Hola, corazones
Cuando hace calor aumenta el consumo de gazpacho. Al menos hay un producto que aumenta su consumo estos días aciagos en los que nada se compra ni se vende, en los que lo único que se consume son los ahorros. Ni siquiera el sudor, que el cuerpo es factoría inteligente y pertinaz y produce sin cesar ese líquido y oloroso elemento, máxime cuando vivimos rodeados de cuarenta incluso dentro de casa. Cuando hace tanto calor, las neuronas se derriten y uno es capaz de mezclar sin ton ni son el gazpacho, la economía y el sudor en un mismo párrafo. El calor (qué vergüenza no ser capaz de citar otra cosa que un verso propio) aplasta cuerpos y mentes, anula cerebros, reseca gargantas. Así me siento.
No puedo seguir, así que mejor presento ya la fase-cita de hoy, tomada de la Agenda San Pablo 2012 (ya he visto la del 2013):
«La vida tiene su lado sombrío y su lado brillante; de nosotros depende elegir el que más nos plazca» (Samuel Smiles).
Imagino que, como todas, esta frase-cita nacería en un contexto, en un razonamiento más largo, con una hilazón determinada y unos fines argumentales concretos. Imagino, también, que la intención de Samuel Sonrisas es precisamente una invitación al optimismo, al pensamiento positivo, a la sonrisa como actitud de vida. Tuve una compañera en mi último año de colegio que siempre sonreía, también con la mirada, y que se despedía de ti diciendo un bonito «Sé feliz». Sé que más de uno de mis compañeros pensaba para sus adentros más íntimos que quizá esa felicidad pasaba por ligársela. Nadie lo logró. También estaban los que pensaban que esa apariencia de felicidad que ahora se llamaría buenrollista y que era más bien fruto de una mentalidad bienintencionada acabaría por hundirse, por ennegrecerse merced a los nubarrones y tropiezos que la vida te ofrece a cada paso. No sé qué ha sido de ella, pero me inclino más por pensar que, pese a ligones de pacotilla y aprovechados sexuales, pese a zancadillas, dramas y desgracias, esta muchacha sigue conservando, matizado, atemperado, madurado por el paso de los años, un espíritu positivo, biempensante, amable, altruista y generoso. Ella encarnó en su momento a la gente de la que Sonrisas dice que elige el lado brillante de la vida.
Sin ser tampoco excesivamente pesimista, cenizo y plúmbeo, no soy tampoco la exaltación de la alegría, ni va mi espíritu saltando descalzo por el parque recogiendo florecillas y saludando amistoso a las ardillitas. Soy más bien seco, y si no voy diciendo a todas horas que se va a caer la tostada por lado de la mermelada, sí soy consciente de que a veces el café quema y te puedes manchar la camisa limpia al retirar aprisa la taza de la boca. Pero sé (y a eso no llego, Deo gratias) que hay gente que ve divorcios en las parejas que se besan, gravísimas infecciones en un simple estornudo y trasplantes de piel en un salto de aceite al freír un huevo. Son, al parecer, las personas que eligen, según Smiles, elegir el lado sombrío de la vida.
Pero, ¿podemos elegir de verdad? A veces vemos las calamidades que asaltan a los demás y nos asustamos, y salimos corriendo en dirección contraria, gritando como críos, pensando que no seríamos capaces de sobrellevar ni la mitad de lo que vemos. Y sin embargo los demás, los que las sufren, parecen aguantar eso y más. Y no estoy hablando, aunque podría, de que podríamos aguantar una subida de impuestos más. Realmente no nos ha pasado nada gravísimo que nos ponga en la tesitura de elegir, como dice Sonrisas, el lado sombrío o el lado brillante de la vida.
Porque esa elección sólo se produce cuando te pasan cosas gordas. Hablaba el otro día mi hermano de un hombre que le fue amputada una pierna desde la cadera y, desde que su hija le preguntó si ya nunca jugaría con ella, decidió ver la vida desde el lado brillante y jugar con su hija, y montar en bici, y… Yo conozco a una chica que decidió, conociendo el lado más sombrío de la vida, vivir cantando y bailando bajo la lluvia (así se llama su disco, al menos). Y una amiga suya, periodista, que también vio el lado sombrío de la vida cuando los malos hicieron estallar una bomba, y que decidió que iba a vivir, a estudiar, a esquiar, a amar, a ser madre, esposa, periodista… Y lo que se proponga.
Si pensamos en lo más sombrío que nos ha pasado en nuestra vida, no aguanta comparación con estos ejemplos. Pero aun así, desde esa sombría experiencia nuestra, tenemos la capacidad de elegir permanecer anclados mar adentro o de regresar a puerto y continuar la vida con el «Sé feliz» de mi compañera en la boca y en el corazón.
