Hoy se me han quedado las manos congeladas esperando el autobús mientras leía la prensa aterida (con las noticias que trae, no es de extrañar que esté tan congelada como el caldo de verduras en La Sirena). Poco antes, cuando abría la puerta de casa y una liebre ártica me pedía cobijo en mi cálido y acogedor hogar a 15º, y mientras comprobaba el estado de rigidez de mis camisas en el tendedero, en el patio, ya mi nariz comenzaba a generar estalactitas (esas son las de arriba hacia abajo, ¿verdad?, siempre me he hecho un lío y no tengo ganas de consultar en la Wikipedia). Estando, pues así, parado por congelación, detenido por el descenso térmico, inmovilizado salvo por esta constante tiritona (¿se me nota bien lo exagerado que soy?), me ha parecido muy oportuna la frase-cita que me ha enviado esta misma mañana mi proveedor habitual, Proverbia.net. Ahí va:
«Sólo la renovación puede mantener, el que se queda parado, se retrasa» (Everhardus Johannes Potgieter).
Al parecer, según Proverbia.net, este señor es un escritor holandés del siglo XIX, concretamente del período 1808-1875. Pero no sabemos mucho más de él, y ni siquiera mi proveedor habitual tiene más frases, para hacernos una idea más cabal de por dónde van los tiros de su pensamiento. Así, a bote pronto, me recuerda a mi abuela Marcela, cuando decía “Vaaaamos”, así, alargando apremiante las aes, como para insinuarte con rotundidad (contradictio in terminis) que te espabilaras de una vez.
Relacionándolo con el frío, podría tener algo que ver con Solzhenitsin, que recomendaba andar, continuar andando, moverse siempre y no detenerse nunca ante las hogueras, pues el contraste entre el helor en la espalda y el repentino calorcito de las llamas provocaba la muerte inmediata (y si quien así moría caía hacia delante alimentaba, además, el fuego).
Quedarse parado, por otro lado, no es expresión absolutamente pareja a estar en el paro, pues normalmente el parado, el que está en el paro, no hace más que moverse para abandonar esa estática situación y alcanzar, al menos, la relativa inmovilidad de un puesto de trabajo, de un contrato, de un medio de aportar habichuelas a la cazuela. La frase-cita de don Everardo Juan puede, pues, entenderse en este sentido: el que se queda parado (en el paro) se retrasa sólo si no se mueve, si no se renueva, si no está dispuesto a cambiar (y todo movimiento es, en sí mismo, un cambio). Pero, con todo, no creo yo que se refiriera el autor holandés al desempleo, sino más bien a la inopia, no en su sentido de pobreza, sino en su acepción coloquial y figurada. Vamos, que si estás en la inopia te llega don Everardo y te dice que te muevas. Como la Marce.
Y yo, que he sido siempre más bien paradito, poco espabilado, sosito, un tanto ñoño y tal, me he merecido muchas veces ese Vaaamos. Y siempre, siempre, siempre, me ha hecho reaccionar y me ha venido bien. Así que creo que todos, de vez en cuando, debemos caer en la cuenta de que hay que moverse, hay que seguir, hay que renovarse. Porque la otra opción (morir) ya nos llegará, pero mejor que no nos encuentre inmóviles de cuerpo, mente y corazón.
Seguiría, pero se está llenado la oficina de gente y tengo delante una pila de papel de más de palmo y medio de alto para corregir y revisar. Así que no me detengo más con la frase-cita de hoy. Y os espero a todos la semana que viene.
«Sólo la renovación puede mantener, el que se queda parado, se retrasa» (Everhardus Johannes Potgieter).
Al parecer, según Proverbia.net, este señor es un escritor holandés del siglo XIX, concretamente del período 1808-1875. Pero no sabemos mucho más de él, y ni siquiera mi proveedor habitual tiene más frases, para hacernos una idea más cabal de por dónde van los tiros de su pensamiento. Así, a bote pronto, me recuerda a mi abuela Marcela, cuando decía “Vaaaamos”, así, alargando apremiante las aes, como para insinuarte con rotundidad (contradictio in terminis) que te espabilaras de una vez.
Relacionándolo con el frío, podría tener algo que ver con Solzhenitsin, que recomendaba andar, continuar andando, moverse siempre y no detenerse nunca ante las hogueras, pues el contraste entre el helor en la espalda y el repentino calorcito de las llamas provocaba la muerte inmediata (y si quien así moría caía hacia delante alimentaba, además, el fuego).
Quedarse parado, por otro lado, no es expresión absolutamente pareja a estar en el paro, pues normalmente el parado, el que está en el paro, no hace más que moverse para abandonar esa estática situación y alcanzar, al menos, la relativa inmovilidad de un puesto de trabajo, de un contrato, de un medio de aportar habichuelas a la cazuela. La frase-cita de don Everardo Juan puede, pues, entenderse en este sentido: el que se queda parado (en el paro) se retrasa sólo si no se mueve, si no se renueva, si no está dispuesto a cambiar (y todo movimiento es, en sí mismo, un cambio). Pero, con todo, no creo yo que se refiriera el autor holandés al desempleo, sino más bien a la inopia, no en su sentido de pobreza, sino en su acepción coloquial y figurada. Vamos, que si estás en la inopia te llega don Everardo y te dice que te muevas. Como la Marce.
Y yo, que he sido siempre más bien paradito, poco espabilado, sosito, un tanto ñoño y tal, me he merecido muchas veces ese Vaaamos. Y siempre, siempre, siempre, me ha hecho reaccionar y me ha venido bien. Así que creo que todos, de vez en cuando, debemos caer en la cuenta de que hay que moverse, hay que seguir, hay que renovarse. Porque la otra opción (morir) ya nos llegará, pero mejor que no nos encuentre inmóviles de cuerpo, mente y corazón.
Seguiría, pero se está llenado la oficina de gente y tengo delante una pila de papel de más de palmo y medio de alto para corregir y revisar. Así que no me detengo más con la frase-cita de hoy. Y os espero a todos la semana que viene.
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