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Un pensamiento de José Ortega y Gasset

¡Hola, corazones!

Hoy el despertador ha sonado justo cuando debía sonar y el agua de la ducha estaba a la temperatura correcta; hoy el café y la tostada sabían a gloria y el pantalón que me compré ayer me sienta divinamente; hoy la quiosquera también me ha sonreído y he venido sentado en el Metro leyendo las noticias más amables de cada página (desgraciadamente, he tardado poquísimo en llegar a la programación de televisión). Hoy me han deseado suerte y un buen fin de semana cuando he comprado el cupón de la ONCE y me han saludado al entrar en la oficina.

¿Me estarán durando los efectos del hechizo del miércoles?

Hoy he aceptado el reto del azahar y he aceptado la primera frase-cita que he visto, que ha llegado esta misma mañana por Proverbia.net y dice así:

«Lo que más vale en el hombre es su capacidad de insatisfacción» (José Ortega y Gasset).

Y lo primero que he pensado es que don José estaba pesimista esa mañana, cuando escribió esto. Pero luego he recapacitado para mis adentros más profundos de mi capacidad cerebral (allí donde casi cubre hasta el tobillo) y me he dicho a mí mismo que seguramente don José escribió esto dentro de un contexto más amplio, con una circunstancia circundante, y que no tenía por qué pensar en un pesimismo sólo aparente al no conocer ese derredor de la frase-cita. Y la he vuelto a leer:

«Lo que más vale en el hombre es su capacidad de insatisfacción» (José Ortega y Gasset).

¡Claro, ya está! La capacidad de insatisfacción humana es valiosa porque sólo cuando el hombre, o la mujer, o el ser humano, incluso los seres caninos, ovinos, bovinos o boquerónidos, percibe la insatisfacción se siente impelido a darle respuesta y se mueve, avanza, idea, inventa, crea, ataca, etc.: hace lo que cree necesario para dar satisfacción a su inquietud. De ahí que la capacidad de insatisfacción sea valiosa, pues es la que nos impele a superarla.

Colijo o infiero (los Cuentos para Ulises de RNE los sábados por la mañana proporcionan un infinito vocabulario y un gratísimo rato de solaz formativo) que Leonardo da Vinci, por ejemplo, era un gran insatisfecho, entonces. Lo ignoro. Quizá podríamos cambiar la palabra insatisfacción por inquietud: esa clase de inquietud que hace que uno busque solución a un problema.

Nonostante, tengo una pequeña objeción a la frase-cita de don José, con permiso de la osadía que voy a cometer: «Lo que más vale en el hombre es su capacidad de amar y ser amado», entendiendo ese amor no sólo como el profundo amor que surge entre dos personas que funden sus vidas, sino también como el amor que hace que una persona, o un grupo de ellas, dedique su vida y su tiempo, o parte de ellos, a colaborar y mejorar las circunstancias vitales de otras personas. Esa capacidad de amar, sin duda, y la de dejarse amar, son más valiosas que la capacidad de insatisfacción.

¿O es que la insatisfacción íntima del ser humano hace que busque dar y recibir amor y esto todo lo mueva? ¡Huy, qué lio!

Comentarios

Jorge Santos ha dicho que…
Al final me has liado y ya no se que debo comentar. Sí, definitivamente pienso que la curiosidad, el afán de superación, en definitiva la voluntad de vencer la insatisfacción o el amor son el motor de nuestra actividad.
Ana ha dicho que…
La capacidad de insatisfacción es claramente el motor del avance, del cambio, de la mejora; pero, si añadimos amor a esta capacidad los resultados serán, sin duda, mucho más humanos.
Besitos, Ana.

La palabra de verificación es "cuddle", un abrazo cariñoso que satisface nuestra necesidad de amor.¿Qué más puedo pedir?

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