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Un pensamiento de Ernest Hemingway (y otro de Maksim Gorki)

Hola, corazones

En el espíritu de contradicción que me caracteriza, y siguiendo mi estela quejica, que sé que a alguna amiga mía le hace mucha gracia y así se ríe un poco los viernes por la mañana, tengo que hablar del aire acondicionado. No puedo vivir sin él, pero algunas de sus consecuencias son un pelín fastidiosas. Es llamativo que sea precisamente esta época del año la que más dolores de tipo muscular tenga (no es que yo tenga, ciertamente, mucho músculo, pero en fin…): si no es la espalda, como los últimos años (el aire caía desde atrás, y yo me emperraba en tener el despacho fresquito para disgusto de mi compañera, que andaba siempre con rebecas y pañuelos), son los hombros (modalidad de este año, pues el aire me viene desde arriba en mi nuevo despacho y de frente en mi casa). En el fondo esos dolores me son, si no indiferentes, sí bastante llevaderos, máxime cuando son voluntariamente asumidos. Vamos, que mi queja no tal, sino simplemente un acto de generosidad para con todos los que, con la sonrisa en el rabillo del ojo, esperáis mi queja semanal.

Porque en realidad estoy contento, no tengo queja. ¡Pero si esta semana hasta he ido al teatro! Con lo poco que voy, es casi fiesta nacional. A juzgar por las carreras que había en las calles al salir del teatro, como unos encierros pamploneses pero con gente vestida de negro y la cara embozada en lugar de toros, más de uno se había enterado de que casi nunca voy al teatro y habían organizado en mi honor una especie de tomatina, pero con cascotes en vez de tomates… En fin. Que vayáis a ver Historias de la radio, que es una obra muy simpática, entretenida y graciosa. E incluso tiene su puntico de emoción, sobre todo si te acuerdas de la maravillosa película en la que aparecía Pepe Isbert vestido de esquimal… Si tenéis suerte, además, a la salida podéis ver algún «pasacalles revisitado» en versión borroqueña…

¿Y ahora cómo entro yo con la frase que he elegido para comentar esta semana? ¿Qué digo yo ahora?

«Ahora: una palabra curiosa para expresar todo un mundo y toda una vida» (Ernest Hemingway).

Ahora la he liado parda. Pues vaya frase-cita que nos propone don Ernesto. «Ahora» es una palabra que expresa todo un mundo, toda un vida… ¿Cómo se come eso?

¿Hemos de renunciar al pasado, a nuestra historia, a nuestro origen, al lugar, las palabras, las costumbres, las acciones, los sentimientos de los que venimos y que nos han forjado para ser ahora como somos? ¡No! Pero no podemos tampoco vivir ahora nuestro pasado. Porque todo se mueve, tenemos que movernos, porque todo cambia, tenemos que cambiar; sin dejar de ser a la vez lo que hemos sido, pero siendo siempre lo que somos ahora, siéndolo al menos con más peso, con más fuerza, con más intensidad, que lo que hemos sido antes o lo que nosotros o la gente espera que seamos luego. Es el ahora el que manda, por encima del antes o del después (lo mejor es que los tres estén bien coordinados, pero eso es quimérica utopía).

¿Avala esto el «donde dije digo digo diego y donde digo dije dejo de decir»? ¡Tampoco! No podemos ni debemos prescindir del antes ni del luego, pero no podemos nunca dar más importancia al antes o al luego que al ahora. No podemos vivir el ahora escuchando sólo el antes, o mirando sólo el luego. Es cierto que el ahora lo tenemos que vivir con un ojo o un pensamiento al menos puesto en el luego, porque el luego depende de nuestro ahora como nuestro ahora dependió de nuestro antes. Y también es cierto que el ahora lo tenemos que vivir con un oído o un recuerdo al menos puesto en el antes, porque el antes ayuda a dar forma al ahora y este contribuirá a la forma venidera del luego. Pero la vida transcurre ahora, no antes ni luego. Porque sólo el ahora es nuestro y sólo en el ahora podemos actuar. No hay que olvidar los recuerdos ni las ilusiones, pero tampoco hay que dejarse llevar en demasía por ellas.

Ahora bien, ¿qué hacemos en nuestro ahora? ¿Vale todo y de cualquier modo? Es decir, ¿cómo dar contenido a ese ahora? Porque,ciertamente, sólo podemos incidir en el ahora: el antes no lo podemos cambiar (sólo su percepción) y el después sólo podemos imaginarlo. Pero en el ahora todos inciden, cada uno a su manera: también los especuladores, los usureros, los aprovechados, los caraduras, los abusones, los violentos, los indeseables, los asesinos, los ladrones, la gente sin escrúpulos, etcétera, inciden en el ahora. Así que quizá resulte de importancia suma el cómo se incide en el ahora, qué se hace ahora para que luego sea mejor que antes y no al revés.

Quizá a esta pregunta que omite don Ernesto nos pueda contestar don Máximo con otra frase-cita:

«Procura amar mientras vivas; en el mundo no se ha encontrado nada mejor» (Maksim Gorki).

Da don Máximo en el clavo y la diana, atina, acierta, encesta y anota: ama mientras vivas. Ama en cada uno de tus infinitos ahoras. Hagas lo que hagas en cada uno de los ahoras que pueblan tu existencia, llena ese ahora de amor. Haz lentejas con amor, haz contabilidad con amor, haz poemas con amor, haz periodismo con amor, haz diálogo con amor, haz teatro con amor, haz el amor con amor. En el mundo no se ha encontrado nada mejor.

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