Oigo y leo cosas en
ocasiones que provocan en mi cuerpo un encadenamiento de reacciones a cual más
extraña y negativa. Primero se me abren los ojos, exageradamente, mientras los
hombros tienden a subir y encogerse ligeramente y la mandíbula desciende hasta
dejar mi boca abierta como un pozo. Luego mis oídos, mi cerebro y mi boca se
vuelven hacia el lugar del que proviene el sonido, las palabras que he oído, y
mis ojos afinan su mirada sobre lo que estoy leyendo, si es el caso, como
diciendo con extrañeza inmensa: ¡¿Qué!? A esto pueden seguir sensaciones de
sudor frío, temblores, inquietud y desazón, algo así como lo que me pasa cuando
veo sin querer (queriendo nunca) una escena de una película de miedo, o
intensos mareos, seguidos de náuseas y espasmos estomacales, provocados sin
duda por el asco que me da lo que veo, leo u oigo.
Y no se crean, son
noticias que reciben tratamiento casi de normalidad. Cosa que me aterra y
asquea más si cabe. Analizadas luego, fríamente, las noticias, veo en muchas de
ellas un intento de manipulación de las conciencias no tanto por parte de su
difusor, sino sobre todo del protagonista de la noticia. Ya sea un cargo
público utilizando su cargo para modificar la realidad de todo un país según su
distorsionado (y a veces extorsionador) punto de vista, ya un científico
apelando a la utilidad y economía de ciertas prácticas que dejan desprovista de
humanidad a la raza humana, ya un personajillo infinitesimal atribuyéndose la
supremacía moral que le da la máxima de haz lo que te dé la gana si te lo pasas
bien y te proporciona pasta y tías…
No quiero
comentar las noticias, no es mi intención, pues no tengo la sangre fría ni la
capacidad de análisis necesaria para hacerlo bien. Tampoco es lugar este blog,
pues no nació para eso.
Aunque la
frase-cita, en parte, es un reivindicación de mis sentimientos cuando leo, oigo
y veo ciertas noticias: no tengo palabras, porque no alcanzaría a decir…
«Las palabras nunca
alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma»
(Julio Cortázar).
Seguramente
esta frase-cita no quiere decir lo que yo he entendido o he creído entender. Don Julio es un señor al que nunca he
conseguido comprender muy bien, que yo soy más simple, más de sota, caballo y
rey que de andar saltando números por el suelo, que siempre me caigo…
Pero
comparto con él, con esta frase, la sensación de que hay cosas que no se pueden
decir con palabras, porque las palabras, y mira que son maravillosas, y mira
que hay, no alcanzan. Mejor, porque uno, en su infinita nesciencia, no conoce
la palabra certera que expresa el sentimiento con la oportuna adecuación.
Por eso
muchas veces la mirada silenciosa, detenida, al rostro de la persona amada, o a
su nuca, si está sentada al otro lado, expresa más, y más rápidamente, que el
te quiero te necesito no puedo vivir sin ti que podria yo si nada tiene sentido
cuando no estas…
Por eso
muchas veces nos quedamos absortos, viendo el amor propio o ajeno en una pareja
que pasa, en un gesto del padre a su hija, en un rostro cansado de la vida al
que acompaña o dirige una mano ajena, casi siempre transatlántica, con la
paciencia que a otros nos falta.
Por eso
muchas veces suplimos la palabra con el sonido armonioso que se eleva como el
humo del incienso hacia donde nuestro corazón anhela y nuestra palabra
tropieza…
Por eso…
No sé si
era esto lo que don Julio quería
expresar con su frase-cita. Es lo que yo, al leerla, he entendido, o he creído
entender.
Pero no
quiero que este silencio de palabras sea la excusa para dejar de intentar expresarnos,
para desistir en la búsqueda de la palabra justa, o la más aproximada, la
palabra que exprese, si no el cien por cien de nuestra alma, sí el máximo
posible.
«Que no
nos baste, nunca, decir que nos hemos quedado en plan puntos suspensivos, o
sea, en plan sin saber qué decir…»
El
empobrecimiento de la capacidad verbal de la gente, condesando a modo de
ejemplo en ese «en plan», me subleva y me entristece tanto, que no me extraña
que me miren como a un energúmeno violento o a un friki Sheldon Cooper cuando
corrijo diciendo:
«Querrás
decir que nunca nos conformemos con quedarnos en blanco, sin saber qué palabra
decir porque no tenemos confianza en nuestra capacidad de acceder al
diccionario…».
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