Cuando hace calor aumenta el consumo de gazpacho. Al menos hay un producto que aumenta su consumo estos días aciagos en los que nada se compra ni se vende, en los que lo único que se consume son los ahorros. Ni siquiera el sudor, que el cuerpo es factoría inteligente y pertinaz y produce sin cesar ese líquido y oloroso elemento, máxime cuando vivimos rodeados de cuarenta incluso dentro de casa. Cuando hace tanto calor, las neuronas se derriten y uno es capaz de mezclar sin ton ni son el gazpacho, la economía y el sudor en un mismo párrafo. El calor (qué vergüenza no ser capaz de citar otra cosa que un verso propio) aplasta cuerpos y mentes, anula cerebros, reseca gargantas. Así me siento.
No puedo seguir, así que mejor presento ya la fase-cita de hoy, tomada de la Agenda San Pablo 2012 (ya he visto la del 2013):
«La vida tiene su lado sombrío y su lado brillante; de nosotros depende elegir el que más nos plazca» (Samuel Smiles).
Imagino que, como todas, esta frase-cita nacería en un contexto, en un razonamiento más largo, con una hilazón determinada y unos fines argumentales concretos. Imagino, también, que la intención de Samuel Sonrisas es precisamente una invitación al optimismo, al pensamiento positivo, a la sonrisa como actitud de vida. Tuve una compañera en mi último año de colegio que siempre sonreía, también con la mirada, y que se despedía de ti diciendo un bonito «Sé feliz». Sé que más de uno de mis compañeros pensaba para sus adentros más íntimos que quizá esa felicidad pasaba por ligársela. Nadie lo logró. También estaban los que pensaban que esa apariencia de felicidad que ahora se llamaría buenrollista y que era más bien fruto de una mentalidad bienintencionada acabaría por hundirse, por ennegrecerse merced a los nubarrones y tropiezos que la vida te ofrece a cada paso. No sé qué ha sido de ella, pero me inclino más por pensar que, pese a ligones de pacotilla y aprovechados sexuales, pese a zancadillas, dramas y desgracias, esta muchacha sigue conservando, matizado, atemperado, madurado por el paso de los años, un espíritu positivo, biempensante, amable, altruista y generoso. Ella encarnó en su momento a la gente de la que Sonrisas dice que elige el lado brillante de la vida.
Sin ser tampoco excesivamente pesimista, cenizo y plúmbeo, no soy tampoco la exaltación de la alegría, ni va mi espíritu saltando descalzo por el parque recogiendo florecillas y saludando amistoso a las ardillitas. Soy más bien seco, y si no voy diciendo a todas horas que se va a caer la tostada por lado de la mermelada, sí soy consciente de que a veces el café quema y te puedes manchar la camisa limpia al retirar aprisa la taza de la boca. Pero sé (y a eso no llego, Deo gratias) que hay gente que ve divorcios en las parejas que se besan, gravísimas infecciones en un simple estornudo y trasplantes de piel en un salto de aceite al freír un huevo. Son, al parecer, las personas que eligen, según Smiles, elegir el lado sombrío de la vida.
Pero, ¿podemos elegir de verdad? A veces vemos las calamidades que asaltan a los demás y nos asustamos, y salimos corriendo en dirección contraria, gritando como críos, pensando que no seríamos capaces de sobrellevar ni la mitad de lo que vemos. Y sin embargo los demás, los que las sufren, parecen aguantar eso y más. Y no estoy hablando, aunque podría, de que podríamos aguantar una subida de impuestos más. Realmente no nos ha pasado nada gravísimo que nos ponga en la tesitura de elegir, como dice Sonrisas, el lado sombrío o el lado brillante de la vida.
Porque esa elección sólo se produce cuando te pasan cosas gordas. Hablaba el otro día mi hermano de un hombre que le fue amputada una pierna desde la cadera y, desde que su hija le preguntó si ya nunca jugaría con ella, decidió ver la vida desde el lado brillante y jugar con su hija, y montar en bici, y… Yo conozco a una chica que decidió, conociendo el lado más sombrío de la vida, vivir cantando y bailando bajo la lluvia (así se llama su disco, al menos). Y una amiga suya, periodista, que también vio el lado sombrío de la vida cuando los malos hicieron estallar una bomba, y que decidió que iba a vivir, a estudiar, a esquiar, a amar, a ser madre, esposa, periodista… Y lo que se proponga.
Si pensamos en lo más sombrío que nos ha pasado en nuestra vida, no aguanta comparación con estos ejemplos. Pero aun así, desde esa sombría experiencia nuestra, tenemos la capacidad de elegir permanecer anclados mar adentro o de regresar a puerto y continuar la vida con el «Sé feliz» de mi compañera en la boca y en el corazón.
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