Hoy recurro a la Agenda de San Pablo (¿quién hará algo tan bueno?) para recomendaros un alegre pensamiento. Porque la alegría, pienso yo, es uno de los elementos imprescindibles en la vida de las personas, uno de esos elementos que puede pero no tiene por qué depender de nada, o de casi nada, externo a la propia persona, a no ser que sean otras personas, humanas, divinas o incluso caninas, que de todo hay. Y es que hoy estoy contento, porque sin darme cuenta anoche seguí las recomendaciones del pensamiento o frase-cita que sigue, en un estimulantísimo encuentro con mi familia. Ved, sin más, la reflexión de hoy:
«La alegría no es algo que se consiga de una vez para siempre; hay que reconquistarla constantemente» (José Luis Martín Descalzo).
José Luis Martín Descalzo fue (es: hay gente que siempre permanece) de esas personas que todo lo hicieron intensamente y todo lo hicieron bien. Sacerdote «pero» culto, como dicen ciertas malas lenguas, vivió fielmente su compromiso sacerdotal, su compromiso personal con Dios, y ayudó a muchas personas, con sus escritos y sobre todo con su ejemplo de vida, a cumplirlo. También fue un excelente periodista, que supo extraer y transmitir de la actualidad la esencia, la respuesta íntima a esas grandes preguntas del periodismo. Y un excelente escritor (no olvidemos que fue premio Nadal) que cultivó la novela, el teatro, la poesía y el ensayo. Y era un hombre que sabía de lo que hablaba, que buscaba siempre información, documentación y, sobre todo, experiencia antes de aterrizar en un campo.
Así que no es de extrañar que este pensamiento, esta frase-cita que nos deja, no sea sólo una más o menos elegante y bien dispuesta sucesión de palabras, con cierto sentido y ánimo de hacer que las mentes simples eleven el tono (que, con todo, eso ya sería bastante). No. Martín Descalzo habla de la alegría, de la necesidad de reconquistarla, porque supo bien que esto es así. Que a la sucesión de horas y días le sobrevienen muchas dificultades, penurias, problemas, dolores, que llenan de hiel el alma y nublan el raciocinio y la mirada. Y que por ello, sin obviar el mundo, sin obviar la realidad de esas dificultades, penurias, problemas y dolores, sino asumiéndolas y trascendiéndolas, y con la ayuda de las personas de nuestro alrededor cercano o lejano, de las personas divinas y humanas, es preciso reconquistar la alegría, para poder volver a sonreír y para poder, también, seguir afrontando las dificultades, penurias, problemas y dolores de la vida.
Porque el mismo autor que pronunció o escribió esta frase, la experimentó, supo de qué y por qué hablaba. Al fin y al cabo, él mismo escribió también aquel hermoso soneto, incluido en su impresionante Testamento del pájaro solitario:
Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hacia el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón y desguazarme.
Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca podrás acobardarme.
Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.
Llego, dolor, a donde tú no alcanzas.
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas.
En fin, queridos todos, que tomemos en consideración las palabras sabias de los sabios y, como descalzo, Martín Descalzo, reconquistemos cada día la alegría que todos, por el mero hecho de existir, merecemos.
«La alegría no es algo que se consiga de una vez para siempre; hay que reconquistarla constantemente» (José Luis Martín Descalzo).
José Luis Martín Descalzo fue (es: hay gente que siempre permanece) de esas personas que todo lo hicieron intensamente y todo lo hicieron bien. Sacerdote «pero» culto, como dicen ciertas malas lenguas, vivió fielmente su compromiso sacerdotal, su compromiso personal con Dios, y ayudó a muchas personas, con sus escritos y sobre todo con su ejemplo de vida, a cumplirlo. También fue un excelente periodista, que supo extraer y transmitir de la actualidad la esencia, la respuesta íntima a esas grandes preguntas del periodismo. Y un excelente escritor (no olvidemos que fue premio Nadal) que cultivó la novela, el teatro, la poesía y el ensayo. Y era un hombre que sabía de lo que hablaba, que buscaba siempre información, documentación y, sobre todo, experiencia antes de aterrizar en un campo.
Así que no es de extrañar que este pensamiento, esta frase-cita que nos deja, no sea sólo una más o menos elegante y bien dispuesta sucesión de palabras, con cierto sentido y ánimo de hacer que las mentes simples eleven el tono (que, con todo, eso ya sería bastante). No. Martín Descalzo habla de la alegría, de la necesidad de reconquistarla, porque supo bien que esto es así. Que a la sucesión de horas y días le sobrevienen muchas dificultades, penurias, problemas, dolores, que llenan de hiel el alma y nublan el raciocinio y la mirada. Y que por ello, sin obviar el mundo, sin obviar la realidad de esas dificultades, penurias, problemas y dolores, sino asumiéndolas y trascendiéndolas, y con la ayuda de las personas de nuestro alrededor cercano o lejano, de las personas divinas y humanas, es preciso reconquistar la alegría, para poder volver a sonreír y para poder, también, seguir afrontando las dificultades, penurias, problemas y dolores de la vida.
Porque el mismo autor que pronunció o escribió esta frase, la experimentó, supo de qué y por qué hablaba. Al fin y al cabo, él mismo escribió también aquel hermoso soneto, incluido en su impresionante Testamento del pájaro solitario:
Nunca podrás, dolor, acorralarme.
Podrás alzar mis ojos hacia el llanto,
secar mi lengua, amordazar mi canto,
sajar mi corazón y desguazarme.
Podrás entre tus rejas encerrarme,
destruir los castillos que levanto,
ungir todas mis horas con tu espanto.
Pero nunca podrás acobardarme.
Puedo amar en el potro de tortura.
Puedo reír cosido por tus lanzas.
Puedo ver en la oscura noche oscura.
Llego, dolor, a donde tú no alcanzas.
Yo decido mi sangre y su espesura.
Yo soy el dueño de mis esperanzas.
En fin, queridos todos, que tomemos en consideración las palabras sabias de los sabios y, como descalzo, Martín Descalzo, reconquistemos cada día la alegría que todos, por el mero hecho de existir, merecemos.
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