El sábado 29 de marzo el diario El País publicó esta carta, que envié el viernes, relatando un sucedido que me había indignado sobremanera. Lo reproduzco aquí y doy gracias a El País por hacerse eco de mi indignación.
Jueves por la noche. Camino de mi casa, veo un coche de la policía municipal estacionado en la esquina de mi calle, una estrecha y corta del centro de Madrid. Abajo, como todos los jueves, como todos los fines de semana, grupos de jovencitos y jovencitas consumen entre gritos alcohol y drogas, utilizando los cubos de basura como improvisadas mesas y los portales y fachadas como aliviaderos de sus vejigas. En el coche, un policía parece estar esperando… a que su compañero termine de orinar en la calle y, cerrándose aún la entrepierna del pantalón, suba al coche para seguir adelante. Al día siguiente, se podían ver en la calle los restos de la fiestecita diaria de los jóvenes: restos de botellas y vasos de plástico, colillas y papeles, manchas húmedas en las fachadas, un penetrante olor a pis y, en esta ocasión, un vómito que casi me hace resbalar al salir del portal. Mientras esto ocurre, el ayuntamiento ha colgado en los portales, entre ellos el de mi madre, en el barrio de Argüelles, carteles que anuncian una campaña de limpieza integral de las calles. Curiosa paradoja. Mientras unas calles merecen una limpieza integral, otras no sólo merecen ningún tipo de limpieza (en toda mi calle, con su botellón permanente y dos garitos de copas y conciertos, por haber sólo hay una papelera), sino que, además, merecen el desprecio de la policía municipal en forma de orines. ¿Olvida el ayuntamiento que todos somos vecinos, y por lo tanto, personas, y también votantes? Por cierto, mi calle se llama San Dimas.
Jueves por la noche. Camino de mi casa, veo un coche de la policía municipal estacionado en la esquina de mi calle, una estrecha y corta del centro de Madrid. Abajo, como todos los jueves, como todos los fines de semana, grupos de jovencitos y jovencitas consumen entre gritos alcohol y drogas, utilizando los cubos de basura como improvisadas mesas y los portales y fachadas como aliviaderos de sus vejigas. En el coche, un policía parece estar esperando… a que su compañero termine de orinar en la calle y, cerrándose aún la entrepierna del pantalón, suba al coche para seguir adelante. Al día siguiente, se podían ver en la calle los restos de la fiestecita diaria de los jóvenes: restos de botellas y vasos de plástico, colillas y papeles, manchas húmedas en las fachadas, un penetrante olor a pis y, en esta ocasión, un vómito que casi me hace resbalar al salir del portal. Mientras esto ocurre, el ayuntamiento ha colgado en los portales, entre ellos el de mi madre, en el barrio de Argüelles, carteles que anuncian una campaña de limpieza integral de las calles. Curiosa paradoja. Mientras unas calles merecen una limpieza integral, otras no sólo merecen ningún tipo de limpieza (en toda mi calle, con su botellón permanente y dos garitos de copas y conciertos, por haber sólo hay una papelera), sino que, además, merecen el desprecio de la policía municipal en forma de orines. ¿Olvida el ayuntamiento que todos somos vecinos, y por lo tanto, personas, y también votantes? Por cierto, mi calle se llama San Dimas.
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La Bata.