro a un buen sacerdote y no sabe qué regalarle esté viviendo su generosa acción (o su compromiso) como una losa y que yo, al recomendarle a san Juan, siempre llevadero, le haya aliviado en su congoja. Si alguien quiere que su hija adolescente lea novelas de misterio cuando la niña quiere romanticismos banales y vive esa diferencia con tensión creciente, ¿rebajará la tensión si yo invito a la muchacha a adentrarse en las páginas de libros que nada tienen que ver con los deseos de ambos y que son capaces de engancharla? No creo, pero a veces ocurre.
 
¿Contribuyo con estas cosas a aligerar pesos y cargas? Quién sabe. No hace falta que la carga sea grande, pero si alguien no sabe encontrar algo, aunque sea simplemente una breve vida de santos, y le da por acudir a mí (no por ser yo, sino por estar en el lugar oportuno en ese momento), yo considero un deber hacer que esa persona encuentre lo que busca, o al menos sepa dónde buscarlo sin dar tumbos por todo el Retiro.
 
En otro orden de cosas, y dependiendo de cuál sea la carga y cuál la gravedad del sufrimiento que esa carga supone, a veces una sonrisa, una palabra amable, uno de esos maravillosos vocablos en desuso (gracias, perdón, me permite, a usted, no hay de qué, con mucho gusto, cómo no, de nada, muy amable, disculpe, cuánto lo siento…) pueden aligerar no pocas cargas, no pocas tensiones, no pocas durezas de superficie…
 
Pareciera que me esté tirando flores. No es exacto. Pero confieso que cuando estoy trabajando cara al público me doy cuenta muchas veces de lo importante que es mantener siempre el tono y la tensión, mejor, la solicitud. Y veo cuántas veces a lo largo del día, de mi cotidianidad, no soy capaz de mantenerlos y consecuentemente las personas a mi alrededor no perciben que su carga es más llevadera. Y yo, sin embargo, me hundo más con el peso de la mía.
 
** No quiero irme sin tener un breve recuerdo de Tom Sharpe,ese genial escritor, creador del fantástico personaje Wilt. ¡Ay, cuando yo descubría libros y los regalaba, sin haberlos leído previamente, acertando siempre (o casi siempre)! Tiempo, bendito tiempo. Descanse Tom Sharpe en paz y tenga Wilt su necesario duelo. Y sigamos todos disfrutando y leyendo cada vez que leamos sus hilarantes y ácidas aventuras. **
 
** Y ya puestos, un homenaje más: ha fallecido también Esther Williams, la mujer que mejor y más veces ha sonreído bajo el agua. Un ejemplo de que se puede sonreír en cualquier circunstancia, incluso cuando no tienes casi aire en los pulmones y no los puedes llenar sin riesgo para tu vida… **

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