La vuelta al cole ha llegado, y a mí me ha pillado con un una invasión vírica que me está empezando a fastidiar. Tranquilidad, que no es el HINI, ese virus de moda que te provoca un subidón de fiebre y un palarrastreo de varios días (eso si no tienes complicaciones previas). No, mi virus es otro, lo sé: me ha atacado por dos frentes, a saber: garganta y sistema evacuatorio, pero fiebre, al menos de momento, no tengo. Hecho este aviso, a ver si soy capaz de seguir escribiendo sin salir corriendo y tengo una jornada laboral tranquila.
Y como empiezo la mañana, el mes, el curso y la temporada quejándome y dando cuenta pública de mi malestar privado, me encuentro con que mi (ya) querido portal suministrador de frases, Proverbia.net, me regala una que me viene como anillo al dedo no sólo en este momento, sino siempre, que la queja es consustancial a mi ser, o al menos a mi actuar. Dice así la frase en cuestión:
«Nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre mejorarlos» (Thomas Carlyle).
Ahí es nada: no te quejes, majo, viene a decirme en tono culto mi querido Tomás, de quien ya he comentado algún que otro adagio (algún día tendré que comentar el de Albinoni, todo un reto). No te quejes, que tú te quejas mucho, de todo, y por todo protestas, y de todo te lamentas, parece estar diciéndome.
Ignoro, realmente, si está en mi mano mejorar los tiempos en los que vivo, seguramente sí, pero de modo limitado y parcial, pues tampoco es que a mí la kriptonita me deje en estado de catatonia. Pero en la medida de lo posible, creo que será mejor hacer caso de Tomás el del coche lila.
¿Y qué debo cambiar? Quizá mi intención de voto, por ejemplo, aunque no sé, no sé. O mi obsesiva compulsión a mentir cuando me hacen una encuesta. O mis arrolladoras ínfulas de vengador del mundo cuando un autobusero da un frenazo un poco más fuerte de lo habitual. O mis descarnadas invectivas contra los servicios, públicos y privados, cuya inepcia funcional parece no sólo ofenderme, sino sajarme hígado y páncreas (me refiero, obviamente, a Metrosauna y a los servicios de venta telefónica de Vodafone). O mi autodestructiva afición a comparar la responsabilidad de mis tareas laborales y mis emolumentos con los de otros personajes que viven inversa situación y perciben ingentes cantidades sólo por contestar «bueno, sí, ¿no?» a lo que les preguntan baboseantes mis compañeros de profesión. O mi acostumbrada propensión a descargar el látigo infamante de mi desdeñosa ira contra las nimiedades más insignificantes. O, incluso, mi aversión por los fantasmagóricos seres que pueblan la noche en las aceras y calzadas de mi barrio.
Lo intentaré. Promesso. Y pido por favor que me recordéis este mi voto cuando de mi boca o de mi pluma (léase teclado, nunca he escrito con pluma y el bic o el pilot los uso más para tachar que para añadir) fluya torrencial un lamento exagerado.
Comentarios
Aqui todos tenemos derechos y nadie tiene deberes, la culpa siempre es de otro, de la sociedad, y hay que quejarse y pedir compensaciones e indemnizaciones varias.
Nadie, o pocos para ser justos, sigue el consejo de Carlyle y se preocupa por cambiar y mejorar los tiempos, solo se quejan.
En definitiva, en estos días hay muchas cosas que no gustan, según pasa el tiempo: vivímos más y sabemos más,(o mejor dicho nos enteramos sin llegar a saber) y nos damos cuenta que hay cosas que no nos gustan, y es lógico protestar,pero también tendremos que colaborar en mejorar algo ¿verdad?.
Hay días difíciles que sólo nos da por protestar, pero habrá que aprovechar los días que estemos más fuertes para ir mejorando algo.
Aunque con pereza, me comprometo a ponerme a ello ahora mismo... o mejor el lunes?!?! No, no ahora!
Y soy SOLE! (Digo por firma)