Ir al contenido principal

Un pensamiento de Marcel Proust

Hola, corazones.

Ya no recuerdo cuándo comencé a enviar, primero por correo, luego también a través de este impresionante y elegantísimo blog (¡gracias, santa Audrey!), estos estrafalarios comentarios a frase-citas de sonados personajes (¿famosos o locos?, quílosá). Recuerdo, sí, cómo fue: envié una frase y una persona me contestó, sin darse cuenta de que al mismo tiempo nos estaba contestando a todos; a continuación recibí todo tipo de comentarios. La cosa me pareció tan divertida que decidí continuar a ver qué pasaba. Y lo cierto es que, aunque la cantidad de los comentarios no es apabullante, la cosa parece que ha seguido funcionando. ¿A qué viene todo esto? A que no sabía cómo empezar, pero sí qué frase-cita quería comentar esta semana:

«Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones» (Marcel Proust).

Se trata de una frase-cita amiga, amable, buen rollista (¿rollista, rollera, rollitera…?), pronunciada (o escrita, no sé bien) por Marcel Prus (o Majsel Pjus). La cuestión es si es o no certera.

Vamos por partes: «Ciertos recuerdos son como amigos comunes». Ciertos, es decir, no todos. Evidentemente. Hay recuerdos, como muchos de los que hacen que me sintiera liberado de un enorme peso al entrar en la Parroquia y pasar a la Universidad, que no son como amigos, ni comunes ni ajenos, sino como enemigos, o simplemente como meros conocidos de vista con los que te cruzas todos los días en el mismo punto de la ciudad (que hay cada uno…). Y al igual que ese tipo de conocidos pueden acabar cayéndote simpáticos, y terminas por actuar con ellos con una cordialidad que ya quisieran muchos amigos (es que yo soy muy borde, sobre todo con los que más quiero, un día tengo que hacérmelo mirar…), a ese tipo de recuerdos los contemplas con una mezcla de nostalgia y romanticismo que los magnifica, dulcifica y hace agradables y recurrentes.

Hay otros recuerdos, por el contrario, que sí son amigos, buenos amigos. Amigos de esos entrañables, de los que guardas muy buena memoria, con quienes en un momento de la historia común compartisteis algo más que una caña, una confidencia, una peli, un cigarrillo, una novieta (¡qué barbaridad!)… Amigos con los que te encuentras, quizá después de mucho tiempo sin haberos visto, y parece que la última conversación ocurrió ayer mismo, y la actualización de datos, expresado en fríos términos, se produce en una breve conversación de apenas minutos. Son recuerdos que hacen amigos.

Per la frase-cita de Marcel Prus tiene una segunda parte: «Saben hacer reconciliaciones». Esto implica, parece, una tercera persona. Imaginemos: A se enfada con B y deja de hablar a A, quien a su vez decide prescindir de B en su vida cotidiana. Pero un día, tiempo después (el tiempo es necesario), aparece C, que por casualidades de la vida resulta que es amigo de A de toda la vida y ha acabado siendo, merced a una proximidad laboral, por ejemplo, amigo de B. Y un día A y B se encuentran en una celebración organizada por C. Y A y B se saludan, porque no son maleducados ni malas personas, y de repente surge un recuerdo previo al distanciamiento, y entonces la reconciliación está ya a la vuelta de la esquina.

Esto, que es precioso, no es sin embargo una utopía. Sólo que requiere algo que no menciona Marcel: si C organiza ese encuentro no tan fortuito entre A y B, e insiste, y machaca a sus amigos para que se reconcilien, la cosa no suele funcionar. En ese caso, más que como amigo común, habría ejercido de meticón. Y un meticón nunca es amigo.

Acabo de caer en la cuenta de que estoy hablando de amigos, no de recuerdos. Con los recuerdos nos pasa que el tiempo los transforma a nuestra conveniencia: los buenos recuerdos suelen ser magnificados, amplificados, exagerados; los malos recuerdos pueden ser borrados o aniquilados (al menos eso intentamos), pero son tan recurrentes, a veces, que también corren el peligro de agrandarse más de lo que son en sí mismos, recuerdos, tiempo pasado, agua que no mueve molino más que dentro de nuestras cabezas y nuestros corazones (y eso ya es bastante). Pero hay recuerdos, digamos neutros, de esos que no son ni malos ni buenos, que tienden a desocupar el espacio de la memoria para dar cabida a otros nuevos; pero, cuando no lo hacen, acaban siendo deformados, como ya digo, por un halo romántico y tontorrón, o por un vaho ponzoñoso y espeso, y pasan a engrosar cualquiera de las otras dos categorías: buenos o malos.

Y sólo los buenos recuerdos, cuando son compartidos y en ambas personas surgen con la misma vivacidad, la misma frescura y la misma intensidad, se convierten en amigos comunes capaces de generar una reconciliación.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un pensamiento de Arthur Schopenhauer

Buenos días, queridos amigos. La semana ha sido intensa, amén de tensa. La crispación ha estado rondándome a diario, mañana, tarde y, sobre todo, noche en forma de contracturas, carencia de relajación muscular (¿pero, de verdad tengo músculos?, no sabía) y dificultad de conciliar el sueño. Factores varios han hecho posible tal convergencia de calamidades sobre mi cuello. El menos importante, quizá, es el que va a dar pie a la reflexión de hoy, debido a que ha sido recurrente hasta alcanzar un elevado grado de pesor. Me explico: veo poco la televisión, pero cuando lo hago, aunque no quiera, aparece cierto personaje femenino, con cara de arenque ahumado pasado de fecha y un carácter que nunca ha conocido virtud alguna, lanzando burdeces por su orificio bucal. Y mi pregunta siempre ha sido: ¿qué tiene esta tipa para salir a todas horas, todos los días, en todos los programas y revistas de zafiedad (antes sociedad)? Una respuesta podría ser «dinero y desvergüenza», y quizá esa sea la respu

Si amas a Dios, de Amado Nervo

Este es uno de los más hermosos poemas en prosa de Amado Nervo; pertenece a su obra Plenitud. Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, porque Él estará en todas las regiones, en lo mas dulce de todos los paisajes, en el limite indeciso de todos lo horizontes. Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, porque, a pesar de la diaria tragedia Él llena de jubilo el Universo. Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie, porque nada puedes perder y todas las fuerzas del cosmos, serían impotentes para quitarte tu heredad. Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los instantes, porque no habrá acto que no ejecutes en su nombre, ni el mas humilde ni el mas elevado. Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas, porque lo llevas a Él, que es la clave y resolución de todos. Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia una diferencia entre la vida y la muerte, porque en Él estás y Él permanece incólume a través de todos los cambios.

Un pensamiento de Aristóteles

Buenos días, queridos amigos. No tengo hoy demasiadas ganas de pensar, espero que sepáis perdonarme. Así que me he enganchado al envío diario de Proverbia.net y he agarrado la primera frase que he visto, que responde a la categoría de «sueños» (un día hablaremos de cómo en Proverbia.net clasifican las frases según temas y categorías de una forma que a veces me resulta aleatoria: «Dios te lo pague», un suponer, lo clasificarían en «Dios», lógicamente, pero tampoco sería nada raro que apareciera en «paga», «sueldo», o «retribución»). Y aunque la frase-cita no habla más que de un tipo de sueños, y yo estoy ahora más cerca de las pesadillas o del insomnio que del onírico placer o de la eternidad de la ensoñación, he apuntado la frase, a ver qué sacamos de ella. «Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo» (Aristóteles). Ya digo que no tengo muchas ganas de pensar. Y para quien no desea p