Bailando bajo la lluvia es el título de un disco. Lo presentamos el día 30 a la prensa, y la crónica de cómo fue la presentación se puede leer en el Blog de SP en RD. Pero me gusta también hacer mi comentario más «personal» del asunto.
Miriam Fernández es una chica de 20 años, bastante guapa, con una fuerte personalidad forjada entre las adversidades y el amor de Dios. Adversidades que no son, en absoluto, banales. Una chica que decide ser cantante y se prepara para ello, que se presenta a uno de esos concursos para descubrir estrellas y lo gana. Una chica que se dedica a participar en todo tipo de eventos para dar a conocer sus canciones y su mensaje («la mayoría de las barreras están en nuestra cabeza y somos nosotros quienes podemos hacer que un problema nos hunda o, por el contrario, nos ayude a crecer», dice). Una chica que, después de mucho luchar, ha conseguido su propósito: grabar un disco.
El disco se titula, ya lo he dicho, Bailando bajo la lluvia, y suena muy pop, muy de cantante joven, como las que suenan en la radio o salen cantando (o haciendo playback) en magacines de televisión. La diferencia está en las letras. Son letras llenas de esperanza y de ilusión («y no hay barreras, ahora me siento bien»; «has de saber que un nuevo día está al caer»), con mensajes que hablan de superar barreras, de sonreír ante la adversidad y seguir adelante («Cuando los problemas son como tormentas, no hay que tener miedo, sólo hay que bailar»), de no mirar a otro lado cuando uno se topa con gente necesitada («no podemos seguir quietos sin actuar»), de defender la vida del no nacido («hay un detalle que siempre se olvida y es fundamental, y es que vivir es el primer derecho de la humanidad»), de ayudar a la mujer golpeada por la violencia («nunca olvides que en la vida siempre queda una salida mientras tengas unos sueños que alcanzar»)… Y también canciones de amor («yo sigo pensando en tus ojos, tu sonrisa y en tu voz»; «No quiero que pase el tiempo si tú no eres mi reloj»; «yo creo en cuentos de amor»), y canciones de homenaje a la familia: al padre, que ha engrosado el ejército de los ángeles del cielo («cuidas de mí cada día y eres el ángel que me guía»), y a la madre, que ejemplifica y transmite el coraje de vivir («me has enseñado a ver la vida con sonrisas y actitud»).
Tiene mejor voz que muchas cantantes de ahora (desde luego, para mi gusto al menos, mejor voz que la Montero). Aunque en realidad mis gustos musicales van más por los crooners, como el Bublé, o por el estándar americano, o por Cole Porter, tengo que reconocer que este disco no está nada mal, pero nada mal.
En la rueda de prensa, además de periodistas del gremio (las María Ángeles con las que ya tengo abundantes fotografías, J. Bastante de Religión Digital, Eva Galvache, de la COPE, a quien conozco desde mis tiempos de colaboración con la diócesis de Madrid), había también otra gente: Isidro Catela, de la CEE (Conferencia Episcopal Española), Rafael Ortega, de la UCIP (Unión Católica de Informadores y Periodistas), y una mujer que se reconstruye a sí misma constantemente: periodista, deportista de elite (esquiadora), activista social en defensa de la vida, de los discapacitados y de las víctimas del terrorismo… Hablo, claro, de Irene Villa.
Espero y deseo una larga carrera a Miriam Fernández.
Miriam Fernández es una chica de 20 años, bastante guapa, con una fuerte personalidad forjada entre las adversidades y el amor de Dios. Adversidades que no son, en absoluto, banales. Una chica que decide ser cantante y se prepara para ello, que se presenta a uno de esos concursos para descubrir estrellas y lo gana. Una chica que se dedica a participar en todo tipo de eventos para dar a conocer sus canciones y su mensaje («la mayoría de las barreras están en nuestra cabeza y somos nosotros quienes podemos hacer que un problema nos hunda o, por el contrario, nos ayude a crecer», dice). Una chica que, después de mucho luchar, ha conseguido su propósito: grabar un disco.
El disco se titula, ya lo he dicho, Bailando bajo la lluvia, y suena muy pop, muy de cantante joven, como las que suenan en la radio o salen cantando (o haciendo playback) en magacines de televisión. La diferencia está en las letras. Son letras llenas de esperanza y de ilusión («y no hay barreras, ahora me siento bien»; «has de saber que un nuevo día está al caer»), con mensajes que hablan de superar barreras, de sonreír ante la adversidad y seguir adelante («Cuando los problemas son como tormentas, no hay que tener miedo, sólo hay que bailar»), de no mirar a otro lado cuando uno se topa con gente necesitada («no podemos seguir quietos sin actuar»), de defender la vida del no nacido («hay un detalle que siempre se olvida y es fundamental, y es que vivir es el primer derecho de la humanidad»), de ayudar a la mujer golpeada por la violencia («nunca olvides que en la vida siempre queda una salida mientras tengas unos sueños que alcanzar»)… Y también canciones de amor («yo sigo pensando en tus ojos, tu sonrisa y en tu voz»; «No quiero que pase el tiempo si tú no eres mi reloj»; «yo creo en cuentos de amor»), y canciones de homenaje a la familia: al padre, que ha engrosado el ejército de los ángeles del cielo («cuidas de mí cada día y eres el ángel que me guía»), y a la madre, que ejemplifica y transmite el coraje de vivir («me has enseñado a ver la vida con sonrisas y actitud»).
Tiene mejor voz que muchas cantantes de ahora (desde luego, para mi gusto al menos, mejor voz que la Montero). Aunque en realidad mis gustos musicales van más por los crooners, como el Bublé, o por el estándar americano, o por Cole Porter, tengo que reconocer que este disco no está nada mal, pero nada mal.
En la rueda de prensa, además de periodistas del gremio (las María Ángeles con las que ya tengo abundantes fotografías, J. Bastante de Religión Digital, Eva Galvache, de la COPE, a quien conozco desde mis tiempos de colaboración con la diócesis de Madrid), había también otra gente: Isidro Catela, de la CEE (Conferencia Episcopal Española), Rafael Ortega, de la UCIP (Unión Católica de Informadores y Periodistas), y una mujer que se reconstruye a sí misma constantemente: periodista, deportista de elite (esquiadora), activista social en defensa de la vida, de los discapacitados y de las víctimas del terrorismo… Hablo, claro, de Irene Villa.
Espero y deseo una larga carrera a Miriam Fernández.
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