Buenos días, queridos amigos.
Como diría (mejor, como cantaría) María Jiménez justo antes de zapatear con fiereza agitanada, se acabó. Se acabó la temporada 2008-2009 del Pensamiento de la Semana, y comienzan las vacaciones. Y aunque el destino no haya de ser compartido, en cualquier caso será maravilloso viajar hasta [Mallorca – Donde a usted le plazca]. Y desde ese lugar, desde ese paraje de solaz y relajo, tumbao en la playa no tumbao, con o sin Mari Pili al lao, os garantizo que no voy a dedicar mi tiempo a rellenar ficheros en un blog con menos visitas que el vestíbulo del castillo encantado. Esta es, pues, la última frase-cita del curso. La vuelta no será hasta septiembre, y no sé aún qué modificaciones, qué novedades, qué curiosidades traerá consigo el final del verano.
«Todo lo que realmente nos pertenece es el tiempo; incluso el que no tiene nada más, lo posee» (Baltasar Gracián).
Pues efectivamente, don Baltasar. Es el tiempo lo que tenemos, o lo que nos falta. Normalmente andamos pensando siempre que el tiempo nos falta, que no tenemos tiempo para esto o para aquello o incluso para lo de más allá (para lo de más allá normalmente no tenemos tiempo nunca y es el primer tiempo que quitamos, cuando quizá sea precisamente más allá del tiempo y más allá de nosotros mismos donde encontremos eso que nos falta, que es tiempo para vivir o, mejor, una manera más adecuada de vivir el tiempo).
Pero, a pesar de toda esa relatividad, es cierto, al menos es mi parecer, que es el tiempo lo único que tenemos. Y a la vez es lo que más se nos escapa, de lo que más nos arrepentimos cuando lo perdemos irremisiblemente (¿se puede perder el tiempo de otra manera?), lo que más echamos en falta cuando nos damos cuenta de que con más tiempo, con un aprovechamiento distinto del tiempo, hubiéramos hecho otras cosas y no las que hemos hecho, y nuestra vida sería distinta (cuando pensamos así, normalmente nos hacemos a la idea de que sería mejor, pero eso no tiene por qué ser rigurosamente cierto).
En fin, don Baltasar, que sí, que es tiempo lo que tenemos, pero también es tiempo lo que nos falta, y tiempo es lo que echamos de menos y lo que perdemos. Lo importante no es tenerlo, sino, quizá, saber qué hacer con (o durante) el tiempo de que disponemos. Y ahí es donde entra lo que tenemos, que es lo que podemos dar: cada uno se tiene a sí mismo, y es a sí mismo lo único que de verdad puede dar cuando da su tiempo.
Y está llegando la hora en que se me acaba el tiempo que me concedo a mí mismo para escribir estas desbarradas mentales con las que me divierto los viernes por la mañana. Así que acabo, que tengo que trabajar y luego irme de vacaciones.
¡Hasta septiembre, amigos!
Como diría (mejor, como cantaría) María Jiménez justo antes de zapatear con fiereza agitanada, se acabó. Se acabó la temporada 2008-2009 del Pensamiento de la Semana, y comienzan las vacaciones. Y aunque el destino no haya de ser compartido, en cualquier caso será maravilloso viajar hasta [Mallorca – Donde a usted le plazca]. Y desde ese lugar, desde ese paraje de solaz y relajo, tumbao en la playa no tumbao, con o sin Mari Pili al lao, os garantizo que no voy a dedicar mi tiempo a rellenar ficheros en un blog con menos visitas que el vestíbulo del castillo encantado. Esta es, pues, la última frase-cita del curso. La vuelta no será hasta septiembre, y no sé aún qué modificaciones, qué novedades, qué curiosidades traerá consigo el final del verano.
«Todo lo que realmente nos pertenece es el tiempo; incluso el que no tiene nada más, lo posee» (Baltasar Gracián).
Pues efectivamente, don Baltasar. Es el tiempo lo que tenemos, o lo que nos falta. Normalmente andamos pensando siempre que el tiempo nos falta, que no tenemos tiempo para esto o para aquello o incluso para lo de más allá (para lo de más allá normalmente no tenemos tiempo nunca y es el primer tiempo que quitamos, cuando quizá sea precisamente más allá del tiempo y más allá de nosotros mismos donde encontremos eso que nos falta, que es tiempo para vivir o, mejor, una manera más adecuada de vivir el tiempo).
Pero, a pesar de toda esa relatividad, es cierto, al menos es mi parecer, que es el tiempo lo único que tenemos. Y a la vez es lo que más se nos escapa, de lo que más nos arrepentimos cuando lo perdemos irremisiblemente (¿se puede perder el tiempo de otra manera?), lo que más echamos en falta cuando nos damos cuenta de que con más tiempo, con un aprovechamiento distinto del tiempo, hubiéramos hecho otras cosas y no las que hemos hecho, y nuestra vida sería distinta (cuando pensamos así, normalmente nos hacemos a la idea de que sería mejor, pero eso no tiene por qué ser rigurosamente cierto).
En fin, don Baltasar, que sí, que es tiempo lo que tenemos, pero también es tiempo lo que nos falta, y tiempo es lo que echamos de menos y lo que perdemos. Lo importante no es tenerlo, sino, quizá, saber qué hacer con (o durante) el tiempo de que disponemos. Y ahí es donde entra lo que tenemos, que es lo que podemos dar: cada uno se tiene a sí mismo, y es a sí mismo lo único que de verdad puede dar cuando da su tiempo.
Y está llegando la hora en que se me acaba el tiempo que me concedo a mí mismo para escribir estas desbarradas mentales con las que me divierto los viernes por la mañana. Así que acabo, que tengo que trabajar y luego irme de vacaciones.
¡Hasta septiembre, amigos!
Comentarios
No deja de ser curioso que tras liberarnos, o al menos eso creemos, de diversas esclavitudes nos hayamos ofrecido, en muchos casos de forma voluntaria, como rehenes propiciatorios de algo que pasa y no permanece, de algo que no puede ofrecernos nada salvo la posibilidad de vivir y hemos terminado por renunciar a ella al quedarnos a contemplar y lamentar esa intangibilidad esa vacuidad. El tiempo (no el tiempo científico)está vacío de contenido, el contenido se lo damos nosotros ¿se lo damos?
El tiempo, cuarta dimensión que medimos pero no abarcamos, no tocamos como las otras tres, que no es de ida y vuelta como las otras tres y que por tanto nos domina más que nosotros a él.