Esta semana he recibido frases muy interesantes de Proverbia.net, frases de esas que me digo a mí mismo al leerlas: Alvarito, esta se la cascas el viernes y ya tienes Pensamiento de jornada de reflexión electoral. Por ejemplo: «De males a bienes dicen que se pasa fácilmente; pero de males a males, digo yo que es más frecuente» (Pedro Calderón de la Barca), o esta otra: «El secreto de poner en ridículo a las personas reside en conceder talento a aquellos que no lo tienen» (Cristina II, aún no he averiguado de dónde, pero creo que de Suecia). Pero hoy me ha llegado otra frase-cita diferente, y me voy a dejar de temas electorales, porque esto me ha gustado más:
«Ante cualquier desavenencia no caigamos en el error de dudar o bien de su inteligencia, o de su buena voluntad» (Otto von Bismarck).
Además de por contar entre su descendencia a la incombustible oxigenada Gunilla, el bueno de Otto no goza últimamente de gran predicamento, debido a sus ideas políticas y a su trayectoria histórica personal, tan poco afín al estilo actual posmoderno de vivir la vida. Sin embargo, el hombre parece que pensaba, y que o bien era tonto o bien tenía buen corazón. Porque, si no, ¿de qué pensar que tu rival en una discusión o debate no es ni tonto ni malo? Pero si es evidente que todos los que van contra mí es porque son tontos y no se enteran, pero para eso ya pongo yo remedio y os calzo la ECPIP (Educación para la Coincidencia de Pensamiento con mi Ínclita Persona), o es que son malos y quieren hacerme daño, y para eso extiendo yo la PRISA (Política Represiva Impositiva Sobre Ajenos).
Bromas aparte, y políticas fuera, ya podéis imaginar adónde quiero ir a parar. Cuando discutimos con alguien, porque tenemos puntos de vista diferentes, partimos de conceptos distintos o hemos tenido experiencias dispares, no podemos caer en la tentación de menospreciar al otro, considerándole falto de inteligencia o de buena voluntad, y consiguientemente menoscabar su imagen, su honor, su palabra, su dignidad. Si hiciéramos eso, sería señal de que somos precisamente nosotros los faltos de inteligencia y buena voluntad. Un diálogo, un debate, una discusión, aunque se tengan desavenencias, no debe llevarnos a la estulticia ni a la mala fe.
Sé que algunos pensaréis que no tengo razón, claro, pero es que no estáis del todo bien despiertos aún y me queréis mal.
(Smile, please).
«Ante cualquier desavenencia no caigamos en el error de dudar o bien de su inteligencia, o de su buena voluntad» (Otto von Bismarck).
Además de por contar entre su descendencia a la incombustible oxigenada Gunilla, el bueno de Otto no goza últimamente de gran predicamento, debido a sus ideas políticas y a su trayectoria histórica personal, tan poco afín al estilo actual posmoderno de vivir la vida. Sin embargo, el hombre parece que pensaba, y que o bien era tonto o bien tenía buen corazón. Porque, si no, ¿de qué pensar que tu rival en una discusión o debate no es ni tonto ni malo? Pero si es evidente que todos los que van contra mí es porque son tontos y no se enteran, pero para eso ya pongo yo remedio y os calzo la ECPIP (Educación para la Coincidencia de Pensamiento con mi Ínclita Persona), o es que son malos y quieren hacerme daño, y para eso extiendo yo la PRISA (Política Represiva Impositiva Sobre Ajenos).
Bromas aparte, y políticas fuera, ya podéis imaginar adónde quiero ir a parar. Cuando discutimos con alguien, porque tenemos puntos de vista diferentes, partimos de conceptos distintos o hemos tenido experiencias dispares, no podemos caer en la tentación de menospreciar al otro, considerándole falto de inteligencia o de buena voluntad, y consiguientemente menoscabar su imagen, su honor, su palabra, su dignidad. Si hiciéramos eso, sería señal de que somos precisamente nosotros los faltos de inteligencia y buena voluntad. Un diálogo, un debate, una discusión, aunque se tengan desavenencias, no debe llevarnos a la estulticia ni a la mala fe.
Sé que algunos pensaréis que no tengo razón, claro, pero es que no estáis del todo bien despiertos aún y me queréis mal.
(Smile, please).
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