Buenos días, queridos amigos.
La improvisación en la selección de la frase-cita a la que estoy acostumbrado (suelo escogerla el mismo día, y muchas veces es la que propone bien Proverbia-net bien la Agenda San Pablo para el mismo viernes) está rompiéndose últimamente. Quizá es que estoy más cansado, y como me cuesta más pensar, necesito más tiempo para desarrollar mis elucubraciones psicóticas. O quizá es que estoy encontrando últimamente alguna que otra frase-cita que me llama desde su sitio, haciéndose la interesante, para que la tome y dé con ella una vueltecita (Jesús, qué mal suena esto, pareciera una jovencita esperando en el banco del guateque a que la saquen a bailar…). Igual pensáis que la frase-cita no es para tanto, pero a mí me hizo gracia, qué queréis. Os la presento:
«Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir» (Robert Louis Stevenson).
Parece un aviso a los que escriben blogs, ¿verdad? Algo así como si te dijeran: “Chicos, menos escribir y más vivir”. Porque hay mucha gente empeñada en dejar su voz en la eternidad. Y la manera de hacerlo parece remitir al clásico adagio (escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo). Ampliemos un poco lo de escribir un libro: dejar una obra, una creación artística, o cultural, que es término más amplio, para la posteridad. Claro que no todo lo que uno hace (escribe/crea) es para la posteridad, o alcanza la posteridad.
Ese creo que es el problema que plantea Roberto Luis. Porque no nos dice que no escribamos, no, sino que no lo hagamos sin vivir, que no lo hagamos sin que la propia vida esté vinculada a la escritura, y sin que la propia escritura tenga vida, hable de vida, cree vida. Y que escribamos sin prisa, dejando que la vida penetre la escritura.
Y a esto añado yo que no escribamos con la intención de que todo alcance a ocupar el silencio de la eternidad. No. Dejemos que sea la eternidad quien escoja los sonidos, las voces que resuenen. Nosotros, simplemente, debemos proponerlas. Desde nuestra vida. Con humildad.
Si no es así, me temo que vano es nuestro empeño, y vana nuestra escritura.
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